Enero del 2010
![]() Sí, no se asombren, volví a tener catorce años y estoy sentada en mi silla contemplando la pizarra verde del salón de clase. La silueta de la profesora se recorta en la ventana. Las fórmulas de química flotan en el aire formando burbujas, en la del H2O tengo piel tersa, dientes perfectos y una sonrisa, ¡vaya sonrisa tenía entonces! En la fórmula del NaCl el amor me devora, otra vez me lame con la misma hambre, me muerde con la misma avidez. Esa es la fórmula perfecta del amor, no flota en el aire sino que hierve dentro de mi. El amor es posible en la eterna burbuja y la piel retrocede hasta tensarse, vuelvo a vivir y el amor me consume. Selvática |
Trabajo como un robot. Sé que estoy bien preparada y puedo desempeñar cargos
profesionales. Vivo allí, tenemos una gran alcoba para todos los empleados
ubicada en la segunda planta. Una escalera nos conduce hasta nuestros
escritorios en la parte inferior. Antes
de ir a la cama robé del almacén una barra de chocolate y un pan. No sé por qué
lo hice, mi estómago ya se acostumbró a la magra comida, pero no me pude
controlar. Escondí
la barra de chocolate debajo de mi almohada pero se lo conté a mi compañera de
cama. Ella me miró como a un bicho raro. En ese momento sentí que todos los
empleados ya sabían de mi falta. No entendía porque me criticaban, había sido
una travesura nada más. Pensé en
devolverlo, sin embargo las horas pasaban y no me atrevía. Amaneció y yo seguía
dudando. Le
pedí a mi compañera que la devolviera. Ella la tomó, se marchó y a los pocos
segundos la secretaria del jefe anunció
por el megáfono de mi robo. Avergonzada
empecé a preparar mis cosas para marcharme, le dije a mi hijo que teníamos que
salir de allí. Su carita me rompió el corazón. Con sus ojitos me dijo que me
amaba. Me entregan la carta de despido. Allí no decían nada del robo, sólo que mi rendimiento era muy bajo. No lo entendí, el trabajo no requería ningún esfuerzo intelectual. Tuve urgencia de ir al baño, estaba evacuando cuando algunos empleados, antiguos compañeros me empezaron a rodear, supe que me entendían pero no podían hacer nada, al fin y al cabo yo era quien tenía el culo al aire. Selvática |
![]() El recuerdo más lejano que
aparece en mi memoria es el de un pedazo de galleta que me dio mi madre, en vez
de dármela entera. Con los años vino la ropa usada que heredaba de primas y
amigos, mientras babeaba por la de las tiendas de moda en los centros
comerciales. Los rostros de quienes me daban migajas se fueron desdibujando en
mi etapa rebelde para resurgir en cuanto me casé, ya saben el marido y los
hijos se lo llevan todo; de los jefes y compañeros de trabajo no les cuento,
para qué aburrirlos, de repente todo le mundo se volvió voraz o yo muy lenta,
sí, me siento como una mujer con la mano eternamente estirada, pero vacía. Bastaba que yo empezara
a desear algo para que me fuera arrebatado, casi siempre con una sonrisa a modo
de disculpa una y otra vez, hasta que empecé a dejar de sentir deseos. Así me
mantuve más o menos firme y casi feliz. Era fácil no desear nada, pasar por la
vida sin deseos es menos triste de lo que la gente cree, incluso es hasta sano,
nunca más tuve desilusiones ni amarguras de esas que a veces... Una tarde, después de
caminar varias horas por la ciudad – no quería llegar a mi casa solitaria – me
detuve en una cafetería y me senté a tomarme un café. Estaba tranquila, era una
tarde lluviosa y fría, no había mucha gente en el lugar, y ni siquiera
presentía que mi vida iba a cambiar radicalmente. Desde mi sitio podía ver como
la gente caminaba presurosa por la calle llevando bolsas de regalo en las
manos. Aburrida del paisaje paseé mi mirada por la estancia, vi un par de
hombres que hablaban en un rincón, una pareja de jóvenes cerca de la barra, una
anciana cerca de… y de repente la vi, mis ojos se agrandaron, empecé a salivar.
