Agosto del 2008
![]() "Estaciones abandonadas esperan nuevos murmullos
que hagan brillar nuevamente sus muros." Por: Charo González |
![]() http://es.youtube.com/watch?v=Ny7GAvvAFcE Gracias amigo infernal por darnos la oportunidad para cambiar de mundo solamente con un click sobre este link. Buen viaje por el mundo de la magia. |
![]() No, no voy a
reflexionar sobre el deporte, aunque por estas fechas y dado lo que está
aconteciendo uno no puede mirar para otro lado fingiendo que no pasa nada. Yo
quiero contarles mi pasión por China, pero ese sentimiento es una mezcla de
admiración y miedo; admiración por su cultura, por sus obras, por su
pensamiento, por la imprenta, el papel, las cometas, los paraguas, el ábaco,
por nombrar sólo algunos de los inventos menos conocidos y miedo, por su
carácter ancestralmente detallista, introvertido y hasta deshumanizado, que los
ha impulsado a hacer lo imposible. Nadie ignora que ellos han destacado siempre
en inventos que requerían de gran precisión y concentración, en todos
aquellos en los que las matemáticas juegan un papel considerable, sin
olvidarnos de su literatura y filosofía.
El papel de China en el desarrollo de Europa es mucho más grande del que
imaginamos hasta el punto de que muchas de sus invenciones están presentes en
nuestra vida diaria. China tuvo durante mucho tiempo un liderazgo tecnológico
ya que la impresión, la navegación con el compás, la pólvora, eran tecnología
punta siglos atrás y además eran instrumentos de dominación militar.
Y sin embargo, a sabiendas de todo eso, el miedo a las culturas ajenas es una
barrera que ni dos mil años de civilización occidental han podido derribar,
nosotros con nuestro agotamiento cultural sentimos como amenaza el
resurgimiento del dragón, y lo tememos en lo que más nos duele: el poderío
económico, y lo que él representa para nuestro mundo consumista. Por eso el
dragón se cierne sobre nosotros amenazando lo que hemos considerado avance de
nuestra sociedad: el derecho a las vacaciones, el derecho a la individualidad,
aspectos que a los chinos no les preocupa lo más mínimo, sus grandes logros han
sido conseguidos a base de su laboriosidad extrema, y de su deshumanización:
diez y ocho horas de trabajo en condiciones infrahumanas, con salarios mínimos,
dejando de lado las comodidades más elementales, incluso sin recibir ninguna gratificación:
el ejemplo lo tenemos en la fastuosa inauguración donde un millar de personas
trabajaron como voluntarios para llevar a la perfección su presentación ante el
mundo: la inauguración de las olimpiadas. Y la guinda: su silencio, sobre
cuestiones sociales, política interna y externa y derechos humanos. Creo que ha
llegado el momento en que el hombre debe reflexionar sobre si en realidad
necesita consumir tanto hasta agotar el planeta, por parte de los occidentales
o si es sensato matarse trabajando para satisfacer esa demanda, por parte de
los orientales. Ningún extremo es saludable para la supervivencia del ser
humano, se debe girar hacía una nueva concepción del universo, y este es
precisamente el momento de cambiar, cuando tanto orientales como occidentales
tenemos un pie en el aire. La Dirección.
|
![]() Esta
expresión se usa para nombrar aquella ropa que sirve de complemento, o salida
de emergencia para el día a día. Aprovechando las rebajas, Silvia salió de casa con el fin de
darle un aire a su “fondo de armario”. Después de atravesar la ciudad en el
agobiante y caluroso metro, Silvia, literalmente fue vomitada a empujones, por
la multitud que se asfixiaba ante las puertas de los grandes almacenes. A la
hora en punto, el guardia musculoso del almacén posó sus enormes y rudas manos
sobre la cerradura de la encristalada puerta y abrió echándose juiciosamente a
un lado para que la multitud no lo aplastara. Silvia fue arrastrada en volandas
por el primer piso del almacén y solo al cabo de unos segundos pudo colocar sus
pies sobre las baldosas para poder hurgar entre los containers abarrotados de
prendas a cincuenta céntimos. Metió
sus manos, revolvía la ropa pero sus ojos no veían los modelos, ni la calidad
de la tela, ni podía distinguir si era una blusa, una camisa, un pantalón o una
falda y mucho menos los precios. Sus ojos buscaban entre la multitud unas manos
gruesas deformadas por la tensión de unas venas azules, unas uñas cuadradas muy
bien cortadas y claro, lo que venía con eso. Las
demás personas, aprovechando su distracción le arrebataban de las manos las
prendas de ropa, la empujaban, pisoteaban y sacudían a su antojo. Una voz por
megafonía se imponía a los gritos: en el piso quinto todo lo que necesita para
el hogar, en el segundo el escritor xx firma autógrafos, a los primeros diez
compradores de su última novela se les obsequiará… Las manos del guardia de
seguridad se erguían en mitad del cerebro de Silvia. Finalmente recobró la
compostura, poco a poco fue saliendo del círculo de las rebajas y caminando en
dirección opuesta a los clientes del almacén, se empeñó en buscar al dueño de
aquellas manos. Así
fue como conoció a su personal fondo de armario, sonríe Silvia mientras
contempla un viejo sueter de lana azul que ella le compró, ¿hace cuantos años?
