Enero del 2009
![]() He logrado llegar al lugar más hermoso de la tierra. Un lugar al final del universo. Un mar salpicado de rocas y farallones que dan cobijo a todas las aves existentes. Un atardecer de esos que uno quisiera eternizar y una niña caminando de mi mano. Una niña a la que enseño el mar y a jugar con las olas. Una niña a la que llevo de la mano hasta una piscina enmarcada Luego la dejo allí para que aprenda de su propia experimentación. Me alejo, llego hasta una cueva, me acuesto en el agua que invita y acaricia una serpiente asoma la cabeza entre las aguas azules, el pánico se apodera de mi pero pienso en que debo hacerme la muerta, un animal no dañará a un muerto, la piel fría recorre mi cuerpo desnudo ya casi me abandona, pero su lengua da dentelladas contra el hueso de mi frente. Unos jóvenes la espantan y juegan con ella Por: Selvática |
Una
eternidad transcurrió mientras Jaavier se apartó del lecho, caminó y cerró la
puerta del cuarto de la joven volviendo al suyo con una determinación clara:
irse cuanto antes. No dar explicaciones que ni él mismo hallaba para su actitud.
Una eternidad también en la calle mientras caminaba sin rumbo fijo por ese
lugar desconocido. Lo peor de la soledad es una madrugada con olor a tierra
palpitante, un olor que hace daño en las fosas nasales y que enajena los
cerebros. En ese estado de inconsciencia recorrió el pueblo en el silencio de
la noche, atemorizado por el rumor de sus pasos que en su cabeza resonaban como
si arrastrara grilletes por los pasillos de la historia de la humanidad, en un
mundo en el que ni los perros ladraban, en una madrugada en que la vida parecía
abandonarlo. Ya
le dolían los pies cuando la oscuridad empezó a descoserse. Se detuvo en medio
de la calle en busca de un refugio a las miradas que pronto llenarían el día,
pensó en alejarse del pueblo y refugiarse en la carretera, en el campo desnudo,
decidido a ello encaminó sus pasos
girando a la izquierda en una esquina cuando de repente topó con un haz de luz
que cruzaba la acera como una daga en la piel de la noche. La curiosidad lo
impulsó a asomar su cara de hombre desesperado. Se trataba de una taberna llena
de humo y voces bajas donde resaltaba el ruido de las botellas de cervezas
chocando entre si, algunas manotadas en la espalda y por encima de ello, el
golpe seco del taco dando con la bola de billar. Ese
golpe maestro lo hizo entrar. Con paso decidido se acercó a la mesa donde los
jugadores miraban expectantes el trazo que la bola dibujaba contra uno de los
laterales como para tomar impulso y lanzarse contra otra bola que finalmente,
por rebote, entraría en el hueco destinado como punto final por el hábil
jugador. Las
risas inundaron el ambiente y Jaavier sintió algo parecido a una emoción
recorrer su espalda, mientras las manos le sudaban acertó a felicitar al
jugador; cuando éste le miro y pareció ubicarlo en el mundo despertó en él el
espíritu de la competitividad y sin pensárselo dos veces lo retó a una partida. Los
jugadores fueron rodeados por todos los hombres del bar, el silencio se impuso,
los dos hombres se miraban y un espectador cualquiera podía pensar en un duelo,
a la manera de las viejas películas del oeste en que los vaqueros se contemplan
a prudente distancia con las manos cerca del revolver listos para disparar en
cualquier momento. Francisco,
el retado miró a Jaavier un tanto sorprendido y unos segundos más tarde achinó
los ojos como midiendo las posibilidades mientras pensaba que un cachaco
desteñido no iba a enseñarle a jugar al billar a su edad. El
juego dio comienzo. Jaavier empezó la partida mientras pensaba que él con su
juego le iba a borrar la sonrisa de superioridad a ese costeño engreído. Puso
toda su atención sobre el triángulo que formaban las bolas y colocó el taco
directo a su objetivo demostrando una habilidad prodigiosa para insuflar el
recorrido más efectivo a sus intereses, los hombres apenas si apartaban la
vista de la mesa mientras Francisco se iba sintiendo herido en su orgullo.
