Mi
hijo estudia con los hijos del presidente. Salimos a llevarlos. Yo voy con la
mujer del presi y uno de sus hijos en una gran limusina, en la que nos precede,
va el presidente con mi hijo y sus otros dos chicos. El
colegio está situado en una colina de tierra roja. Aparcamos frente a la
entrada de la cueva. Allí había un asentamiento indígena. En la parte exterior
hay un salón grande, los muebles son bloques de tierra contorneados y
apisonados, hay sofás, sillones, estanterías, todos de un hermoso color rojizo,
traspasamos esta especie de recibidor y accedemos a otra sala donde los muebles
también están empotrados a las paredes de la cueva y allí ya encontramos restos
indígenas, calaveras, esqueletos hermosa y tenuemente iluminados dándole a la
cueva una atmósfera acogedora e íntima. Seguimos avanzando y las galerías se
suceden más o menos iguales, lo único que cambia es el número de muebles,
algunos tienen más que otros, incluso hay galerías totalmente vacías. Cuando
llegamos más o menos al centro de la colina, encontramos las aulas del saber,
las sillas y las pizarras se hayan dispuestas en forma de teatro en la entraña
misma de la cueva. Dejamos a los chicos allí, orgullosos de darles esa
educación y salimos por la parte de atrás. Avanzamos unos cuantos metros y
mientras ellos se suben a los coches yo volteo a mirar la colina, me siento
emocionada al contemplar que por ese lado la montaña forma una especie de
castillo, una fortaleza construida por la lenta labor del tiempo, el edificio
termina en una torre a la que no se le pude ver la cúpula pues ésta se hunde en
la barriga de las nubes. Tengo que capturar esa imagen en mi moderna lupa de cristal para que no se esfume. Por: Selvática |