24 de Noviembre, 2007, 15:50: GladysGeneral

Siempre que camina sola por la playa recuerda aquella antigua historia de un niño recogiendo el agua del mar. Como todas las historias que poblaron su niñez, pasado el primer asombro, las guarda en su cerebro sin analizarlas demasiado. Ya una vez lo intentó, pero sus conclusiones eran tan pueriles que desistió de hacerlo.

Por eso no le presta mucha atención a aquel niño. Pasa a su lado, ve que en vez de recoger el agua del mar, está construyendo un castillo y respira tranquila. Es lo que un niño debe hacer a esa edad en la playa, cuando sus padres están despatarrados tomando el sol. Juegos solitarios, de hijos únicos.

Más adelante hay un grupo de adolescentes jugando al fútbol, sus risas, voces y alaridos la reconfortan. No pasa nada. Su día es igual a todos sus días. La gente cumple con sus funciones vitales de forma organizada y sistemática.

Se sienta en la terraza de un café. La tarde empieza a caer, en el horizonte, el universo compone un cuadro magnífico: tonos azules que se van tornando violeta, al fondo, el disco rojo se va sumergiendo en las aguas del océano. La noche está próxima. En su casa la espera su cama de siempre, un libro que dejó a medio leer y el último café antes de lanzarse ella misma en su propio océano de sueños.

Desde hace muchos años ha sido así, su vida estructurada nunca se ha movido un milímetro y está encantada. Así espera terminar sus días. Desde la estantería del café unos periódicos le lanzan guiños en forma de enormes titulares rojos y negros. Unas mujeres sofisticadas le sonríen con sus caras de papel, unos hombres ante un micrófono intentan hablarle de los problemas de sus países. A ella no le interesa.

A su alrededor las conversaciones se acurrucan junto a sus orejas susurrándole experiencias vitales, a veces traumáticas, otras más felices. A ella no le interesa.

Piensa en la protagonista de la novela que está leyendo: una mujer que se inventa un amante para justificar ante ella misma primero, y después ante el dueño del hotel, el alquiler de una habitación por seis horas al día. Una habitación sencilla, tal vez un poco sucia, pero suya al fin y al cabo, la pequeña ventana que da a una avenida, una cortina verde raída, una lámpara verde en forma de flor, un cuarto de baño, con toallas verdes, al que nunca entra, porque solamente va a allí a sentarse junto a la ventana mientras pasan las seis horas que paga siempre por adelantado. Todos los días igual, desde hace seis meses.

Le entran ganas de volver a su casa y retomar la lectura a ver que pasa con aquella mujer. ¿La encontrará su marido? ¿Qué hace mirando a la gente durante esas seis horas? ¿Qué cara le pone el casero al verla entrar y salir sola siempre? ¿La denunciará a la policía?

Ya es noche cerrada.  Se apresura por volver a casa. Camina guiada por la intuición, sin embargo en vez de tomar a la derecha, gira a la izquierda sin darse cuenta. A eso de las cinco de la tarde, cuando está a punto de desfallecer, sus pasos la conducen hasta una calle cerrada, más bien solitaria. Al fondo ve un pequeño hotel, entra. Un hombre calvo, gordo y con mirada maliciosa la mira. En un  gesto cómplice le entrega una llave. Sube tres pisos, abre la puerta; ahí está la habitación verde, la misma cama, la misma lámpara en forma de flor y la silla junto a la ventana…

Por: Gladys

24 de Noviembre, 2007, 15:45: Jimulminirelatos

        


    ¿Cómo se llamaba? Era la frase preferida de Arturo, quien la tenía como muletilla al referirse a los nombres de las personas que le rodeaban. Y es que para él, no significaban gran cosa, era una simple denominación sin sentido.

    Aquel día no iba a ser menos, y entre susurros volvió con su famosa muletilla ¿Cómo se llamaba?, al tiempo que sus ojos se iban cerrando y su aliento apagando. Se había olvidado del nombre de la mujer con quien había quedado esa noche.

 

Por: Jimul

24 de Noviembre, 2007, 15:37: Rafael CalmaestraGeneral



       
      Respiro, respiro,
      soy una pieza, una
      pequeña rueda de carne
      con dientes de hierro.
      
