Junio del 2008
![]() Cuando supe que el voto de la mujer, había sido un ardid que se inventaron los hombres para ganar unas elecciones, y que el derecho a elegir, no lo habíamos conseguido nosotras; que ninguna de las protestas, de las arengas, sacrificios y peticiones de aquellas mujeres, había tenido eco en el mundo masculino, me llevé una gran desilusión. Pensé en mi abuela, viuda desde muy joven, con escasos recursos, deslomándose trabajando para dar estudio a sus hijos, único pasaporte que podría brindarles un futuro mejor. Luego mi madre, ejerciendo un trabajo un poco más rentable que el de la abuela, pero igual de sacrificado e igualmente sola. Las dos mujeres más importantes de mi vida habían pasado la suya solas, dedicando su fuerza, inteligencia y valentía a la construcción de un mundo en el que sus hijos pudieran obtener un desahogo económico, formar un hogar feliz, unido y con suerte, con mucho amor; algo de lo que ellas carecieron pero que no les endureció el corazón jamás, a pesar de que no vivieron para sí mismas. Como ellas, millones de mujeres estaban en lo mismo, y aunque falta mucho, aún hay mujeres que se doblegan, mujeres temerosas que no se atreven a denunciar los maltratos por miedo, mujeres que mueren día a día sin haber vivido plenamente; poco a poco el miedo cede el lugar a la acción, aunque en muchos casos el precio que se tiene que pagar es demasiado elevado: mujeres sin amor, sin esos trabajos fabulosos y excelentemente pagados como las protagonistas de la famosa serie y ahora película Sexo en Nueva York, pero que pusieron, seguramente sin saberlo, su grano de arena para que sus nietas y bisnietas pudieran decidir qué hacer con su vida y se lanzaran a ello sin miedo. Ahí está la clave de lo que ha estado pasando todos estos años en la sociedad, más que unos derechos impresos en papel, que unos sellos en los juzgados, lo que ha ido germinando es el valor en el corazón de las mujeres. Poco a poco el miedo se ha ido replegando y las mujeres empezaron a hablar sin titubeos, y si alguna duda las asalta, es sobre cómo lograr sus objetivos, nunca sobre su condición de mujeres. De eso se trata, del mundo de la mujer desde las abuelas hasta las niñas de hoy, quizás se perdió esa batalla, me refiero a la del voto, pero se ha ganado en conocimiento de su condición femenina, en valentía, en tesón para buscar su lugar en el mundo. Un lugar donde ser felices, disfrutar del amor y vivir como seres humanos independientemente de sí se deciden a tener hijos, marido o no. Este conocimiento es como una bola de nieve que va creciendo a medida que avanza, ya no se trata de quemar sostenes, ni de pelearse con los hombres, se trata de desechar lo que no gusta o no conviene, o no produce felicidad, por eso se está actuando, cada vez más mujeres se dedican a lo que les gusta y lo llevan a cabo, no importa si fracasan en el intento, se está haciendo, eso es lo esencial en ese nuevo mundo que se construye día a día. Suena raro a los más radicales, y hay quien se escandaliza o ridiculiza que una ministra insista en cambiar el lenguaje en el uso cotidiano para denominar un mundo que se etiqueta como masculino. Eso es solamente un aspecto del fenómeno que está viviendo la mujer, ya viven de su profesión, salen de compras con su propio dinero, viajan o se quedan en casa, exigen fidelidad y la dan, se han dado cuenta de que se puede cambiar el mundo y lo están haciendo. Eso es lo mejor de la película, aunque caiga en exageraciones como alquilar bolsos de marca por días, lo esencial es que las mujeres ya tienen su habitación propia como Virginia lo pedía a gritos. Lo que se haga en ella depende solo de las mujeres y está bien que así sea. Por: Ágata |
Hace poco, haciendo un trabajo de investigación en la
biblioteca, y mientras revisaba unos periódicos de 1903 me encontré con una
noticia que denunciaba “la trata de blancos”. Se refería a mafias organizadas
que captaban hombres en países como Alemania, Holanda, Bélgica, España y
algunos más de Europa para llevárselos al nuevo mundo. Cada hombre era pagado a
0,08 centavos, el precio aumentaba si el hombre venía acompañado de su familia.
