Abril del 2009
![]() Protagonista del libro Señora de la miel Autora: Fanny Buitrago Teodora Vencejos es la esencia femenina luchando entre lo real y la fantasía, para hacerse un hueco en la vida que le tocó vivir, en su empeño no duda en usar todas las armas que encuentra a su paso ni las que se inventa, si es necesario. Y entre ellas su cuerpo cumple con los objetivos propuestos. Lo mismo le sirve para romper barreras sociales, solucionar conflictos en una sociedad que se empeña en tapar sus taras con pañitos de aguas tibias, el cuerpo de Teodora se erige vigorosamente defendiendo la vida, exaltándola al máximo, pues así es como se debe vivir y así es como hay que plantarle cara a la muerte. Esa es la gran batalla, de la que ya sabemos el final pero a la que le damos largas y entre más, mejor. Para algunas mujeres Teodora podría constituir el estereotipo de una sociedad ñoña, podrida y lamentablemente viva a pesar de los avances en la educación de la mujer y que se mantendrá por muchos años como la eterna protagonista de los culebrones. OTROS PERSONAJES: GALAOR UCRÓS Dr. MANUEL AMIEL DIOSDADO VENCEJOS CLAVEL QUINTA NILLA Escritora colombiana nacida en la ciudad de Barranquilla en 1943 Algunas de sus obras: Bahía Sonora (1975), uno de cuyos relatos "Pasajeros de la
noche", fue galardonado con los premios de El Tiempo de Bogotá, El
Nacional de Caracas y la Revue de deux mondes de París, el año anterior. Los Pañamanes, 1979 Casa del arco iris (1986) Cartas del palomar (1988) Por: La monja voladora |
![]() Estira los dedos delante de
sus ojos, repite el ritual desde los cuatro años, como le enseñó su mamá. Mueve
las falanges despacito hasta que su mente se toma un respiro justo al llegar al
número diez. El público la rodea en
silencio. Los ojos de la gente esperan ansiosos, ella siente su palpitar.
Inclina la cabeza, les sonríe camina erguida hasta la rueda que la aguarda de
la mano de su asistente. Se coloca en el centro, su
cuerpo se inclina suavemente inicia su acto con unos tímidos giros preliminares,
por lo menos hasta descubrir el rostro que desde hace una semana la mira sin
parpadear. Segundos después, absorbida la admiración, el mundo desaparece para
la malabarista. Los rostros de la multitud se amalgaman en una torta salpicada
de ojos atentos. Arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda. La rueda que la
transporta gira sobre una retícula imaginaria obedeciendo a las rutinas
establecidas por ella, una rutina de movimientos que representan el día a día
de millones de personas, pero que extraídos en una escena particular adquieren
el tono mágico del arte, pero también se convierten en algo tan abstracto que
su verdadero significado escapa del alcance de la inteligencia humana. - Siempre hace lo mismo –
susurra Alicia a su compañera – - Y nosotros siempre
estamos aquí – asiente con una sonrisa Berta – - Vámonos que llegaremos
tarde a la clase. - Hoy, me da no sé qué
dejarla sin que termine el número, ¿y si se da cuenta que nos vamos? - Todos los artistas están
acostumbrados a eso. Habrá gente que se quede y otra que se marche. - Si, pero… bueno. Supongo
que muchos representan y luego se van a sus casas, porque tienen una vida
diferente y ella… - Seguramente que ella
también la tiene Berta, vámonos. A lo mejor su marido la está esperando o su
amigo, en fin, no parece ser una mujer solitaria. - ¿Y si está sola? - Pues mala suerte. Que se
las apañe, como todos, como todo el mundo ni más ni menos. Dijo Alicia
recogiendo sus libros para marcharse. - Que se las apañe, iba
pensando Berta mientras recogía también sus libros y se disponía a seguir los
pasos de su amiga. Dio una última mirada a la
mujer que estaba realizando los giros
finales, su silueta se recortaba contra el fondo de la calle… qué se las apañe…
que se las apañe. Se va piensa la artista en
el instante en que su rostro se acerca al piso en la reverencia final. No
esperó el final la niña linda. Y una lágrima se abrió
camino entre las surcadas mejillas mientras los labios sonreían al escaso
público que aguantaba bajo la lluvia que empezaba a caer. Por: Gladys |
![]() EL
SUEÑO MÁS DULCE Doris
Lessing En su
contraportada la autora expresa: “Espero haber sido capaz de recrear el
espíritu de la década de los sesenta…” Y vaya
que lo consiguió. En el sueño más dulce encontramos el ideal que aglutinó a
toda una generación: un mundo más justo, pero bajo esa premisa se oculta la
parte más oscura del ser humano: su egoísmo. Una actitud que siempre nos hace
reflexionar sobre las consecuencias de las acciones humanas, por muy nobles que
parezcan: ¿cambiar el mundo significa abandonar a su familia? ¿Sacrificar lo
personal por lo universal es realmente eficaz? o también: ¿la creación de un
mundo nuevo implica necesariamente la extinción del modelo antiguo? Interrogantes
que bailan en nuestra mente sin acertar a despejarse definitivamente, y que en
el libro tampoco parecen mostrar indicios de solución, quizás ese no es el fin,
el ambiente de la novela se limita a poner en escena una serie de personajes
que esgrimen sus particulares maneras de pensar acerca del mundo que les tocó
vivir y que el lector saque su propia conclusión. Un ejemplo: Francés, mujer de
un activista político que nota como su “ídolo” se va erosionando a medida que
el tiempo pasa, que nota como su discurso pasa de ser un grito vehemente a una
fórmula obsoleta sin ninguna coherencia
entre lo público y lo privado, atrincherándose en su feudo íntimo cuando se da
cuenta que la labor de su vida ni siquiera rasguñó esa desigualdad por la que
luchó. En el
sueño más dulce nos sentimos identificados con los personajes, sentimos que
somos impotentes ante quienes nos gobiernan, y lo más importante: que
somos fruto de lo que la sociedad
siembra. Por:
Ágata |