      Avanzo, atrás
      avanzo, atrás.
      Mi ángel, ¿dónde está?
      Muerto, arriba,
      arriba, muerto
      los ángeles sólo son muertos
      que escaparon antes que yo.
      
      Me tocan, siento,
      me tocan, siento
      un golpe en la rodilla, en las manos,
      detrás de los ojos.
      Siento, me tocan,
      me tocan, siento
      mi aliento cerca de tu boca
      cerrada, gris.
      
      Tus brazos rodean
      cuerpos de mentira
      que se hacen pequeños,
      pequeños,
      pequeños,
      eslabón, mecanismo,
      tus brazos se alargan
      y me cierran el cielo
      grande y moreno,
      moreno y grande
      como tu piel.
      
      La máquina se forma, la máquina
      avanza
      pieza a pieza,
      ruedas dentadas,
      eslabón, mecanismo
      siempre un movimiento,
      siempre el mismo
      pero no nos revolvemos
      sólo damos vueltas
      buscando paraísos
      sin saber que muy cerca
      nos esperan los cementerios.
      
      
      Por:  Rafael P. Calmaestra

      


 
24 de Noviembre, 2007, 15:32: Charo GonzálezHablando de...



"Si no buscásemos espacios no nos habríamos encontrado nunca"

"El aroma de tu tierra es el aroma de mi tierra, no hay camino abrupto, hay piernas cansadas"


"¿Dónde buscas?" le preguntó el árbol al viento "¿no sabes que no lo guardo en las hojas, no te das cuenta que las ramas sólo son el reflejo?, todo está en mi a salvo en mi raíz""


"Las puertas sólo quedarán cerradas si nos empeñamos en ponerles cerraduras"

"Prefiero que las vocales se intercalen de forma incongruente entre las consonantes, a no poder decir palabra."

Por: Charo González
24 de Noviembre, 2007, 15:23: L.D.General

Hace tanto tiempo que no tomaba un lápiz que había olvidado el maravilloso ritual de afilar su punta. Recuerdo el cuidado que ponía en no romper la corteza, para que al final me quedara redonda, como una falda. Luego la ponía en la palma de mi mano, la contemplaba un rato y la guardaba después en una caja de plástico transparente. Las consideraba mis pequeños trofeos, y me sentía feliz de conservarlos intactos.

Creo firmemente que en la vida hay épocas en que se encadenan una serie de sucesos con un denominador común y que vienen a constituir la esencia de nuestro ser.

Primer suceso:

La pasada conferencia liderada por Lidia Falcón, fundadora del partido feminista de España, el viernes pasado. La sala donde se iba a celebrar la charla empezó a llenarse de mujeres – una conferencia de mujeres feministas, luchadoras y defensoras de la igualdad. Mujeres mayores, dignas señoras que se quitaban sus chaquetas doblándolas cuidadosamente sobre el espaldar de las sillas, procurando que quedara bien visible la etiqueta. Mujeres gruesas, arrugadas, con el cabello teñido de amarillo canario, mujeres que olían a mundos cerrados y definitivos.

Después llegaron mujeres más jóvenes, chicas de peluquería, vestidas de Zara y con olor a universidad.

Se sientan las conferenciantes delante de nosotras, una habla de las imágenes de la mujer, otra de la guerra entre hombres y mujeres, otra de heroínas modernas que luchan como hombres en los video juegos, la última, de los cuerpos de las mujeres en el deporte. Palabras que salían vestidas de agresividad, de resentimiento, y a veces, de orgullos heridos, palabras que se estrellaban contra el público como pedradas en una manifestación y que erigían una barrera que se iba ampliando más entre ellas y nosotras.

Yo me revolvía en mi asiento, se me estaban durmiendo las piernas y pensaba que no se estaba desarrollando la charla de manera inteligente, y mucho menos se aportaba algo para lograr un hecho concreto en lo referente a igualdad.

Cuatro mujeres hablando, debatiendo, defendiendo sus argumentos, movidas más por el deseo de imponer sus ideas que por aportar soluciones o al menos alternativas de solución. ¿Bien?

Segundo suceso: Elegir.

