Enero del 2008
![]() La gente pasa a mi alrededor
y yo sólo soy ya una gran mancha de sangre. Por: Selvática |
![]() Juan se sienta en el parque con su buena provisión de maíz para
las palomas, tiene previsto estar allí hasta que oscurezca para volver a su
casa, prepararse un bocadillo, ver el telediario y ponerse a leer hasta que los
ojos se le cierren. Lanza Un primer puñado y unas cien palomas se agrupan a su
alrededor revoloteando, alguna rabiosa, más robusta o belicosa logra empujar
a las otras, pero por lo general tiene la impresión de que todas prueban su
maíz. Como todos los días jugó a contarlas, sabía que era inútil, pero
así se le pasaba el tiempo, empezó: uno, dos, tres… abstraído en su tarea logró
llegar hasta cuarenta cuando una paloma levantó el vuelo y en vez de buscar algún
maíz lejano fue a posarse sobre una mujer que se hallaba sentada
frente a Juan. Juan la miró, pero no se extrañó. En ella empezó a descubrir los
ojos, las cejas, el dulce gesto de la boca, la pasión de esa mirada que parecía
emanar vida a todo objeto donde se posaba. Era Lina Guzmán Pérez, la Lina de la
universidad, de las noches enloquecidas por el alcohol y la salsa, la Lina de
su noche de bodas, la Lina de sus treinta años de matrimonio, la Lina que había
muerto hoy hacía un año. Juan abandonó su banco, se acercó, posó una de sus manos sobre el
muslo de Lina, hablaron, soñaron, volverían a ser una familia en cuanto se
encontraran con sus hijos. Ahora los dos abandonan el parque, van en busca de sus hijos, se abrazan entre ellos, llegan hasta la puerta
de su casa. Allí está toda la familia reunida, hijos, primos, hermanos,
cuñados, vecinos y amigos, parece que hay un funeral. - Lina: Por qué no me lo dijiste antes. - Juan: Al principio quise hacerlo, pero luego, entre una cosa y
otra lo dejé pasar. - Lina: Bueno, no te iba dejar solo en tu propio funeral. Pero
antes, demos un recorrido por la casa. Tenemos tiempo antes de que mueran
también nuestros hijos. Vamos. Fueron a la habitación compartida, repasaron los objetos amados y
conservados durante los años de matrimonio, el cenicero azul, el jarrón de
cristal, los teveos que acompañaron la infancia de los hijos. Sobre la mesita
de noche, el libro que no terminó de leer. Lina se acercó a la ventana y le dijo a Juan: ¡Ven a ver! – palmoteó Lina entusiasmada - Mira las hojas de las
plantas, las copas de los árboles, los techos de las casas, la ciudad, el mundo
entero está limpio, como nuevo… listo para ser estrenado. No. – Dijo Juan – Esperemos a nuestros hijos. Por: Gladys |
"Restos
de ideas quedan mezclados con presuntas condiciones de aclaraciones y
divagaciones, que esos pedazos permanezcan latentes en el enjambre de
incongruencias."
Por: Charo González |
Réquiem por la sabiduría popular
![]() La ciencia de vez en cuando nos recuerda cosas que tenemos
enquistadas en el cerebro y que alguna vez recibimos de la abuela, los
campesinos, o los brujos del pueblo... bueno, los que en este siglo XXI,
todavía podemos recordar tener abuelas o haber vivido en un pueblo, un grato
inconveniente del que se libran las nuevas generaciones de citadinos. La Dirección |
![]() Título: Otras
voces, otros ámbitos
|
¿ A qué precio, a cambio de qué sacrificio nace la
ciudad ? Por: Ricardo Abdahllah |
Volvió a recordar aquellos
días salvajes, perdidos en un laberinto de maleza exuberante. Lo veía a él con
ese aspecto delgaducho, pero robusto, de tez morena, un auténtico bombón. Para
colmo era inteligente y sensible. Entonces, ¿por qué seguía en aquella
situación, con aquella panda de maleantes? Esta pregunta y otras muchas más se
las hacía cada vez que veía a su pequeño, Enmanuel, su niño, calco perfecto de
una relación prohibida entre víctima y verdugo. Por: Jimul |
Las FARC: ¿terroristas o auténticos guerrilleros?
