12 de Agosto, 2007
Termino este juego y me marcho, pensaba
excitado Juan, pero el juego se le resistía, perdía una y otra vez, pero no
quería abandonar como un perdedor. Obstinadamente su mano derecha volvía a
pedir cartas y de nuevo perdía las opciones de colocarlas en el orden
establecido por él mismo para ganar. ¿Desea barajar de nuevo? Por: Gladys |
"La
impaciencia impide escuchar la pregunta y muchas veces la respuesta está en
ella misma." "Bien
puede ser existencia la no presencia, bien puede ser la ausencia potencia de
todo ser." "Enciende
la chimenea en el verano de tu vida para que el invierno de ésta permanezca
eternamente templado" "Somos presencia, amor, reconocimiento y omnipotencia. Constantes principios y eventuales finales. Eterno devenir nutriéndose de la libertad del ser. Somos al ser en nosotros y siendo entre nosotros." Por: Charo González |
Todo está listo. En mi cartera, bien disimuladas, tengo las prendas de
vestir indicadas para la ocasión, el perfume infaltable y el peine, amigo
necesario de las chicas después de ciertos momentos. Está todo preparado para
una noche diferente. Falta media hora y
ya desfilan por mi mente las típicas preguntas feminoides que denotan los
temores naturales frente a una cita: ¿estaré bien vestida?, ¿mi pelo quedó
arreglado?, ¿se notará mucho la ropa interior?, ¿me veré muy gorda con este pantalón?,
me dijo informal, pero ¿qué es informal para él?, ¿le gustaré así o espera que
no le haga caso y me vista como para recibir un Oscar?.... Pasan los minutos y mientras más ropa me pruebo,
más dudas me atacan. Al menos el tiempo se va sin darme cuenta, gracias a los
nervios que siempre me impiden disfrutar la previa de los momentos que tanto
espero. Por fin, cinco minutos después de lo debido, salgo
corriendo con la misma ropa que tenía hace media hora. Con toda mi feminidad me
paro casi en medio de la calle para chiflarle a un taxi que se acerca. Los ojos
asombrados del chofer me observan por el retrovisor cuando le indico el destino
con mi carita sonriente y haciendo ojitos: “Hola, ¿verdad que ahora te vas a
convertir en superman y me vas a llevar volando hasta tal lugar?”. Y cuando
está preparado para convertirse en mi héroe, descubre que la mentira tiene
patas cortas: “Tengo una cita y llego tarde”. No hay peor forma de confesarle
que los treinta guiños que le hice no tenían connotaciones personales en
absoluto y fueron lanzados solo para engañarlo. Masoquistas, si los hay, apaga la radio y abandona
el partido de su equipo favorito para preguntarme si voy al encuentro de mi
novio. Pasando por alto los millones de inquietudes que
esa simple frase generan en una chica (“Salimos hace dos meses, ¿se supone que
es mi novio?, pero él nunca me dijo tal cosa... y cuando yo dije aquello él no
respondió lo otro...”), mi mente no entiende qué es lo que pretende. Soy capaz
de matar sus ilusiones sutilmente, pero este “Si” que me obliga a disparar es
la última puñalada. En fin, él se la buscó. Una vez enterradas sus
esperanzas, amaga al botón de la radio pero no la prende (solo porque sería muy
obvio que su interés hacia mi tenía una sola dirección), y con la evidente
intención de sacarme de encima, aprieta el acelerador y me hace llegar a
tiempo. Después de tirarme el vuelto, en un último rapto de lucidez varonil
gira, me mira y con lo que intenta ser una expresión pícara en los ojos larga
un “Suerte”, superando las ganas de asegurarme que con él la hubiera tenido. Me bajo del auto, por supuesto a media cuadra del
punto de encuentro (a ver si cree que estoy tan ansiosa por llegar como para
tomarme un taxi). Camino apresurada hasta que lo veo, y éste es el momento en
que las chicas debemos ponernos en pose: inspiro profundo, camino lento con
pasos largos y lentos intentando imitar un deslizamiento felino con mi cuerpo
(estoy segura de que ningún hombre lograría coordinar toda esa serie de
complejos movimientos musculares) y fijo la vista en sus ojos, como si quisiera
hipnotizarlo (al fin y al cabo...) Me acerco, me sonríe y ya todo pasa de pronto. Nos
buscamos, nos encontramos. Los dos sabemos a qué vinimos. Doy tantos besos que
me mareo. Las ganas vencen la indecisión y elegimos dónde. Ya no puedo
arrepentirme. Como dicen ellos, estoy de visitante y tendré que jugar su
juego. Le pido un instante para
sorprenderlo y me pongo la ropa especial que traje en mi cartera. Cuando me ve,
siento que por un instante logré mi objetivo: deja todo lo que está haciendo
para abrir la boca sin emitir sonido alguno. Dicen que soy una pequeña cajita
de Pandora y él acaba de descubrirlo. Empieza el partido