Cuando salí de allí pensé en que me hallaba en un cruce de caminos, ante mis ojos se abrían tantas opciones a escoger y me gustó esa sensación.

Me fui a cenar con una amiga, esa fue mi elección, hablé con ella sin ninguna pretensión  y las palabras iban y venían de forma cálida, espontánea, el alma se iba aliviando y el mundo no parecía tan agresivo. El diálogo brotó mientras la verdadera comunicación y el entendimiento se arrellanaba en la silla junto a nosotras.

Tercer suceso: Un cuento

Feliz y ligera volví a casa, releí un cuento de Truman Capote: “Un recuerdo navideño” y pensé que lo verdaderamente importante son las pequeñas cosas que construimos día a día  los seres humanos, eso es lo esencial, lo que queda, reflexioné sobre la inutilidad de las guerras, las divisiones de clase, los odios las mentiras, todo eso son  piedras en el camino que nos hacen tropezar y entorpecen nuestro andar por la vida.

Acaricié la madera de mi lápiz mientras pensaba cómo terminar mi día, lamenté no tener a mano mi caja de plástico transparente donde guardaba las cortezas. No importa me dije, hoy reencontré el placer de las pequeñas cosas simbolizadas en el lápiz y en el cuento de Capote, ya  podía empezar un nuevo día con le grato recuerdo de dos cometas ondeando sobre el cielo azul, un día después de navidad… Dos hechos que ya forman parte de mi existencia.

L.D.

 

24 de Noviembre, 2007, 14:15: Giovanni GonzálezHablando de...

Negociaciones, desmovilizaciones, entregas y diálogos son términos claves en la descripción del panorama político que actualmente enmarca la realidad nacional. Mientras las voces amigas de los gobiernos del mundo se unen a la causa de la pacificación, a nivel interno, los disentimientos siguen pareciendo irreconciliables y tanto gobierno como guerrilla se eternizan en su posición, desde la cual el primero se niega brindarle reconocimiento político a la contraparte y el segundo se niega a asumir la legitimidad de su oponente.

Es difícil encontrar una convergencia de intereses en la liberación de los secuestrados por las FARC, cuando estos representan su única herramienta en una negociación que se hace impensable a los ojos del gobierno Uribe. Para el presidente, cuya bandera política es representada en la seguridad democrática, que significa la derrota militar de los alzados en armas, una negociación representaría el fracaso de sus intenciones. Para la guerrilla, por su parte, esta respuesta le dejaría desprovista de toda protección, si antes no se consolida el establecimiento de un mecanismo similar que le permita seguir combatiendo.

 Mientras ambos exhortan a su oponente a que muestre una voluntad política, las esperanzas de acuerdo parecen cerrarse progresivamente, toda vez que sus intereses se muestran distantes y anversos. Los subversivos instan al gobierno a que les permita suplir la utilidad que les ofrecen los secuestrados por el control de una extensión de territorio estratégico, cuando se sabe que ese mismo gobierno considera que la presencia de tropas en algunas áreas es suficiente para expresar la autonomía del Estado y que se niega a reconocerles un estatus político, teóricamente materializable en una negociación. Esto significa que tanto para uno como para otro el ceder en sus pretensiones les dirige a la pérdida de su objetivo.

Las irreconciliables posiciones de los enfrentados no deja dudas acerca de la poca probabilidad de las negociaciones, pues lo que estos ponen en juego hace que el riesgo supere la potencialidad del éxito. Salvo el surgimiento de presiones internacionales lo suficientemente agobiantes en el orden económico y/o político, esta situación se mantendrá vigente y las miles de familias de los secuestrados continuarán soportando la ausencia de sus seres queridos.  