![]() Quienes me conocen saben lo sagrado que es para mí el compromiso con mi filiación política, evidente e irreversiblemente de izquierda. Ello no implica la negación a la autocrítica y la asepción dogmática de cuantos postulados emergen de las tendencias que allí aseveran inscribirse; al contrario, tal actitud desvirtuaría, de por sí, a la misma izquierda. Por tanto, no puedo dejar de sentir indiganción -como ser humano, como colombiano, como hombre comprometido con misociedad y con los más necesitados, en fin, como militante honesto de la izquierda- por los terribles actos cometidos por una organización que, como las Farc, se han encargado de manchar y desprestigiar nuestra sincera lucha por el alcance de una sociedad más justa, más humana y digna. No puedo adherirme a la posición, un tanto oportunista de Chávez, a quien si bien he admirado por varias de sus agresivas, pero eficaces y humanistas inicitivas, no puedo respaldar en esta ocasión, pues se vislumbra en su discurso un tinte propio del maquiavelismo uribista, que justifica cualquier medio para la obtención de un fin que ya deja de ser altruista, vistos los caminos que debe recorrer. Sería aceptable sólo en la medida en que esta postura se presentase con la única intención depromover el alcance de un marco jurídico que permita las negociaciones entre el Estado colombiano -como tal- y la guerrilla; falta ver si es este el objetivo que persigue el estadista venezolano, lo cual no justificaría el respaldo a las Farc, pero sí las declaraciones del mandatario de la hermana nación. Preocupado por esta situación, recordé y releí una entrevista que en 1972 Oriana Falacci realizó a la líder sionista Golda Meir, a quien no reconozco precisamente como un ejemplo a seguir, pero que reponde certera y conluyentemente ante el terrorismo, en su caso, promovido por algunos representantes del maltratado pueblo palestino: "La suya no es una guerra. Ni siquiera un movimiento revolucionario, porque un movimiento que aspira a matar no puede definirse como revolucionario"aseguró la en ese entonces primera ministra del Estado israelí; absolutamente aplicable al hoy de las Farc, como pueden comprobarlo. En definitiva, lo que quiero resaltar es que no podemos vender filantropía a través de la misantropía, como lo han hecho las Farc durante lós últimos años. Además, y por otra parte, recordemos que la lucha de clases que algunos de nosotros pretendemos promover sólo plantea la imposición de la clase que representamos sobre la otra, como una fase de transición encaminada a la abolición de ambas, en torno a un marco de justicia,equidad, humanismo y dignidad, difícilmente igualables. Nuestra lucha final no es por una clase en particular sino por el hombre. Un saludo, Giovanni |
"Imagina
que necesitas volver a casa y no consigues encontrarla... imagina que deseas
contar tu dolor a aquellos que amas... Hay millones de seres humanos, en este
mismo instante, que no necesitan imaginarlo"
Por: Charo González |
Carlos y María se habían casado el día anterior como Dios y la
sociedad manda, familia, amigos, conocidos, vecinos o personajes convenientes
tuvieron su lugar como testigos del juramento amoroso en la ceremonia. El padre
de la novia les regaló el viaje con destino abierto. Los novios decidirían
donde irían a pasar su luna de miel. Carlos delegó en María la decisión y ella soñaba con una playa
caribeña donde pudiera encontrarse con los famosos. Su piel se erizaba en
cuanto pensaba en la posibilidad de atisbar, así fuera de lejos a Brad Pit o a
George Cloony, en traje de baño… o no, bueno, se conformaría con un famoso
menos atractivo, lo excitante era contar a sus amigas, al regreso, que se había
bañado en las mismas aguas de… por eso, cuando en la agencia de viajes le
informaron que lamentablemente no había plazas hasta dentro de un par de semanas,
su cerebro se bloqueó, escuchaba de
lejos la voz monótona de la dependienta, sin saber de qué le hablaba pidió ver
un folleto turístico y sin preguntar más ordenó los billetes. Carlos, entre
tanto se entretenía mirando las tetas de otra de las dependientas y sólo volvió
a la vida de María cuando ella le dijo que todo estaba listo, que se dieran
prisa pues apenas si tenían tiempo de hacer el equipaje y salir corriendo al
aeropuerto. Carlos obedeció sin preguntar dónde iban, cerró las maletas y
lamentó no tener un tiempo para un ratito de éxtasis, pero bueno, ya había tiempo
para eso. Tomó los pasaportes y salieron al aeropuerto. Al caminar por la sala de embarque, Carlos preguntó dónde tendrían
que pedir el pasa bordo. María miró los billetes y sintió escalofrío en su
espina dorsal. A Marruecos, dijo en un hilo de voz. Carlos se detuvo en seco. La miró y un presentimiento de abandono