Silvia se sentó en el borde de la cama y miró sus propias manos, arrugadas,
manchadas por los años vividos y recordó que en las noches de juerga sus amigos
se reían de ellos llamándolos “amor de rebajas”, claro en broma, porque veinte
años de felicidad no se encuentran en un container a cincuenta céntimos. |
![]() TENGO UN SUEÑO, UNA CANCIÓN PARA CANTAR PARA AYUDARME A ENFRENTAR CUALQUIER COSA SI VES LO MARAVILLOSO EN UN CUENTO DE HADAS PUEDES ACEPTAR EL FUTURO, INCLUSO SI FALLAS CREO EN LOS ANGELES ALGO BUENO EN TODO LO QUE VE CREO EN LOS ANGELES, CUANDO SÉ QUE EL TIEMPO ES EL CORRECTO PARA MÍ CRUZARÉ EL ARROYO - TENGO UN SUEÑO
TENGO UN SUEÑO, UNA FANTASÍA PARA AYUDARME A ATRAVESAR LA REALIDAD Y MI DESTINO HACE QUE VALGA LA PENA ESPERAR EMPUJANDO A TRAVES DE LA OSCURIDAD, AÚN OTRA MILLA CREO EN LOS ANGELES, ALGO BUENO EN TODO LO QUE VEO CREO EN LOS ANGELES, CUANDO SÉ QUE EL TIEMPO ES EL CORRECTO PARA MI CRUZARÉ EL ARROYO - TENGO UN SUEÑO CRUZARÉ EL ARROYO - TENGO UN SUEÑO
TENGO UN SUEÑO, UNA CANCIÓN PARA CANTAR PARA AYUDARME A ENFRENTAR CUALQUIER COSA SI VES LO MARAVILLOSO EN UN CUENTO DE HADAS PUEDES ACEPTAR EL FUTURO, INCLUSO SI FALLAS CREO EN LOS ANGELES ALGO BUENO EN TODO LO QUE VE CREO EN LOS ANGELES, CUANDO SÉ QUE EL TIEMPO ES EL CORRECTO PARA MI CRUZARÉ EL ARROYO - TENGO UN SUEÑO CRUZARÉ EL ARROYO - TENGO UN SUEÑO
Todo el mundo, al menos un momento en su vida ha tenido un sueño, si lo hicimos realidad o estamos en el proceso es algo que atañe solo a nuestra intimidad, o a esos soliloquios en los que a veces nos sumergimos. Por supuesto hablo de las canciones de Abba, hablo del musical, de la sorpresa de ver a una actriz de la talla y edad de Meryl Streep, moviendo las caderas y dando saltos de vértigo junto a otro cincuentón, Pierce Brosnan, hablo de la fantasía y el mundo idílico y a pesar de las críticas, de los aspavientos de los modernos o puristas Mamma mía, no deja indiferente a nadie, a los pocos segundos de empezar, se expande por la sala de cine esa música, lacrimosa muchas veces, pero tremendamente emotiva, la voz empieza a unirse a los actores entonando sus letras mientras los corazones reblandecen. La razón elabora teorías que al principio parecen muy lógicas e inteligentes pero que al menor descuido dejan de tener valor intelectual demostrando que los sentimientos es lo más importante para el ser humano, la idealización, la búsqueda de la felicidad y la satisfacción personal, lo demás pierde valor. Qué nos importa que sea un refrito del famoso grupo musical, que sea un gran negocio, que unos actores cincuentones traten de revivir su pasado hippie, que una niña quiera saber quienes son sus padres… todo eso pierde importancia, se disuelve en la nada pero la semilla queda ahí, como hace más de cuarenta años: es lindo tener sueños y perseguirlos. Por: Ágata |
![]() Un largo sorbo de vino apozado en el recinto de mi boca para retardar el placer, una forma como cualquiera otra de escapar al sopor de esos almuerzos interminables donde se habla de todo y nada se escucha. Mis compañeros de mesa podrían agruparse en el vasto espacio que enmarca la amistad y los conocidos, unos rostros con los ojos brillantes "efecto exceso de vinos" y experiencias de una generación puestas sobre la mesa. A mi derecha una mujer de mediana edad, cabello corto impecable, enmarcando una cara lavada, pero muy atractiva, canturrea algo por lo bajo – ella también se inventa su propia historia para soportar los interminables almuerzos, pienso – disimuladamente me acerco y logro entender lo que está cantando por lo bajo - : "Te recuerdo Amanda
"Que alguien me diga si ha visto a mi esposo-, preguntaba la doña; se llama Ernesto X; tiene 40 años, trabaja de Ayy cómo me gusta Rubén Blades, en este punto ya los recuerdos me avasallan, revivo las discotecas de salsa y mis caderas se mueven impulsivamente, intento recordar al viejo Willy Colón, a la diosa Celia Cruz, vuelvo a tener veinte años y "Me veras volar