¡Ahí estaba! en un rincón de la vitrina, sobre una pequeña plataforma giratoria
me coqueteaba, con su almíbar chorreante, un trozo de torta de arándanos. Mi
preferida y la última. Con esfuerzo logré apartar la mirada de la vitrina,
hablé de más con el camarero para tratar de olvidar esa exquisita presencia, cuando
la prudencia selló mis labios le pregunté la hora a uno de los hombres de la
mesa del fondo, les comenté que el mio – mi reloj - estaba roto y me oí
diciendo tantas tonterías que enrojecí de la vergüenza, aquellos hombres con su
elegante traje azul debieron pensar que estaba loca, luego saqué todo lo que
tenía en el bolso como buscando lo que no se me había perdido, pero la tarta
seguía ahí tentándome. Cuando los cachivaches
de mi bolso volvieron a su lugar, el camarero vino, colocó mi café sobre la
mesa, de mi boca empezaron a saltar palabras insulsas como si fueran pelotas de
ping pong hasta que rodaron por el suelo entre las piernas de los parroquianos. Unos jóvenes se
levantaron de su mesa. Él era muy guapo, llevaba rastas y una pelusilla negra
enmarcaba su barbilla viril. Ella de piel muy blanca, mirada profunda tuvo la
mala idea de fijarse en mi tarta de arándanos. No aguante más, grité,
al principio fue un leve crujido de mi tráquea que no llamó la atención de
nadie, pero instantes después, la rabia de años acumulada estalló como un
volcán: nooooo!!!!! Con qué gustó pagué la multa por escándalo público, después de engullirme mi último trozo de tarta. Gladys |
![]() Identidades
asesinas Por Amin
Maalouf “Así, la época actual transcurre bajo el doble signo de
la armonización y la disonancia. Nunca los seres humanos han tenido tantas
cosas en común, tantos conocimientos comunes, tantas referencias comunes,
tantas imágenes y palabras, nunca han compartido tantos instrumentos, pero ello
mueve a unos y otros a afirmar con más fuerza su diferencia” Página 101 Cayó este
libro en mis manos por casualidad, no tenía referencias del escritor, y sin
embargo el título: Identidades asesinas me hipnotizó, leí con expectación sus
174 páginas en busca de aquel resquicio que me permitiera entender el mundo que
me tocó vivir y aunque en algunos apartes las teorías expuestas por el autor
alcanzan a rasgar un poco mis tinieblas, las explicaciones agitan de tal modo
las cortinas de la incomprensión que se me van de las manos los pedazos de
realidad que atisbé entre líneas. El autor
analiza la historia, la cultura, la lengua de los pueblos centrándose en la
dignidad del ser humano como punto de partida a una sociedad tolerante, pero al
mismo tiempo nos llama la atención sobre el riesgo que se corre al encargar la
dirección de esa sociedad. ¿Qué hacer? Una vigilancia constante parece ser la
respuesta, pero ¿quién vigila a los vigilantes? ¿Nos volveremos acaso unos espías
a tiempo completo? ¿Dará la humanidad el paso que por peso histórico le
correspondería para dirigir sus destinos y hacer el mundo más amable? No hay
respuestas o hay tantas que ninguna nos sirve, pero es alentador saber que
alguien también se interroga. Greta |
Exhaustas de tanta excitación, aquellas amigas treintañeras, cayeron
dormidas en la cama, comenzando a soñar
con los Reyes, NO con los regalos que le iban a traer los Reyes. Y así fue que a primera
hora de la mañana, Melchor, Gaspar y Baltasar, aparecieron en aquella
habitación, suavemente, despertaron a las bellas mujeres. Hubo un silencio
profundo los 12 ojos no paraban de
mirarse entre sí. Un abrazo inesperado siguió al silencio. Besos profundos y
multitud de caricias, hicieron de aquel lugar el Ideal. La noche siguiente los
pilló entre ardientes y profundos abrazos. Ellos lo tenían muy claro. Ellas no
deseaban otra cosa. Desaparecieron para
siempre en ese mundo paralelo llamado Paraíso. Cuentan que hoy son el Consejo
asesor de los Reyes, ellos no dan un paso sin contar con sus sugerencias e
ideas. También dicen que los Reyes han vuelto con más energía a la tarea que
tienen encomendada: Llevar la
Ilusión a todas las partes de la Tierra. Jimul |
8.760 horas... arriba, abajo o por ahí.
