29 de Noviembre, 2009
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Tenía los ojos irritados después de completar treinta horas pegada a la pantalla de su PC, un dolor agudo en las piernas fue el que definitivamente la obligó a levantarse y dar un paseo por su estrecho salón. Pensó si debía ducharse y salir a dar una vuelta cuando el clic de la pantalla la llamó. Miró la mesa, dudó unos instantes, pero luego se decidió a seguir la conversación. -(EL) ¿Estás ahí? La saludó una carita feliz. -(ELLA) Si... estaba... fum...atendiendo a otro amigo. -(EL) ¿Tienes muchos amigos? -(ELLA) Si... Eh, pues... -(ÉL) Llevamos muchas horas hablando, ya nos conocemos, ¿no? -(ELLA) Claro que si. -(EL) Debo confesarte algo. -(ELLA) Dime. -(EL) Todas esas historias sobre mi trabajo como fotógrafo son mentira, en realidad estoy de baja y no sé muy bien en qué gastar las veinticuatro horas del día. -(ELLA) ¡Qué fuerte! ¿Y por qué te inventaste todo eso? -(EL) No lo sé. Nunca me ha gustado la fotografía. Ni viajar. -(ELLA) Vaya. -(EL) ¿Te enfadaste conmigo? -(ELLA) No, claro que no. Yo tampoco soy secretaria del banco. -(EL) Jejejeje Así que empezamos a tener más cosas en común. -(ELLA) Bueno, yo dirá más bien que la mentira nos une. ¿Qué haces? -(EL) Nada. -(ELLA) Igual que yo. -(EL) Pues sí. -(ELLA) Bueno yo trabajo en una empresa archivando expedientes. Lo cual me obliga a estar encerrada en los sótanos mis ocho horas de trabajo y los fines de semana no salgo. -(EL) Yo tampoco. Un día me pasó algo muy gracioso, después de llevar tres días encerrado, cuando salí, las calles me parecieron nuevas, había en el aire algo distinto. -(ELLA) ¿Nuevas? -(EL) Si, como una ciudad animada. Pensé en Homer Simpson. -(ELLA) Jajajajaj- Espera- -(EL) ¿Otro amigo? -(ELLA) No. Quiero fumar. -(EL) Vale, puedes hacerlo mientras hablamos, no me cortes por favor. Yo también podría encender uno, aunque llevo años sin hacerlo. -(ELLA) No lo hagas. -(EL) Yo creo que ya no importa mucho. Bueno si es que no te has arrepentido. -(ELLA) Desde luego que no, siempre y cuando me asegures que es efectivo. No me gustaría quedarme majareta. -(EL) Ni a mi. No te preocupes por eso, mi amigo es un experto y muy fácil de usar. ¿Te has imaginado en algún momento cuando la pantalla se quede en blanco? -(ELLA) Si. La pantalla vacía, muda...como nosotros. -(EL) ¿Ya vas a acabar tu cigarro? -(ELLA) No, me queda más de la mitad. -(EL) Ahhh es que yo soy de caladas largas. -(ELLA) Pues espera un poco... ¿has controlado cuando tarda un cigarro en consumirse? -(EL) No,.. Nunca. -(ELLA) Yo sí. -(EL) Unos tres minutos, ¿quizás si lo haces lentamente? -(ELLA) Como un polvo, casi, -(EL) Jejejejeje ¿Estas lista? -(ELLA) Si -(EL) ¿Te lo conectaste? -(ELLA) Si. Y ¿tú? -(EL) También. -(ELLA) ¿Cuánto tiempo tenemos? -(EL) Yo creo que un marlboro light -(ELLA) Igual que yo. UN LARGO SILENCIO -(EL) ¿Sigues ahí? Parece que se nos acabó el tema. Ya no sé qué decirte. -(ELLA) Ni yo. -(EL) ¿Cómo va ese cigarro? -(ELLA) Quemando. -(EL) ¿Cuánto te queda? -(ELLA) ¿Tienes aquello a tu lado? -(EL) Si. Y ¿tú? -(ELLA) También. -(EL) Yo ya estoy en el filtro. -(ELLA) Yo no, espera le doy una calada más fuerte. Habla mientras tanto. ¿Qué pasó con Homer Simpson? -(EL) ¿Lo de las calles? -(ELLA) Sí. -(EL) Eran más brillantes. Como en los dibujos animados. ¿Tonto verdad? -(ELLA) ¿Tienes un río en tu ciudad? -(EL) No. Y ¿tú? -(ELLA) Tampoco, lo pregunto porque debe ser lindo escuchar el agua mientras… -(EL) ¿Cuál te gustaría... Missisipi o Sena? -(ELLA) No sé... no sabría elegir. Me quedan unos milímetros. -(EL) A mi también. -(ELLA) Mano derecha... -(EL) OK. -(ELLA) Última calada. -(EL) Última. -(PC) PIPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPPP Gladys
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![]() Al
despedirme de ellos pensé en lo felices que eran. Mientras caminaba hacía mi
tristeza, sentía que daba la espalda a los placeres de la vida. Al
entrar en mi casa, reconocí mis miserias cotidianas y un aura reconfortante me
envolvió. Eran mis miserias. En
medio de la madrugada sonó el teléfono. En seguida fui a su casa. Me besaron,
me abrazaron, me mojaron la cara con sus lágrimas. Había ocurrido una tragedia.
Uno de ellos, el más joven había muerto. Los
detalles iban brotando de sus labios y yo iba componiendo la historia. El
más alegre de la familia. Quién más ganas tenía de vivir. Él que más disfrutaba
de la vida – esa procesión de frases hechas entraba en mi cerebro mientras mi
corazón se encogía. Pensaba en su esposa, en sus hijos. Al mismo tiempo en los
padres del asesino. ¿No habían perdido ellos también a su hijo? Las lágrimas impedían mi visión, cerré los ojos y la cordura me mostró la otra cara de la desgracia, que en el fondo son la misma: victima y victimario. Lo constataron el rostro del médico, de los auxiliares, de los forenses, de los auxiliares que levantaban el cadáver y los policías que esposaban al joven. Selvática |