lo poseyó, pero al mirar los ojos de María, pensó en que quizás era una buena
idea pasar sus primeros días como marido y mujer sumergidos en una cultura tan
diferente. María por su parte pensaba lo mismo de Carlos. Quizás a él le
pareciera maravilloso empezar su vida de casado en un país extraño. Lo de las
playas caribeñas podría esperar. Durante el vuelo, la imagen de mujeres envueltas en chilabas
rondaban la cabeza de María e intentaba hurgar en su memoria en busca de
referencias marroquis, evocó una película y se concentró en los ojos negros del
protagonista, pero enseguida la imagen cambió y surgió el desierto, las enormes
dunas, el calor del sol y un grupo de seres humanos montados en camellos
ascendiendo y descendiendo delante de una cámara. Se sintió feliz. Iba a tener
una luna de miel de película. Carlos cerraba los ojos, fingía dormir para no tener que hablar
con María. Claro que le encantaba la expectativa del viaje, pero temía que no
precisamente por las razones que hicieron a Maria tomar esa decisión. El
pensaba en enormes salones con cojines de seda, velas perfumadas aromatizando
el ambiente, música sensual y una mujer bailando delante de él, agitando sus
siete velos. Se sintió feliz, iba a tener una luna de miel de película. Cuando llegaron al aeropuerto fueron recibidos por un guía que los
condujo al hotel, les invitó a un té y les propuso un itinerario turístico con
lujo de detalles dejándolo a su consideración por esa noche. Ya mañana
hablarían y tomarían una decisión. A la mañana siguiente y sin hablarlo mucho coincidieron en que
irían por libre. Si había decidido de manera impulsiva el destino de su luna de
miel, dejarían igualmente al destino que los llevara donde le pareciera los
días que estuvieran allí. En el comedor del hotel oyeron hablar del mercado. María se empeñó
en conocerlo y decidieron asistir en las horas de la tarde noche. María escogió la ropa con cuidado, el resultado en el espejo la
complació sobre manera. Carlos igualmente dedicó más tiempo del habitual en
ponerse a punto. Salieron del hotel, tomaron un taxi que los dejó a la entrada del
mercado. María contuvo el aliento, la multitud que llenaba la plaza la mareó,
donde quiera que miraba encontraba representantes de todas las razas humanas,
allí confundían sus humores europeos, asiáticos, orientales, hindúes,
sudamericanos en una babel que la atraía y la repelía al mismo tiempo. Carlos escudriñaba por su parte los lugares donde se formaban
corrillos y hacía ellos se dirigía con la esperanza de encontrarse de frente
con la bailarina de sus sueños. Caminaron entre la multitud, María absorbía humanidad, Carlos
desesperaba de ansiedad, cada corrillo de gente contenía encantadores de
serpientes, escanciadores de agua, adivinadoras, dentistas, acróbatas, pero ni
una sola bailarina. La noche iba cayendo, el cielo iba limando diferencias y la Babel
poco a poco se iba amalgamando en una sola marea humana. Se sentaron en un chiringuito y pidieron probar de eso cuyo nombre
no sabían y que sólo podían señalar con el dedo. El cocinero apenas los miró, les hizo un gesto mientras se
limpiaba las manos en el pantalón, luego tomo de un cazo un terrón de harina y
lo lanzó a la olla. En una esquina se hallaba un palo grueso, el hombre con
mano decidida lo empuñó, empezó a remover el líquido de aquella enorme olla.
María sintió nauseas, Carlos miró para otro lado. Ante su mesa se hallaban dos cazos con un líquido espeso y
amarillento, humeante y una pequeña cuchara de palo. Se miraron a los ojos.
Casi al mismo tiempo tomaron la cuchara, soplando sobre ésta se llevaron a la
boca un sorbo de esa sopa. Al principio, la temperatura del líquido no les
permitió apreciar su sabor, sin embargo a la quinta cucharada algo parecido al
lejano sabor de una sopa de lentejas se fue apoderando de su razón. No habían
terminado de identificar ese sabor cuando un grupo de adolescentes se sentó
frente a ellos. Eran cinco jóvenes que reían y se movían como si fueran dueños
del mundo. María se quedó con los ojos de los jóvenes, admiraba la sedosidad de
sus pestañas, la profundidad de su mirada y la sinceridad de esos gestos al
llevar la cuchara a la boca. Cada cucharada introducía en su interior el mundo del Islam, el
líquido espeso al confundirse con su saliva iba sembrando en su ser una mujer
totalmente diferente. Aquello de contarle a sus amigas donde había pasado su
luna de miel perdió importancia, su mundo anterior se desvaneció y Carlos
sentía lo mismo. Un terremoto arrasó con el pasado de esa pareja. ¡C´est la vie! En su país, por largo tiempo, la familia intentó por todos los
medios posibles hallar a la pareja. Nadie volvió a saber de ellos. Por: Gladys |
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