"No se puede vivir con tanto veneno, Sé que podré sobrevivir gracias a la música con que nací. Por Ágata |
![]() Justo acababa de pillar un asiento libre en el autobús articulado, no me fue fácil a esa hora y con tanta gente persiguiendo el mismo objetivo, pero lo había logrado, claro, gracias a un codazo disimulado y a un empellón en el que un golpe de freno me catapultó hacía la única silla libre a mi alcance. Con el rostro aliviado y un resoplido de satisfacción terminé de sentarme y acomodar mi enorme bolso sobre las rodillas sin mirar a la gente por miedo a que me recriminaran o a que, para mi desgracia, hubiera una señora mayor mirándome desconsolada. Pero como al final uno no puede estar siempre mirando obsesivamente por la ventana, decidí echar un vistazo a la gente que iba de pie a mi lado, pensando, con resignación, en que si veía a alguien mayor, inválido o embarazada, tendría que cederle mi sitio, con todo el fastidio que ello me causaba y con el dolor de pies que me acosaba después de tres horas caminando por oficinas burocráticas que parecían enredarse a mi paso, y que me llevaban a hacer colas interminables para un sello aquí, una firma allí, un depósito de x dinero, un sobre adicional, etc. etc., por un momento maldije la educación que me dieron en casa, la solidaridad de la que antes me vanagloriaba se redujo al mínimo, aunque cueste reconocerlo ahora, no me quería levantar de mi sitio, por eso rogaba que no hubiese nadie necesitado a mi alrededor. Al primer vistazo el alma me volvió al cuerpo, junto a mi hombro derecho, se hallaba un hombre joven, estudiante tal vez, fuerte, vigoroso, ese podría aguantar el trayecto de pie, a su lado una chica joven, tal vez su pareja, otra que no necesitaba mi lugar, un poco más lejos un par de adolescentes alborotadores, así que mi imagen estaba a salvo. No tendría que cederle mi puesto a nadie y así continué por varios minutos. Incluso llegué a dormitar un poco, tenía tiempo y para cuando me despertara ya sería momento de bajarme, entonces podría respirar tranquila y sin remordimientos de conciencia. Cerré los ojos, me conecté a mi nuevecito mp4 y con el arrullo de mis canciones preferidas huí de este mundo tan hostil por unos minutos; en realidad hasta la siguiente parada, y es que, ese día estaba señalado para poner a prueba mi conciencia social. La ví en el andén, era absolutamente imposible ignorarla, no medía más que 50 cms. tenía el cabello largo y abundante, lo que destacaba aún más el tamaño de su enorme cabeza, sus manos regordetas asían con fuerza su cartera sin mirar a nadie. Decidida, alistaba su tarjeta prepago para ingresar al autobús. Nunca había visto un enano en persona, y la imagen que tenía de ellos era la de los cuentos de hadas y algún que otro reportaje en los diarios o como suceso de circo. Empecé a sentirme mal por ella, por las miradas que causaba, por lo que pensaría la gente, por las burlas de algunos o la indiscreción de otros, por las dificultades que conlleva vivir en un mundo que no está a nuestra altura, y sobre todo, por mi, por estar pensando precisamente en eso. Intuí que la línea que divide la razón de la locura es muy delgada, y que muy fácilmente se puede caer en el racismo y la intolerancia, comprendí lo que sienten los blancos cuando ven a los negros, a los católicos cuando visitan países musulmanes, o cuando alguien nos habla de las ablaciones; comprendí o más bien sentí el temor que nos produce estar al lado de alguien diferente a nosotros. Un miedo muy difícil de erradicar por más educación para la tolerancia que nos hayan inculcado, por más organismos internacionales, es un miedo propio de nuestra naturaleza, esa bestia que llevamos dentro y que se nos escapa al menor descuido y luego… ahí tenemos las grandes masacres de la humanidad, esas son las consecuencias de nuestra naturaleza. Por supuesto, eso no me consoló, le cedí mi silla y me pregunté si esa actitud se debía a un sentimiento de solidaridad o de miedo a mi bestia interior. Por: Selvática |