Por: Giovanni González Arango

 

24 de Noviembre, 2007, 14:06: Ricardo Suárez R.General


UNA MALETA ABANDONADA POR AHÍ.
	El taxista abandonó el bar luego de dejar a una pareja que llegaba 
tardíamente al animado local. Montó en su taxi, se deslizó suave y
silenciosamente en la noche. No se escuchaba más que el ronroneo de los
neumáticos sobre el asfalto mojado. El parabrisas recibía desenfocados los
evanescentes reflejos de los avisos de neón que pendían de los puntos altos de
la avenida. El taxi tomó una curva y cuando había avanzado unos metros
se detuvo. Los ojos del taxista se animaron codiciosos. Casi en la mitad de la
calle se veía abandonada una maleta nueva. La maleta insinuaba un atractivo
contenido y al decir verdad su abandono parecía comportar algo  provocador...
El taxista oteo la soledad del lugar  y con cautela se bajó del taxi. Con pasos
medidos se planto frente a la maleta.
La miró apreciándola en su conjunto.
Taxista: ¿Qué haces bandonada por ahí, a estas horas de la madrugada? - 
La voz suave de la maleta lo sorprendió -
Maleta: Usted lo ha dicho, me han abandonado...
Taxista: ¿Y por qué nadie te ha echado mano y te ha llevado?
Maleta: - Un tanto apenada - Bueno, eso no lo sé...
Taxista: Si así están las cosas, ¡pues vamos, te vienes conmigo!
La maleta indecisa se encogió de sus correas....
El taxista la apreció en su justa medida, pero justo cuando se disponía a 
echar mano de las manijas, algo lo detuvo. Retrocedió un paso y miró a los
extremos de la calle con recelo. Su entusiasmo se disipó...
Taxista: Una maleta bastante bonita, de seguro con buen contenido y abandonada, 
¿en plena madrugada? No, ¡mis amores! Estas emboscadas no son para mi... ¡Dios
me libre de un asalto!
Desconfiado subió al taxi, dio una última mirada a la maleta y se alejó. En 
pocos segundos el taxi era una manchita amarilla que se desvanecía a lo lejos.
Pasó un tiempo sin que ocurriera nada. De pronto se escucharon unos pasos 
desordenados. Un joven despistado paso dándole patadas a una lata.
La maleta se ilusionó con el encuentro, pero fue una mera ilusión. El joven 
balbuceó un "hola" cuando paso a su lado y siguió calle abajo, pateando la lata,
con su carita de niño despistado. Con pesar la maleta lo vio perderse en la
esquina. Volvió el silencio de la noche y el sonido de algunos coches que pasaban
allá, al fondo, en la avenida. Unas carcajadas de mujer, se escucharon de pronto.
Pero la maleta no vio nada.
Unos segundos después se vio la silueta de dos mujeres jóvenes que venían 
abrazadas en evidente jolgorio. Con viva curiosidad la maleta las observo
hasta que estas llegaron a pocos pasos. Las amigas se miraron entre sí, miraron
la maleta y estallaron nuevamente en sonoras carcajadas...
MUJER 1: ¿Qué haces aquí?, tan mona y tan sola...
MALETA: - Sin tono de victima - como lo ven, aquí me abandonaron...
Hubo un silencio entre las amigas pero seguido estallaron en nuevas risotadas.
MUJER 2: Pues vienes con nosotras, que la vas a pasar muy bien y la noche es 
joven...
La maleta las miro indecisa y lo pensó.
MALETA: Ustedes están de fiesta, creo que yo les estorbaría... 
Las amigas apenas escucharon a la maleta. Hicieron pases de baile, posaron como
 modelos y se fueron haciendo adioses con las manos sin parar de reír. Volvió el
silencio. Por un breve tiempo ni el sonido de los carros se escuchó. La maleta no
se exasperó pero se sentía triste. Tal vez por eso ni se dio cuenta a que horas
apareció el anciano reciclador que venia recogiendo cartones de los botes de
basura en un carrito de madera.. Pensó que el anciano se iba arrojar sobre ella
pero ocurrió lo contrario. El anciano escarbo en botes cercanos a la maleta y
apenas le dispensó un par de miradas.. Soltó unas frases como si se conocieran
de siempre.
ANCIANO: Parecía una noche lluviosa y ya ve, se ha puesto muy buena la noche....
MALETA: ¡Es verdad! ...Aquí he estado ya hace unas horas, me han abandonado...
