ESTADO INESTABLE DE UN SISTEMA
DE PARTÍCULAS ELEMENTALES EN
INTERACCIÓN

    Mi calle es como una mujer orgullosa que mira por encima de sus hombros la ciudad. Altiva se aleja ondulante de las humanidades que la pueblan y a cada metro en ascendencia construye una tapia de concreto para ahogar los sonidos vibrantes de ocho millones de almas en ebullición; entonces, a medida que los pasos avanzan, se escucha el monótono conversar de las piedras, éstas, con sus roncas voces reviven las cadenas que ataron miles de tobillos, los azotes que se estrellaban contra las espaldas sangrantes, los callos de los pies descalzos y curtidos, pero también evocan los susurros, las voces dulces de las mujeres, las promesas de los enamorados.

    Unos metros más adelante ese murmullo épico se confunde con las voces guardadas en la madera de los balcones, con las historias lanzadas de balcón a balcón por las comadres, con los gritos de los vendedores y las madres llamando a sus hijos.

    A la derecha, los eucaliptos también tienen cosas que decir, unen sus ramas para escucharse mejor sin delatarse, insinuando apenas secretos milenarios negados a los débiles oídos de los humanos. Si continuo por ahí, si me introduzco en el laberinto vegetal, sé que pronto oiré el lamento de los guijarros al sentir mis pisadas, los graznidos de la verja de hierro oxidado, que hace muchos años guardó mi casa y si el ánimo me acompaña abriré la puerta y el sonido de tu risa me golpeará la cara, me espantará mi habitual modorra andina como una cachetada poderosa que haría que mis pies se posaran de nuevo en esta tierra.

    Por eso sigo adelante, le dirijo una mirada temerosa y mis pasos avanzan presurosos hasta la próxima esquina, hasta que la curva demarcada por las nuevas construcciones oculten la visión de todo aquello que amé.

    Sé que me tacharás de cobarde, y tal vez tengas razón, pero voy a confesarte, de una vez por todas, que no me hace falta subir esta altiva calle hasta tu casa para oírte. Mi cuerpo, con los años se ha convertido en un ataúd que guarda celosamente todos los sonidos que compusieron nuestra historia, aquí, dentro de mis costillas permanece en un estado inestable, tu sistema de partículas elementales eternamente en interacción.

                   V DE LA VIDA, DEL AMOR Y DE LA MUERTE

Por: Gladys