![]() "Compañero del sendero recuérdame
cuando pierdas, mi silueta, de vista en algún recodo."
"Formamos el contorno de nosotros
mismos y el de los otros, tranformando las siluetas en sobras que se colorean
al reconocerlas." "Como dulces caramelos saboreemos
los momentos, como amargos frutos silvestres dejemos a un lado del camino los
recuerdos."
Por: Charo González |
![]() Yo
era feliz. No era para menos, ya casi iba a terminar mi carrera de abogado, me
faltaban dos semestres pero la vida se me torció disfrazada de “gran
oportunidad”. Por esos días me dieron la noticia de que podía hacer prácticas
en un juzgado, un poco lejos de mi lugar de residencia, pero bien valía la pena,
por fin podía aplicar todos mis conocimientos, por fin me enfrentaría a un caso
real. Esa era la “gran oportunidad” que había esperado desde que empecé a
estudiar. Ya estaba cansado de los estúpidos ejemplos de mis maestros, en los
que la solución resultaba obvia y predecible. Al fin mi talento encontraba un
reto. Emocionado me frotaba las manos y daba una y otra vuelta por mi
habitación calculando el tiempo que tardaría en llegar al juzgado para
entrevistarme con mi primera clienta, porque era una mujer, un caso de
divorcio, en fin, la cosa a lo mejor a simple vista no tenía mayor interés,
pero era mi primer caso, algo que yo iba a resolver y dependiendo de cómo
iniciara, así me iría el resto de mi vida. ¡Pendejo que es uno, señor! Acicalado,
perfumado y bien peinado me di un último vistazo ante el espejo y salí a la
calle. Por esos años yo vivía en la carrera tercera, y de ahí hasta la Caracas,
donde tenía que tomar el transporte, quedaba un buen trecho, así que como no me
fiaba de la puntualidad en los alimentadores, decidí caminar hasta la estación
del recién estrenado transmilenio. Esa mañana no me fijaba en las montañas, ni
me daba cuenta del frescor del ambiente, como tenía por costumbre. Ese día
respiraba un aire nuevo y estaba contento con él, con mi ciudad y mi caso. Aunque
fuera un trivial divorcio. El mundo era completo, redondo y sin aristas
punzantes. Esperé
unos cinco minutos, me entretuve leyendo por encima del hombro el periódico que otro hombre
tenía desplegado y me enteré a medias de las noticias del día. Cuando el
vehículo se detuvo, subí en volandas, empujado por los demás pasajeros y en
cuanto pude me abrí paso hasta la parte central, donde había menos gente,
pensando en pillar la primera silla en cuanto se me presentara la ocasión. El
viaje era largo y no quería cansarme. Pero la ciudad no desfiló ante mis ojos, nunca
conseguí sentarme y me perdí el despertar de las gentes, sus rostros, sus
prisas, sus vidas y cotidianidades de un día cualquiera. Finalmente el vehículo se detuvo en la última
estación, ahí debía acercarme hasta un puesto de policía y de allí me
conducirían hasta el juzgado. Esas eran las instrucciones que me habían dado. Una
vez en el juzgado, un soldado joven me dijo que el capitán se disculpaba por no
atenderme él mismo, pero complicaciones de última hora se lo impedían, así que
él mismo me acompañaría. No tardaríamos mucho. Me aseguró. Yo
tuve una especie de premonición, de recelo o desconfianza. La cosa no parecía
muy profesional, desde luego, pero a veces, hay casos, que… Decidí
no romperme más el cerebro con divagaciones, me concentré y repasé algunas
teorías pertinentes a ese tipo de casos y me dejé conducir por el joven soldado. Nos
subimos a una patrulla y él me entregó el expediente, que empecé a ojear. “Hombre,
de sesenta años, empleado de un prestigioso banco de crédito. Mujer, de
cincuenta y cinco, modista de profesión. Dueña de una importante y prestigiosa
boutique de alta costura. Al hombre se le conocía por su carácter fuerte,
autoritario y extremadamente riguroso. Ella, por el contrario, a pesar de ser
una exitosa mujer de negocios, exhibe rasgos sumisos y dependientes.