y su boca me dirige. Me ubica en la posición que más le gusta, me lleva, me
trae. “Movete” exige, “Es Tuya”, promete. Me jura y perjura que nunca en su
vida estuvo así con una mujer. Jamás en
sus años de larga experiencia en el tema (la va de agrandado) ninguna felina
mujer, femenina, fatal, pasional lo hizo sentir como yo en esta noche
especial. “Me seguís sorprendiendo”. Es
la frase más linda que me dijo esta noche. Todavía retumba en mi cabeza. Aún
ahora escucho su voz, es él, si. Con su pecho descubierto, el corazón agitado,
la transpiración corriendo, el pelo despeinado y.... la vincha de jugar al
fútbol. Fue una noche especial, cuando cumplí mi sueño de
jugar al fútbol..... Por: Lornafer |
A
Valentina Cardona y Julián Prado, compañeros de viaje, Por: Ricardo Abdahllah Nota: Por razones de espacio, la próxima semana publicaremos la segunda parte. |
La sencillez, la pasión, la entrega y el placer no son solo conceptos abstractos, por lo menos quienes asistimos al concierto de Caetano Veloso en Bogotá, podemos dar fe de ello. Sencillez, porque en su presentación no utilizó grandes despliegues de escenografía, ni costosos montajes, ni efectos especiales. Pasión, porque nadie como él sabe insuflar a sus canciones ese hálito eterno que lleva implícita toda obra artística. Entrega: estuvo más de dos horas conectado con su público derribando las barreras del lenguaje a través de los sentidos y por ultimo placer, porque su voz paseó todas las cotas impuestas por el tono musical, a veces suave, susurrando un poema, otras desgarrada, al describir sentimientos avasalladores, improvisada o destemplada cuando el ritmo musical lo imponía. Noche de poesía, de placer y de reencuentro con lo mejor que tenemos los seres humanos escondido entre repliegues de absurdas realidades. Por: Te Vi |
Del lado izquierdo de su estómago surge la cabeza sostenida por el intestino grueso. Desde allí toma decisiones importantes, planea formas de vida amables y dicta las órdenes precisas para ponerla en marcha. Incluso llegó a enamorarse y lo más asombroso, fue correspondida y feliz, hasta que alguien le puso un espejo delante. Por: Selvática |
![]() Hasta ahí vale, ¿pues quién rinde cuenta a los escritores? Se supone que sus lectores, quienes están en la obligación de dar o no su apoyo a éstos, sin embargo, llama la atención el éxito de tales publicaciones entre el público colombiano, que en su vida cotidiana no necesita comprar best seller, para enterarse de la débil voluntad de un alto porcentaje de su población para ceder al crimen, - lo ve en sus propios vecinos incluso, hasta en sus propios familiares, pues a diario convive con la extorsión, la corrupción y la mentira. No necesita de periodistas, ni de editoriales oportunistas que se lo pongan en carátula de lujo. Me pregunto a ¿qué obedece tal rendición a lo ilegal, al crimen, al asesinato y ese placer morboso en recrearse con los detalles de tales hechos? Produce escalofrío pensar en las mentes de esos jóvenes que están naciendo en un país como Colombia, un país en el que la gente vende su honor, su prestigio profesional, su familia y hasta sus atributos físicos por la suma que los criminales estimen conveniente. Y no solo no se sienten culpables o arrepentidos, sino orgullosos y satisfechos. Este libro llegará alto en el escalón de los más vendidos, muy seguramente un canal de televisión le propondrá al autor vender sus derechos para producirlo, los actores y actrices nacionales o extranjeros esgrimirán sus más variadas y efectivas armas para conseguir el papel mientras los directivos del negocio internacional del entretenimiento harán su agosto produciendo versiones nacionales para los países donde tienen su feudo. De ética, de moral, de responsabilidad y honor ya no se habla, y menos se practica; no es rentable, no tiene buena imagen, a no ser que a alguien se le ocurra insuflarla con silicona en lugar visible y tentador. Los pocos que aún creen en esos valores vagan por la calle con los ojos desorbitados pensando, con vaga esperanza, en que tal vez ese sea el último libro que se escriba sobre el asunto, en que esa novela sea la última y que pronto llegará el día en que la gente, hombres y mujeres sin silicona, sin autos de lujo, sin lucir ropa o joyas pagadas con el dinero sangriento de los criminales, disfrute plenamente de su vida, de lo que la naturaleza le ofrece y de las creaciones de los poetas o escritores que se atrevan a defender su arte fuera de los cercos creados por los intereses comerciales de las editoriales o los medios de comunicación. Una sugerencia: No comprarlos sería la respuesta. Por: Ágata |