¿Cómo puedes decir qué no me quieres? ¿Qué sombra maligna ha
borrado el amor que decías tenerme? Mira
mi asombro, mira la locura en mis ojos. Estoy viendo a un espectro que se ha
apoderado de tu cuerpo. Sólo así mi corazón angustiado puede aceptar esas
palabras frías que salen de tu boca. Esos ojos oscuros que me miran tras esas
pestañas, tantas veces besadas por mis labios, no son los tuyos, esas manos que
aún conservan la curva de mis caderas, ahora se aferran al picaporte de la
puerta para desaparecer de mi vida. No lo entiendo. Ven,
ven a nuestra habitación, mira, las sábanas, aún están calientes, y allí, ¿lo
ves?, ese es el hueco que dejas todas las mañanas en la almohada y sobre la
mesita, el libro de poemas que aún no se ha arrugado, no tiene dobleces, ni
siquiera conserva la huella de tus dedos. ¿Cómo puedes irte si aún no hemos
gastado el amor, si apenas lo saboreamos. No, no te vayas, por lo menos no lo hagas hasta que lo
entienda, ¿soy yo? Acaso las sombras de la noche traicionera cayeron sobre mi
desfigurándome, convirtiendo mi belleza en algo repulsivo a tus ojos. ¿O mi voz
se ha convertido en un monótono ruido del cual hay que alejarse para no perder
la razón? El amor no muta de la noche a la mañana, a menos que sea voluble como un viento de
verano y el nuestro no era así, el nuestro estaba llamado a ser la más grande
expresión que dos cuerpos pueden dejar sobre la tierra, no tengo ninguna duda
al respecto, eso que construimos con nuestros cuerpos era lo más maravilloso
que los humanos pueden sentir, ese calor habría podido derretir nuestros
huesos, esas caricias trascendieron los cuerpos y nuestras manos rozaron el infinito. Mira, también mis
manos, conservan el hueco de tu rostro.
Mira. Espera, déjame acercarme un poco, lo verás con tus propios ojos, ves, ves
como mis manos encajan exactamente en tu rostro. Soy la misma de anoche.
Escucha, en la habitación suena todavía tu voz, ¿la escuchas? ¿No es cálida? ¿No es ronca y profunda? ¿No lo escuchas verdad? Ya no estás aquí, por lo menos el
amante no está, él ha dejado en su lugar un hombre que se parece a él. Abre la puerta. ¡Aléjate! Jamás podré entender qué sucedió
entre el sueño del amanecer y el primer cigarro de la mañana. ¡Vete!. Este hombre
que me mira de lejos con la mano sobre el picaporte no es el mismo que amé y no
lo entiendo. No entiendo y sé que la inteligencia jamás será capaz de dilucidar este misterio,
pero mi cuerpo sí, mi cuerpo ya siente frio y hambre y repulsión por ese ser
que abre ahora la puerta. ¡Sal!. Mira las calles, huele la lluvia, deja que te empape
la cara, que las gotas resbalen por esa barbilla perfecta, siente como el agua
lava mis huellas de tu piel, mira los ríos que se forman en la calle y que
resbalan hasta la esquina, huele las flores de los jardines vecinos, en la casa
de la señora Alicia, la que vive en la esquina, en su jardín hay unas flores blancas
que huelen muy bien, es una pena que no recuerde su nombre, podrías, si quieres
tener un detalle con un nuevo amor, regalárselas. Pero, bueno, es mejor que la
memoria me juegue estas pasadas, no creas que soy tan noble como para desear
verte feliz en otros brazos, tampoco te deseo mal, solamente digo estas cosas
para que el corazón no me estalle. Es sólo un momento, dentro de un rato
volveré a escuchar la canción que anoche me entonabas al oído y te aseguro que
seré feliz. Por qué yo, si te he amado. Los aplausos del público no dejaron terminar los acordes de la canción. Yo miré a mi compañero y supe, que él también, después de desayunar me miraría desde la puerta antes de desaparecer. La diferencia entre la letra de la canción y la vida real, está en los años en que él ha tardado en tomar la decisión mientras yo lo observaba. Gladys |