Estos además tenían que costearse el viaje y una vez en tierras americanas,
eran abandonados y el dinero desaparecía… ¿A qué la historia les suena? Ha transcurrido más de un siglo y la
humanidad no ha cambiado absolutamente nada. Esa noticia podría ser de un día
como hoy, y en vez de europeos en bancarrota, los protagonistas proceden de
Senegal, Sierra Leona, Marruecos o Sur América. Cuando leo estas noticias, cuando miro
a mí alrededor me pregunto ¿por qué no cambiamos? Es que acaso todos estos años
de historia que cargamos a nuestras espaldas no nos sirven de experiencia, es
que los holocaustos, las matanzas, las guerras, cuyas cicatrices aún están
abiertas, no nos sirven de freno. Como no hallo respuestas, me pregunto si la
cultura ha contribuido en algo para amansar al animal salvaje que llevamos
dentro, lamento no poder dar una respuesta positiva. Una pregunta me ronda la cabeza desde que leí la noticia, ¿sirve de algo la cultura? ¿Nos hace mejores seres humanos? Si no es así, debería serlo, de lo contrario no avanzamos, nos movemos en espiral y en cada sacudida nos llevamos por delante a muchos seres humanos, incluidos nosotros mismos. La Dirección |
Las
olas se acercan a mojar sus pies, van horadando la forma de su talón en la
arena mientras ella las contempla en silencio desde la lejanía, donde su mirada
elige la ola más profunda, más azul, más consistente, se pega a ella mientras
sigue su curso irremediable, ve como se encuentra con otras olas a las que
absorbe, la ve crecer, alzarse orgullosa sobre las demás, rugir de alegría ante
la proximidad de la playa para finalmente romper poderosa contra sus pies;
luego retrocede con prudencia no sin antes hacerle una última venia y después
muere de nuevo devorada por el mar. Entonces
ella vuelve de revés los bolsillos de sus jeans, alisa la arena y va colocando
uno a uno todos los hilos de colores que ha recogido durante el día. El
rojo por ejemplo lo encontró en la zona antigua de la ciudad, justo en medio de
la calle angosta que han delimitado para las vendedoras de sexo, recuerda que iba
distraída mirando los pechos de una mujer madura, que se hallaba ante una
ventana, esos enormes globos parecían a punto de reventar e inundar la calle
entera, luego su mirada se detuvo en el rostro de la mujer y no la encontró
particularmente guapa, al contrario, era más bien feilla, tenía la piel del
rostro manchada, seguramente secuelas de algún embarazo, y la piel ya empezaba
a escurrirse por sus carillos. Y pensó en el amor que vendía esa mujer, en las
caricias que ofrendaba y sintió envidia cuando un hombre, igualmente mayor y
deteriorado se le acercó y la besó exhibiendo una extraña ternura. El
verde, fue cerca de un colegio, los chicos salían en tropel, se empujaban y
reían despreocupados, los más pequeños corrían a los brazos de sus padres que
los esperaban y los más jóvenes se lanzaban miradas llenas de deseo. El
azul, en una zona comercial, tan impersonal como las marcas que exhibían las
vitrinas de los fríos almacenes, tan lejana como la mirada de los maniquís, una
zona que a ella particularmente no le gustaba mucho frecuentar pero que ese día
se había visto obligada a acudir para acompañar a su hermana, que si flipaba
con los centros comerciales… Y
así, mientras iba sacando los hilos para ponerlos sobre la arena, iba
recordando el lugar donde los había encontrado, la situación especifica y hasta
los rostros de las personas que vio en cada momento y de ellas extraía su
mundo, raptaba sus cotidianidades para guardárselas en el cerebro aderezándolas
con cuanto detalle doméstico le revelaban los rasgos de aquellos rostros, las
arrugas de aquellas pieles, los tonos de los cabellos, el timbre de sus voces,
incluso hasta el olor de sus cabellos o de sus cuerpos hasta formar una galería
humana infinita como el mar ante el que depositaba sus tesoros. Toda esta actividad le llevaba la tarde entera y sólo abandonaba la playa ya muy entrada la noche, porque incluso, algunas veces la luz de la luna llegaba a añadir más sentimientos a su colección de hilos de colores. Finalmente, cuando el cansancio o los guardias de la playa empezaban a hacerse demasiado impertinentes, ella decidía emprender el camino de regreso a su casa. Se acostaba y dormía profundamente, con la extraña satisfacción de hastío que producen las tardes enteras en familia. Por: Gladys |
"Leyes
perennes pudren las ramas de una justicia caduca" "Puedo darte aquello que ya es tuyo porque en mi es
idéntico."
