
Señores
Miembros de la Academia Sueca
Academia Sueca
Suecia
Disculpándome de antemano por ignorar a qué Academia
Sueca estoy escribiendo, (aquí tenemos varias academias y nunca las utilizamos)
me dirijo a ustedes tras la decepción que para mí y los demás adherentes a su
candidatura, ha representado el hecho, de que, una vez más, el prestigioso
premio que ustedes entregan cada año por estos días, no haya llegado a las
manos de quién más lo merece. Por supuesto me refiero al escritor
italo-norteamericano Silvester Stallone. Como no tiene sentido ahora revolcar la herida tan
reciente que representó ver reconocido el trabajo de una dama maleducada que,
llena de ramos de flores como cualquier miembro de la realeza británica, se
dedicó a demeritar la importancia de un premio que “Sly” con seguridad había
reconocido con la humildad propia de un hombre que ha luchado, me propongo
proponer oficialmente su candidatura para la versión 2008. Siendo con seguridad
el primero en postular, aunque los abogados de Coehlo deben estar en esoconfío
en que tendrán el tiempo suficiente para examinar la candidatura y tomar una
decisión sabia, considerando sobre todo que J.K. Rowling (en ella pensé cuando
el noticiero anunció “escritora británica gana el Nobel”), anda desde ya
sonando y en caso de ganar muy probablemente no respetaría su anuncio de
detenerse en el tomo siete de su saga,
Procedo entonces a sustentar la candidatura.
En 1977, el Grupo Editorial Berkley
publicó Paradise Alley, una
novela firmada por el actor y guionista, que llegó a mis manos en la edición de
Círculo de Lectores de 1978 comprada en una venta de usados en la Plazoleta del Rosario
ante la imposibilidad de decidir entre un ejemplar en rústica de Fuego de Carmelita Schicksal y el Necronomicón anotado por un catedrático
de la Universidad
de Arkham. La solapa del libro de Stallone, los demás no tenían, anunciaba una
novela “con la ternura y la humanidad del mejor Saroyan, de los relatos breves
de John Steinbeck, o de los cuentos italo-neoyorquinos de Mario Puzo”. “Les faltó incluir a Faulkner” pensé y lo hice con
cierta indignación que creció cuando vi que en la foto que precedía la reseña
biográfica de la última página Stallone aparecía musculoso y sin camisa. Es
sabido que los buenos escritores no tienen músculos. Aunque Hemingway los tenía. Y boxeaba, como Rocky. Es sabido que es de mal gusto aparecer sin camisa en
las fotos de las solapas. De hecho aparecer en las fotos de las solapas es de
mal gusto. Sin embargo después de leer la pequeña biografía y
secarme las lágrimas (“era un niño problema y se le expulsaba de los colegios
con frecuencia”, “se sostenía limpiando jaulas en el zoológico de Nueva York”)
y de saber que Stallone “apareció en una producción estudiantil de La Muerte de un Viajante”, lo que me movió el
corazón pues actué en una producción de la misma obra en el papel de
refrigerador, decidí seguir adelante con la lectura de una novela que, si nos
dejamos llevar por algo tan injusto como los prejuicios, auguraba una calidad
comparable a una colección de relatos eróticos escrita por Paris Hilton.
Continuara…
Por: Ricardo Abdahllah
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