La llegada del adiós

 

El frío congela mis manos, pero no sé si es el frío de mi alma o el que golpea mi cara con gran desparpajo.

Mis ojos reflejan el gran dolor que llevo en mi pecho y las lágrimas que en ellos se atascan, están tan congeladas como mi vida.

Una noche más de espera, una noche más en que mi cuerpo reclama tu calor y no se conforma con el que mi sangre y la ropa que lo cubre, le ofrece, una noche más en que la soledad es mi única compañía y los claros de luna son la luz que guía esta infinita agonía que hoy resume mi vivir.

Estoy tan inmersa en tus recuerdos, tan compleja y llena de sentimientos, que mi mente no asimila el peligro en el que me encuentro: dos hombres me miran sedientos de dinero y de placer, pero mis pasos siguen guiándome hacia ellos, como el animal salvaje que camina resignado hacia la jaula, mi ensimismamiento no permite que despierte, y ellos sonríen descaradamente por la inocencia de mis pasos, por la incredulidad de su suerte al ver que sin ningún esfuerzo podrán conseguir lo que sus mentes facilistas les exige, y de repente tu voz, suave y dulce, entra por mi oído y muy tranquila me dice que me detenga, que no camine hacia allá y como tomada por tu mano, giro por una calle iluminada y concurrida, pero ellos en medio de su desconcierto, caminan detrás de mí, y en un instante de total desamparo, logran arrancarme lo poco que llevo encima: mi reloj, los aretes que me regalaste la única navidad que pasamos juntos, y un poco de mi dignidad, luego de manosear mi pecho en busca de un celular o de que su hombría no quedara tan antojada, pienso.

Mi boca no logra modular palabra y mi cuerpo no responde a ningún estímulo para tratar de escapar, quedo totalmente contrariada, y de repente mis ojos desaguan todas las lágrimas que estaban represadas y que, como si fuera la gota que rebosó el vaso, salen de sus cuencas como un río desembocado, que por fin encuentra su cauce.

Respiro tan hondo y pausado como puedo, y trato de calmarme rezándole al Dios que invocamos al unísono con mi abuela tantas noches de mi niñez, intentando buscar respuestas, y le pregunto por qué hace que mi agonía sea cada vez más basta e incomprensible, por qué se siguen sumando dolores a mi alma y a mi vida, por qué mi sentir de mujer se ve cada vez más burlado y por qué, lo que más me duele, es no tenerte aquí conmigo, pero lo único que logro escuchar es el murmullo de las personas que pasan a mi lado y con cara de preocupación me miran y con palabras casi mudas preguntan como me siento, pero lo que siento a ellos no les interesa, así que no contesto, más que por descortesía, porque no sé que pensar, no sé como actuar, ni sé como me siento.

El dolor se hace más intenso cuando veo parejas por esas calles, felices, tomadas de las manos y fundidas en sus cuerpos y en sus besos, y una vez más te anhelo y te extraño, y te necesito.

Te anhelo como la llegada de un nuevo día cuando la noche ha sido eterna e incómoda, te anhelo como un vaso de agua en una tarde soleada y cansada, te anhelo como un buen café cuando el sueño se apodera de mí en pleno trabajo, te anhelo y a la vez te odio, porque te amo y no te puedo tener, ni olvidar, ni buscar.

Te odio porque las calles se hacen anchas y largas cuando debo caminar por ellas sin tu cuerpo a mi lado, sin tus historias en mis oídos, sin tus brazos rodeando mi cintura, sin tus palabras acariciando mi alma y sin la paz que me regalas con tu mirada.

Esta noche me he llenado de silencios y de vacíos, me he llenado de hipótesis y de acertijos, me he llenado de dolores y de tristezas, y he decidido que es el momento justo para pedirte sin palabras que te alejes de mi, porque te estas volviendo tan necesario que cuando no estas junto a mi me siento frágil e insegura, tanto como nunca imagine, como nunca desee y como no me puedo permitir.

En este momento pasan por mi cabeza, como una película, todos los momentos que compartimos y retumban en mi recuerdo esas palabras que me hicieron pensar en ti como el hombre de mi vida:

Yo lo único que siempre he buscado es una mujer que se derrita por mi, que le haga falta mi presencia, que le duela la piel por no tenerme a su lado, que respire mi nombre, que se excite recordándome… una mujer que solo piense en mi, que no piense si quiera en hacer algo malo solo por temor a herirme, que sueñe conmigo… y creo que la encontré”.

Ahora no sé que siento, no sé que le pasa a mi cabeza ni a mi corazón, no entiendo por qué esa sensación de incertidumbre y de soledad se apodera de mis noches y me hace anhelar que nunca te hubieras aparecido en mi vida, porque ahora no sé como borrarte de mi piel.

Me duele el alma cuando no siente la tuya a mi lado, me duelen los recuerdos que protagonizas, me duele amarte y me duele anhelar olvidarte.

Te amo y te necesito tanto… mi mente repite una y otra vez, como si te hablara al oído, que cada día te anhelo más, cada momento estas en mi pensamiento, cada instante te adentras más en mi ser…

Sueño con estar junto a ti y hacer de nuestro futuro uno solo.

Cada vez que leo tus cartas, mi vida se llena de ilusión por pensar en un mañana diferente, lleno de posibilidades y oportunidades para nosotros, lleno de alegría y de tranquilidad, lleno de felicidad y sabiduría para enfrentar cualquier obstáculo que se presente.

Cuando te quería junto a mi, sentía temor de imaginarme un nuevo mundo contigo, sentía como si fuera a llegar a un lugar nunca pensado por mí y de repente se abrieron las puertas de par en par, como dándome una bienvenida inesperada y decidí que la aceptaría y entregaría lo necesario para que todo fuera un éxito y poder disfrutar lo que el destino nos tuviera preparado.

También sentía miedo por las diferencias que obviamente tendríamos, pero… ¿qué cosa es completa sin sus dos polos opuestos?, eras tan inteligente, tan simpático, tan varonil, tan profesional… y yo, una mujer que hasta ahora está luchando por ser alguien en esta vida, que ha luchado por todo y que aún está ahí… pero que logró anidarse en tú corazón y que quiere seguir ahí, incluso en contra de tu decisión.

¡¡Dios!!, ¿qué me pasa?, por qué no logro arrancármelo del alma, ¿por qué aún siento sus labios en mi piel y su reflejo en mis ojos?  ¿Por qué es tan difícil olvidarlo como se lo prometí aquella noche? ¿Por qué su perfume aún se absorbe en mis sueños y me hace sentirlo junto a mi en las noches, y en los días y en este presente y hasta en el futuro?...

De repente me doy cuenta que he caminado tanto y sin ningún rumbo definido,  que estoy parada frente al mismo parque en el que por primera vez me dijo: ¡Te amo!, ese te amo que aún adorna mis anhelos y mis suspiros, y recuerdo a Paulo Cohello con aquello de la conspiración del universo y pienso que sí!, que todo lo que he sentido esta noche ha sido una conspiración de mi alma con el alma de este universo en el que camino, para que me dé cuenta que esta noche, tan fría y oscura, es la llegada de ese adiós que tantas veces he callado y que aunque me ha destrozado el alma, por querer ignorarlo una y otra vez, es necesario para mi vida, para este corazón cansado de tanto olvido y de tanto recuerdo, amarrado a un pasado feliz, pero que no es más que pasado y que como tal se debe quedar allá.

Por: Heidy