"Vas pidiendo sin saber que lo tienes en tu mismo deseo y
únicamente has de quitarle el velo." "Pasos cortos de zapatos grandes." Por: Charo González |
Recuerdo con especial emoción la época en que leí El club
de la buena estrella, el placer que sentía al ir descubriendo los pliegues en
la piel de esas mujeres chinas, que describía tan admirablemente Amy Tan,
luchando por renacer en una tierra diferente a la suya, en un mundo en el que
sus creencias, su cultura, su forma de ser no pasaba de ser un exotismo que una
nación poderosa se da el lujo de poseer, exhibir y explotar. En el universo de El club de la buena estrella, todo
tenía un profundo sentido, una esencia casi palpable que nos poseía a medida
que avanzamos por sus páginas. Sin embargo, en “Un lugar llamado nada”, no encuentro ese mundo, no hay pliegues a pesar de que quien lo narra es alguien que alguna vez nos traspaso… o quizás es por eso mismo, los muertos son muy difíciles de entender y este es un libro narrado por un muerto, por alguien que parece que ha dejado atrás la etapa de pliegues sensibles y profundos para rendirse a la simplicidad de nuestro recién estrenado siglo. Y ella misma nos lo anuncia desde el principio con ese anónimo que encontramos nada más al abrir el libro y que nos habla de la experiencia de un hombre piadoso que pesca para salvar a los peces de la muerte; el titulo también nos lo advierte: Un lugar llamado nada, obviamente no ofrece nada, aunque esté bien escrito, la nada seguirá siéndolo, está en su naturaleza. Por: Ágata |
En la negra noche |
¿Por
qué no soy capaz de vivir unos segundos sin ti? II Esta
noche he recobrado el placer de andar, recuerdo perfectamente todo lo que sentí
justo antes de tal acontecimiento. Por: Gladys |
"Parecen signos de desprecio, pero son formas de afrontar
la desazón de lo inevitable, es simplemente la necesidad de tener espacio
cuando en todo momento nos parece que nos falta el aire." Por: Charo González |
El ocho del octavo mes del dos mil ocho
![]() Han adivinado. Precisamente en esa fecha se inaugurarán los juegos olímpicos en el gran imperio. Nadie quedará impávido ante lo que va a acontecer, incluso aquellos para quienes el deporte es indiferente. La razón del interés suscitado es, por supuesto, el país que lo organiza, China representa a una gran civilización en la que leyenda y la realidad rivalizan. Leyendas como la de asegurar la inmortalidad teniendo relaciones sexuales con jóvenes castos, o máximas que nos aconsejan ser tan flexibles como las ramas de bambú, que se inclinan ante la adversidad sin partirse, para luego erguirse con mayor ímpetu, o esta otra que me viene a la memoria, habla de la filosofía de un campesino, quien creía que su universo no sólo consistía en los pocos metros cuadrados de superficie de su terreno para cultivar, sino todo lo que podía abarcar hacía arriba, hasta el cielo, o hacía abajo hasta las antípodas; también tenemos su cine, su teatro, arquitectura y esa estética rojo-dorado que envuelve todo lo oriental con un aura intrigante en la que nos solemos introducir los occidentales de una manera imprudente, juzgando, criticando o adoptando sus credos con ardor religioso como sucedió con las teorías de Mao principalmente América Latina y a cuyo fanatismo le debemos tantos muertos. Los imperios se construyen día a día, la cultura de un pueblo se abona cada segundo y a sus ciudadanos compete cuidarla, abonarla y expandirla, esto estaría muy bien si en ese proceso de expansión no se avasallara a las minorías, pero la realidad es otra, a lo largo de los milenios hemos visto desaparecer civilizaciones enteras bajo las dictaduras de la fuerza, o los subterfugios de la política. Cada cierto tiempo la humanidad sacude sus alfombras y la fisonomía se transforma, ¿estaremos viviendo esos momentos? Podría ser, la fecha misma tiene un aire intrigante y premonitorio, el ocho, a las ocho del octavo mes del octavo año del milenio…parece algo sacado de los arcanos de Nostradamus, ¿a qué si? Pero no hay que preocuparse, ese día, todos estaremos viendo el maravilloso espectáculo de inauguración ya sea de cuerpo presente o por la tele y durante los próximos días organizaremos nuestra cotidianidad para ver qué hacen nuestros deportistas… si los monjes tibetanos se encierran en sus templos, en callada protesta, nos diremos que ellos son así, nadie va a boicotear nuestro más grande espectáculo del verano, mientras vamos contando las medallas que ganan nuestros deportistas. El ocho a las ocho… La Dirección |