Daba
gusto mirar la luna esa noche, orgullosa allá en lo alto del cielo, imponente
en su soledad, vestida con un traje de gasa iluminado por algunos rayos de luz
robados al sol. Daba gusto sentir esa especie de parálisis en la nuca de tanto
mirar arriba. Daba gusto sentir el frío de la noche, cuando se vive una noche
así. Pero
también daba pena contemplar tanta belleza en soledad, daba pena no tener otra
sombra para juntar a la propia, daba pena levantar la mano y encontrar
solamente las líneas de destino, vida o muerte, mientras que la del amor era
apenas una pequeña arruga que no representaba nada. Si
hay tanta belleza en el mundo, por qué tenemos que estar solos se preguntaba,
mientras caminaba sin rumbo y sin ninguna meta en mente. Mientras, su cerebro
acompañaba su soledad con párrafos de libros leídos, con estrofas de canciones,
de aquella época en la que los versos salían como por encanto de su garganta y
cuando la risa conmovía todo el cuerpo. Ahora
pertenecía al mundo de los muertos, ahora vagaba por el orbe en estado
contemplativo, o más bien en estado de lamento eterno, lo único que le
recordaba que aún podía sentir algo era esa especie de calor furioso que
encendía su pecho cuando lamentaba tener tanta belleza a su alrededor y estar
obligado a contemplarla solo. Entonces
recordó una frase de alguien, aunque su cerebro no le dictaba el nombre, y
menos la ocasión en que fue pronunciada, pero decía algo así como que querer es
poder, más o menos y entonces cerró los ojos, se concentró, dibujó en su
cerebro las características de Con
ellas se pasea todas las noches por las calles bogotanas, a ellas cubre con un
mantón especial para que no se resfríen, les cede el paso al girar en las
esquinas y con ellas contempla las noches de luna llena en esta ciudad
fantasma. Eso
me contaron de este personaje y la verdad no le dí mucha importancia, me
pareció que era una historia estúpida de alguna mente sin oficio, sin embargo,
acabo de entrar de la calle y me fijé que había luna llena, una luna enorme aún
vestida con los rayos del sol, una noche para preparar un buen trago, encender
la chimenea y releer a mis autores preferidos, pero cuando estaba dispuesto a
hacerlo tomo el ejemplar de cien años de soledad y Remedios no esta, y sí, imaginan bien, igualmente han
desaparecido de la literatura Lolita, Ana, Albertina, y el pánico… Por: Gladys |