“Cachaco de mierda, parece que si sabes de esto, pero no soy hueso fácil de
roer, vas a tragar polvo de verdad que sí”. Francisco
se concentró en la jugada tratando de grabar cada movimiento de su compañero a
ver si hallaba alguna debilidad que le permitiera decidir el juego a su favor.
Luego de tres carambolas seguidas por fin Jaavier cedió el turno a su
contendiente, que después de aspirar todo el oxigeno que quedaba en aquel antro
se decidió a lanzar su contraataque. “Ahí lo tiene papá a ver que hace con eso”
– se dijo Jaavier mientras Francisco rodeaba la mesa. Francisco
supo jugar muy bien y a cada lance provocaba bramidos entre los parroquianos, voces
que insuflaban su ego de jugador hasta que el destino desvió la bola de su
recorrido cediéndole el turno a su rival. “Esta es mía - se dijo Jaavier - Aquí te pillo aquí te mato costeño alborotador “y en ese duelo de tacos, bolas y habilidad se entretuvieron sin darse cuenta que la luz ya se había dado paso entre la densa humareda, pero ni los jugadores ni los mirones quería perderse quizás el mejor duelo que por aquellos lares se diera en muchos años. Pasados los primeros arrestos de hombría los rivales empezaron a comprender que el juego no terminaba ahí, no era sólo una partida de billar entre un barranquillero y un bogotano, era un duelo a muerte entre dos colosos y la sentencia se dictó por unanimidad, jugarían hasta que uno de los dos se rindiera. Por: Gladys |
Hay días en que
no tenemos ganas ni de abrir los ojos, y no es que afuera esté lloviendo, ni
estemos atravesando una fase depresiva,
me refiero a esos días en que sin motivo aparente decimos, hoy me alejo
de mi mismo, no quiero ser yo, estoy cansado y nos encerramos en ese
paréntesis. Cerramos los
ojos y las imágenes de nuestras obligaciones cotidianas nos azuzan desde el pie
de la cama: Hey perezoso, levántate, no seas gandul, así no vas a llegar a
ninguna parte, lo cual es absurdo pues no pensábamos salir. Estiramos las
piernas, damos vuelta a la almohada para sentirla fresquita, mientras sentimos que los músculos se nos
tornan laxos, que la sombra agradable de
la ensoñación logra deshacer los pensamientos elaborados por el espíritu obediente
que lleva tantos años viviendo dentro de nosotros, la existencia es placentera,
no hay limites, ni bordes afilados que nos puedan dañar, nos
sumergimos en un estado en el que no hay
tiempo, ni recuerdos, ni deseos, dejamos de ser para tomarnos un respiro. Pero si están pensando que
ese respiro es el hálito que insufla las grandes obras, lamento
desilusionarnos, de ese paréntesis no sacamos nada creativo, menos aún la
formula mágica de la relatividad, sin embargo, al cabo de éste, el cuerpo mismo
nos impulsa a levantarnos, a continuar el ritual del baño, vestido y desayuno,
es verdad, nos rodean las mismas cosas pero nosotros no somos los mismos...
nadie sale inmune de esos paréntesis. ¿O si? Continuemos. Los viajes en
autobús nos permiten escaparnos de nosotros mismos sin grandes
remordimientos, ante los demás
aparentamos que nos dirigimos a alguna parte, que somos personas responsables,
de fiar, acuciadas por llegar a nuestros trabajos a tiempo... en resumen, somos
excelentes ciudadanos. Sin embargo, no somos más que unos irresponsables, que
en vez de ir a trabajar o a estudiar, preferimos huir y para que no nos
descubran, tomamos el autobús y nos sentamos junto a la ventana para ver el
mundo pasar, mientras nosotros permanecemos en esa caja de cristal que nos hace
inmunes a la vulgar cotidianidad. Allí, sentados
en nuestra silla soñamos, elaboramos mentiras tan complicadas para que nadie
nos sorprenda o ponemos todo el empeño en construirnos una vida fácil en la que
siempre seremos triunfadores, nos amaran eternamente y sobre todo, seremos
felices por siempre. Así era hace
unos años, cuando nos fugábamos del colegio para cumplir con esos recorridos
interiores impuestos por la rebeldía adolescente, sé que lo que sigue es una
tontería, pero desde hacía tiempo la idea de fugarme no se apartaba de mi
cerebro. Ese día, llevé a mis hijas
al colegio, estuve atento a ella hasta que se perdieron detrás de la puerta,
encendí el coche y conduje hasta las afueras de la ciudad, me quité la corbata,
el reloj, el móvil, incluso la
billetera, solamente reservé mi documento de identidad y un billete de veinte.
