La cruda descripción de la realidad de la vida le enervaba. No
soportaba leer un cuento de lectura tan directa, en el que se
adivinase el final. Necesitaba de las insinuaciones, de un
recorrido intermitente, que lentamente le llevase a dejar las gafas en la mesita para acercarse a la historia. Su miopía le
daba ventaja y cuando encontraba un texto bello le gustaba
adentrarse físicamente y casi tocarlo con su cuerpo. No le
importaba las vueltas que tuviese que dar, a veces cuando
encontraba un relato de su gusto, lo releía para recitar de
memoria. Aún recuerda “Desde el fondo de la platea, se levantó
el chino con esa cara que ponen los chinos cuando llegan
pronto a su casa”….

Por:Piedra