“Sugestiones de la mente para evitar el dolor”. “Pensamientos que curan”. Caldito de papá con costilla, lo llamaba la abuela. Según el hacer de sus manos pecosas y arrugadas, no había nada como el caldito de papa para revivir muertos, y con esta expresión, significaba que esa comida bien servía para curar desde guayabos como males de amor. Es una lastima que ya no me puedas preparar el caldito ahora que tanta falta me hace, ya sé que es una tontería, que si tanta fe le tengo podría hacerlo yo mismo, que me cuesta comprar, pelar y cocer las papas, comprar la costilla y ponerla a hervir… no se trata de eso abuela, por un lado, los dolores que me hacen tener esta cara de pocos amigos, son el resultado de la tristeza, la soledad y la angustia de ver desfilar las horas de mi vida en completo silencio, caminando por calles en las que busco lo que no se me ha perdido, viendo a gente que jamás me preguntará si estoy bien, celebrando mis cumpleaños en un bar ruidoso mientras mi mente entona un desafinado cumpleaños feliz, no apago velas, no parto tarta, pero respiro hondo y en las noches me tomo una aspirina o un whisky para poder levantarme al día siguiente y al siguiente, y al siguiente…

Abuela, eso que tu llamabas caldo de papa se llama placebo, un manera de aliviar el dolor, una palabra que reemplaza la magia de tus manos, la sazón de tus guisos y tus historias interminables en las tardes lluviosas. Sé que no lo entiendes, sé que te reirías de mi y me sacarías corriendo de tu cocina con el cucharón en la mano, ¿tanto tiempo? tantas cosas han pasado, tantos pasos he dado y estoy tan cansado y curtido que ya ningún placebo me sirve, me he vuelto inmune a los remedios y tengo el estómago tan jodido que hasta tu caldito de papa actuaría como un veneno. No pongas esa cara, ya sé que me lo dijiste muchas veces, pero yo me empeñé en partir, me enredé entre los matorrales de otras culturas, y después, cuando la niebla se disipó, cuando la realidad apareció delante de mis narices ya no pude volver hasta ahora, momento en el que  la penúltima hoja de mi calendario está a punto de caer.


Por: La Dirección