Dejé el coche en un aparcamiento cualquiera y me puse a caminar sin ninguna
dirección específica. Al cabo de una media hora más o menos, recordé que por allí
había una estación de autobuses y con ese propósito mis piernas tomaron con más
vigor el tramo que me faltaba. Allí estaban, una hilera de
diez autobuses esperando a sus pasajeros,
todos limpios, milimétricamente aparcados, en las sillas destinadas al público
la misma gente que a mis catorce años: mujeres gordas con amplios vestidos de
flores, bolsas de plástico llenas de comida, sus carteras de charol ajenas a la
moda, los hombres impecablemente vestidos y limpios, sentados con las piernas abiertas y fumando
un cigarro tras otro, la mirada perdida y de pronto, la explosión de alegría
cuando divisan a otro pensionado conocido, entonces cambia el panorama, incluso
dejan que el tabaco se consuma entre sus dedos, hablan, se ríen, recuerdan
cosas, se citan para jugar al ajedrez o a las cartas, todo esto sucede en pocos
minutos, las escenas son interrumpidas por el chófer que con aire de artista de
cine se abre paso, saluda a uno y otra lado, se sube al autobús, revisa un par de detalles mientras los
pasajeros van subiendo. Una vez instalados, cierra las puertas, introduce la
llave y nos ponemos en marcha. El paisaje ha
cambiado un poco, pero se siguen reconociendo ciertos barrios, cierto tipo de
construcciones, las personas son las mismas, como si la vida no hubiera pasado
nunca por ciertas calles, los rostros adquieren los mismos gestos, las mismas
señoras con las bolsas de plástico, los mismos vestidos, los mismos ancianos,
que en verdad debieron morir hace tanto tiempo... Decido bajarme y regresar a
pie. Acabo de darme cuenta que me he hecho mayor. Por: Jako |
No
quiero volverlo a releer, aunque sé que es de esos libros que tendrán la
satisfacción de ser nuevamente abiertos con cuidado y releído con deleite.
Tan solo voy a dejar la memoria que me ha dejado el personaje femenino, apenas
coprotagonista de la novela, apenas personaje en tiempo y letras dedicadas a
ella, pero absolutamente encantadora. Su nombre era Viola. Terca,
infantil, bella, curiosa. Tenía un percherón y un perrillo lanudo. Todo en ella
rebosaba frivolidad, capricho, mal humor sabiamente dosificado y dotes de
manipuladora. No hacía nada más que aparecer y desaparecer, jugar con
coquetería con su admirador, descolocarlo, ahora era tierna, luego era
perversa, pero siempre sabedora de su belleza, de su atractivo, o tal vez
ajena a él, lo que es cierto es que dejaba en el protagonista, EL BARÓN
RAMPANTE, una desazón y un amor herido que compartíamos sus lectores.
Quizás no sea un ejemplo de mujer tal como nos gustaría vernos
reflejada en la literatura, como seres humanos con nuestros defectos y
virtudes, tal vez parezca un arquetipo falso de la mujer coqueta y superficial,
pero es que en el fondo, el autor no da excesivas pistas de cómo es Viola,
porque Viola, como toda mujer, tiene sentimientos e inteligencia, pero a su
manera, se defiende y trata a su enamorado con el desdén de quien tal vez sepa
que no merece la pena entregarse, que en su condición de mujer, en una época
en que no era precisamente un status satisfactorio, el hombre podía ser su
fuente de desgracias y tal vez, por ello, lo castigaba con su desprecio,
huyendo del amor perecedero que él le ofrecía. Por:
Amelia Título: El
barón rampante Autor: Italo
Calvino PERSONAJES Cosimo Piovasco di Rondo: Él protagonista se impone una norma: va a vivir en los árboles para siempre. Es un gesto de rebeldía contra la imposición familiar, pero extensible a la sociedad en general. Batista: Es la hermana mayor de Cósimo.