El anciano detuvo por unos instantes su tarea y observo con detalle a la maleta. 
Se quedo pensando y se pasó varias veces las manos en la cabeza, como si fuera
un gesto de preocupación...
ANCIANO: Es un poco raro que viéndose usted tan bien, se encuentre ahí, en la 
mitad de la calle, sola, cuando podría estar en muy buenos lugares…
MALETA: ¡Así es la vida! -Dijo la maleta, sin tornarse patética.
Lejos de mostrar interés el anciano se disculpó...
ANCIANO: Usted me comprenderá, mi tarea es recolectar todo el cartón que 
pueda... ¡Es mi comida! No la puedo llevar conmigo. Si lo hago, me puede traer
problemas, pues me conocen por el cartón… Pero con una maleta nueva, ¿quién me
lo va a creer?
Siguió dándose razones y hablando para sí mismo mientras seguía pacientemente 
su labor. Así estuvo un buen rato mas en esa calle y se olvidó de la maleta.
Después desapareció como llego. De pronto retorno el silencio y la soledad.
Sobrevino luego un tímido amago de lluvia. La maleta se estremeció y su
reluciente cuero habano se lleno de repente de puntitos mas oscuros.
La lluvia ceso cuando apareció la mujer elegante. Parecía tener algo más de 
cuarenta años y todas sus prendas como sus modales eran sofisticados, elegantes.
No se inmutó por la suerte de la maleta y no paro de hablar de los nuevos tiempos,
de la moda, de la soltería, de los sitios de vacaciones, de los buenos licores,
de los amantes, de los idiomas y de las malas amigas...Le echo flores a la maleta
antes de irse y se fue como si nada...Nunca le ofreció llevarla consigo. Una
inquietud se apoderó de la maleta. La madrugada seguía su curso y ya no pasaba
nadie, ni siquiera a lo lejos.... Parecía que así seria hasta el alba, cuando el
muchacho que había pasado pateando un lata reapareció de regreso.
Parecía de buen ánimo y venia como hablando solo. Tenia cierto aire de orfandad 
aunque su ánimo contradecía todo. Se sorprendió cuando se vio junto a
la maleta....
JOVEN: - Mirando incrédulo y admirativo a la maleta-  ¿Qué haces aquí a estas 
horas de la madrugada....
MALETA: Lo mismo te podría preguntar.
JOVEN: ¡Me gusta la noche! ....Los días que deseo salir, espero que mis padres 
se duerman y salgo sin ser visto.. Temen que pueda sucederme algo, pero funciono
bien con la noche... - Vuelve a mirar a la maleta incrédulo- ...No puedo creer
que estés a estas horas sola, abandonada...
MALETA: Pero si ya habías pasado por mi lado y me dijiste un ¡hola!
JOVEN: -Incrédulo consigo mismo- ¿qué pasé y te dije un hola? Vaya por Dios, 
¡vivo en la luna! ¡Discúlpame!
Y siguieron hablando justamente de la luna, de las formas de las nubes, de los 
silencios de la madrugada, de las diferencias de noches parecidas y de las letras
de las canciones que cambian de acuerdo al estado de ánimo. También de las cosas
abandonadas en las calles. Rieron y se contaron mucho mas cosas. El muchacho,
sin dudarlo, se apresto a tomarla de la manija pero la maleta le dijo que estaba
de acuerdo, pero que era importante que mirara su contenido. El muchacho le dijo
que no importaba, que entrarían con sigilo en la casa y allá lo haría. Pero la
maleta
insistió. Entonces el muchacho procedió con toda delicadeza. Puso la maleta 
sobre el anden, soltó las correas y activo el cierre. La maleta se abrió. Allí,
luminosas y brillantes estaban montones de fotos de muchas calles de la ciudad
en la noche... y también innumerables fotos de personajes que se detenían hablar
con maletas abandonadas a la madrugada....Con cierta ansiedad el muchacho repaso
muchas de las fotografías. Quería comentar sobre todo aquello pero volvió a
ordenar el contenido y cerro la maleta. Sonrieron animados. El muchacho puso
sus tibias manos en las manijas de la maleta y echo a andar hacia su casa. Se
fueron hablando de cosas normales, como la hora, los indicios de sol y de la
gentes. Pero tema no les iba a faltar. En la esquina se cruzaron con el taxista
que ya había pasado y este, a media marcha, los miró con recelo.
 
Por: Ricardo Suárez.