Interrogada una testigo de primer orden, empleada por horas, en la casa de los
señores XX manifiesta que el matrimonio, era más bien un arreglo de
conveniencia pues los señores jamás se dirigían la palabra, el señor sólo abría
la boca para comer y si la esposa le replicaba algo, él le lanzaba unas miradas
fulminantes. La vida práctica de este matrimonio estaba regida por un
reglamento de no más de diez puntos, que el señor había mandado enmarcar en
ojilla de oro y que colgaba en la pared del comedor. Los puntos, según la
empleada eran, como sigue: 1º.-
Cada uno de nosotros dos, viviremos de sus propios recursos. 2º.-
Yo pagaré la mitad de los gastos comunes y tu la otra mitad, haciendo, cada
uno, lo que guste de su resto de peculio. 3º.-
Sólo entiendo por gastos comunes los que hayan sido autorizados por mí. 4º.- Para evitar confusiones, solo pagaré con
recibos. 5º.-
Comeré fuera casi siempre y cuando lo haga en casa, será de lo que yo compre y
como yo lo guise. 6º.-Sólo
necesitamos para el servicio de la casa, una empleada que venga una hora al
día, excepto los domingos, y en esa hora, como en todas las demás, la única
responsable será mi mujer. Cuenta
la empleada que cada vez que el marido quería decirle algo a su mujer le dejaba
una nota en el comedor, “necesito las zapatillas
rojas” o “si no planchan mejor mis cuellos y puños, te cortó el cuello…” Yo
empecé a sentirme mal, me dio un mareo,
no sólo por lo que estaba leyendo, sino por el como. Nunca he podido leer
cuando voy en un vehículo y el movimiento de la patrulla me producía náuseas.
Cerré el expediente. Para calmarme un poco empecé a respirar lentamente,
recordando unos ejercicios de yoga, junté los dedos para realizar una profunda
y metódica respiración. Al
cabo de una media hora llegamos, nos condujeron por un pasillo y el joven
soldado pidió que le acompañara al salón donde la mujer me esperaba. Entré
sintiendo que el corazón se me escapaba del pecho, sentada en un sofá forrado
en imitación cuero me esperaba una mujer mayor, aún muy atractiva, delgada, de
cabeza pequeña y cuello largo, de rostro redondo, grandes pómulos y ojos
verdosos, divinos, como jamás había visto. Rápidamente se levantó, se me
acercó, me tendió su mano y me la estrechó fuertemente, como lo hacen
habitualmente los hombres para demostrar quien es el más fuerte. El soldado nos
dejó solos. Nos sentamos uno al lado del otro y ahí empezó mi caída libre.
Sentí que una corriente eléctrica me erizaba todos los vellos del cuerpo, la
mujer no dijo nada, se puso a escribir y me pasaba notas con los arreglos que
esperaba del divorcio. Al cabo de una hora, cuando yo ya estaba completamente desquiciado, me pasó el último y definitivo letrero. Por supuesto, después de despedirnos asistí a la cita, sabía que no debía involucrar cama y profesión, pero quién mantiene el tipo con una mujer así. Sobretodo, me moría por escuchar su voz, pero ella siempre se negó, un día y otro y otro hasta que pasa lo que pasa. Por: Gladys |