En la descripción que nos hace el narrador, nos dice que tiene la cara amarilla
que parece un ratón. Padre: Su vida estaba dominada por
ideas desentonadas. Quería ser Duque de Ombrosa y solo piensa en genealogías,
sucesiones y alianzas con los vecinos y lejanos. Madre: La llamaban la Generala y en
sus ratos libres hacía encajes, bordados y flecos para desfogar su pasión
guerrera. Abate: Es como la niñera, pero en
hombre. Es un viejecito seco y arrugado. Parecía tener vocación para la
indiferencia. Biagio: Es el hermano pequeño de
Cósimo.Es el narrador de la historia. Biagio hace junto su hermano muchas
travesuras pero no lo culpan nunca a él, ya que es el pequeño. Viola: Es una niña rubia con peinado
ridículo y lleva un vestido azul. Conoce a Cósimo el mismo día que él se sube
al árbol. Es la cabecilla de un grupo de ladrones de fruta. A ella Cósimo le
promete no bajar nunca más de los árboles. Italo Calvino: Nace en Santiago
de Las Vegas, Provincia de la La Habana – Cuba Octubre de 1923 y fallece en
Siena, Italia el 19 de septiembre de Entre su obra encontramos
cuentos, ensayos y novelas como: Palomar (1983; Si una noche de invierno un viajero
(Se una notte d'inverno un viaggiatore, 1979; El castillo de los
destinos cruzados (Il castelo dei destini incrociati, 1969.
Completado en 1973 con La taberna de los destinos cruzados (La
taverna dei destini incrociati; La jornada de un interventor electoral
(La giornata d'uno scrutatore, 1963; La nube de smog (La
nuvola de smog, 1958; La especulación inmobiliaria (La
speculazione edilizia, 1957; Trilogía Nuestros antepasados (I
nostri antenati, 1960); El vizconde demediado (I visconte
dimezzato, 1952; El barón rampante (Il barone rampante,
1957) Premio Viareggio; El caballero inexistente (Il cavalieri
inesistente, 1959; Los jóvenes del Po (I giovani del Po,
escrito en 1951 y publicado en 1957-1958 en la revista Officina; El
sendero de los nidos de araña (Il sentiero dei nidi di ragno, 1946).
Premio Riccione. |
"Conozco el miedo a través de
otros y la impotencia por mí mismo." Por: Charo González |
![]() Uno de los personajes más
fascinantes de Macondo. La gran obra de García Márquez. Remedios es una mujer
bellísima y extraña, elemental y pura, que vive ajena a la vida ordinaria. Su
belleza enciende el deseo de los hombres, pero aquellos que intentan
consumarlo mueren de forma inesperada. Es la idealización de la
esencia femenina, el lado oculto de la mujer que jamás será conocido por el
hombre, un territorio propio que defiende aún a costa de su propia vida. Otros personajes: Los Aurelianos, Arcadios y
José Arcadios, Ursula Iguaran, Rebeca, Amaranta, Pilar ternera… Gabriel García Márquez. Periodista y escritor colombiano, nacido
Aracataca – Magdalena en 1927 [ Obtuvo el Premio Nobel de literatura en 1982 Su obra se caracteriza por la fusión entre lo fantástico y lo real conformando un tranquilo mundo de imaginación exuberante que sirve de marco a la vida y los conflictos de un continente. Por: La monja voladora |
![]() Pronto
sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, dibujó en su mente los objetos que
ocupaban la estancia y sin quererlo los comparaba con los de su casa junto a
Javier, aquellos tenían la magia de lo usado, el desgaste de la vida, las
huellas del grato roce humano, estos en cambio estaban demasiado invadidos para
aceptar nuevas experiencias, por eso lo rechazaban, incluso el colchón parecía
no aceptar su cuerpo, se sentía incómodo, daba vueltas en la cama tratando de
encontrar una posición para el descanso pero ésta parecía querer expulsarlo. Jaavier
se levantó, se sentó en el suelo apoyando la espalda contra la pared y miró con
odio a la cama. Había ganado, lo había expulsado finalmente. Tuvo ganas de
destripar ese colchón y lanzarlo por la ventana pero un suave murmullo
