…llego al aula. Me coloco
junto a dos escritores conocidos. Vamos a jugar a escribir. Siento como caen mis
excrementos con un golpe seco sobre el piso de madera, luego rueda hasta tocar
los pies de uno de los escritores. Él se asombra, me mira. Su boca se abre y se
cierra en un momento sin atreverse a decirme nada. Descanso. No me ha delatado.
Vuelve a salir un trozo que había quedado atascado por los nervios. Rueda hasta
él. Mi amigo se levanta enojado conmigo. Yo no lo miro. Finjo que no pasa nada.
Escribo. Escribo febrilmente. A mi derecha otro escritor.
No sabe lo que le pasa a mi vientre. Él también escribe. Me levanto para
cambiar de lugar y que no me echen la culpa cuando descubran la porquería. Voy
hasta el escritorio, tomo papel y lápiz, me siento, las frases me salen
impulsivamente, igual que la mierda y me siento libre. Los demás esperan mis
textos. Yo sigo cagando, se que no se me nota, aunque mi amigo escritor esté
viendo lo que me pasa. Mi amor aparece en la
puerta. Está con un desconocido. Yo no miro, pero sé que tampoco se fija en mí.
Ya no me conoce. Los demás se preguntarán por
qué no nos miramos si nos amábamos tanto. ¿No se van a hablar? ¿No se van a
decir nada? ¿Qué pasó con ese gran amor? El verso sigue fluyendo de mi cuerpo, se escribe solo y ya me he limpiado completamente. Por: Selvática |