proveniente de la otra habitación captó su interés, lo paralizó unos instantes,
su cuerpo se tensó y ante sí se abrió un abismo, no sabía como se llamaba esa
chica, nunca le preguntó el nombre y ahora se hallaba bajo su techo. Sintió
odio hacía sí mismo, cómo podía ser tan torpe, tan estúpido, inconsciente y mal educado, la vergüenza lo
paralizó, y la necesidad de saber su nombre con urgencia lo impulsó a buscar
algún objeto revelador, un documento de identidad o algo que le revelara el
nombre de la joven, así, en la mañana cuando desayunaran juntos podría llamarla
por su nombre sin complejos y si ella se asombraba de su falta e hiciera alguna
mención, él le diría que tal vez ella no se acordara pero qué se lo había
preguntado en el autobús, entonces ella le creería y pensaría que lo había
olvidado. Esa estratagema lo libraría de ser juzgado de mala manera. Caminó de
puntillas tanteando en la oscuridad hasta encontrar la puerta, abrió muy
despacio y temeroso asomó la cabeza por el pasillo, allí reinaba una suave luz
que entraba por la ventana, daba la sensación de ser un camino en campo abierto
sin horizonte debido a la niebla. Avanzó despacio unos pocos metros hasta
llegar a la puerta del dormitorio. Vio el cuerpo de la joven acostada de lado,
apreció la línea de su rostro, y su corazón se estremeció al contemplar el
gesto de inocencia y abandono de ella. Así somos cuando dormimos – pensó
Jaavier – nos abandonamos y dejamos el cascaron vacío, indefenso ¿y si alguien
se apoderara de él? Avanzó hasta la cama, se sentó en el piso y contempló aquel rostro, tuvo ganas de dejar las huellas de sus manos sobre las mejillas, los párpados y los labios de la joven pero se contuvo, se conformó con mirarla conteniendo la respiración para no alterar la paz de aquel rostro. Podría quedarse hasta que amaneciera, podría matarla para eternizar ese instante, despertarla, asustarla o también podría aceptar su destino y largarse de ahí cuanto antes. Por: Gladys |
Ni Europa ni América, África es el camino.
![]() Escrito con
pintura blanca, las letras chorreantes se destacan sobre el fondo rojo de los
muros desconchados en edificios que se sostienen por la sola voluntad de hacerlo en cualquier ciudad o pueblo africano.
Ni Europa ni América, rugen las escasas voces de un continente que se está
quedando vacío. Ni Europa ni
América, un graffiti que aparece en muchos pueblos a la vera de los caminos, en
las pequeñas poblaciones o sobre las piedras de carreteras interminables
bordeando el Atlas majestuoso con sus cumbres nevadas. Es un grito estático, un
rugido ronco sin voz porque los que podrían interpretarlo están agonizando por
la avaricia de Europa y América, una frase que no se escuchará en el Palacio de
Chaillot, sede del Museo del hombre en París, donde hace sesenta años un grupo
de seres humanos firmó otra frase lapidaria: Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Aquellos que se
declararon resueltos a “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del
hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de
derechos de hombres y mujeres (recientemente se han añadido los niños)...” así
como a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un
concepto más amplio de libertad”. iniciaron un camino hacía una utopía que cada
día se acerca más a la leyenda, por más organismos que se creen, por más ONGS
que broten sobre los campos minados de la avaricia, todo queda como un grotesco
remedo ante la realidad de un mundo en
el que sólo un mínimo porcentaje de seres humanos es amparado por dichos
privilegios. Lo único cierto es que la Declaración está pasando a la historia como un manuscrito inútil que no cambió la conciencia del ser humano, sesenta años de fracaso lo hacen evidente y un continente aniquilado la prueba palpable. La Dirección |