Arriba: Si el año nuevo es como
un libro con las páginas en blanco, para ir llenando a medida que pasan las
horas, creo que he dejado diez en blanco, durmiendo como un idiota. – Se
levantó y se asomó a la ventana –. Abajo: -Soy muy descuidada con
mis cosas y ando por la vida con las manos abiertas sin retener nada. A ver. Me
voy a sentar junto a esa farola, me quitaré estos tacones de mierda que me
tienen los dedos tullidos. ¡Ahhh qué alivio! Parece que los dedos se me han pegado
con poxipol. ¡Mierda! Se me ha rasgado el vestido. He perdido las llaves de
casa, el móvil, no tengo dinero. Me queda un buen trecho para llegar a meterme en mi camita y empezar a soñar. Arriba: -Menuda rasca lleva esa
y con el olor a churros con chocolate, debe tener el estómago convulsionado, la
cabeza le estará dando vueltas a mil por segundo. Ya, si es que entre el mareo
de los cubatas y el olor a grasa de los churros, en vez de ir derecha a su
casa, hará una parada en el ambulatorio. Abajo: -¿Qué haces en la
ventana ojiando a la gente? ¿Buscas inspiración en los huesos de la humanidad
para llenar tu vida chunga? Arriba: -¡Joder! Se dio cuenta
que la miraba. Abajo: -¡Anda ya! Escóndete
detrás de la cortina. Eso es lo único que sabes hacer. O es qué te parece
sublime hablar de mis dedos tullidos por el tacón de aguja. Faltaría más, boyero. Heyyyy, oigan, ustedes. Vengan, vengan
para acá. Un grupo de jóvenes se
acerca. -Miren, en aquella
ventana, la de la derecha. Hombre la de las cortinas de maderilla. Ahí hay un
tipo mirando a la gente. Un ratón de esos que se esconde cuando llega la gente
de verdad. -¡Da la cara cabrón! Le
empiezan a gritar los chicos con los puños en alto. Cobarde, fisgón de
pacotilla, amargao, que eres un amargao y un asqueroso mirón. A esas voces se les unen
otras y otras, de repente el grupo que parecía disperso se reúne en torno a su
portal, empiezan a gritar, amenazar, romper botellas o quemar contenedores. Arriba: Lo primero que pensó fue
en llamar a la policía, luego en grabar la gresca y colgarla en you tube, o
coger el balde, llenarlo de agua y lanzárselo a esos niñatos resacados que
andan buscando la bronca por cualquier cosa. Claro como no tienen más problemas
que la resaca, se inventan novelas para sacarse los tacones de aguja y amenazar
a cualquiera que… Abajo: La chica del traje roto y sin bolso se dedicó
a saquear bolsillos en busca de dinero para el taxi mientras gritaba insultos
al bulto que seguía escondido detrás de la cortina. -Vaya comienzo de año.
Estos niñatos no tienen ya ni un céntimo. A ver si aquel. Desde arriba veía a los
jóvenes y pasado el primer susto se le iluminó la cabeza. Sonrió muy chulo ante
el espejo, tomó una pequeña grabadora y cerró la puerta. Ya en el ascensor se
llevó el aparato a los labios y empezó a
grabar: Uno de enero, diez de la mañana, después de diez horas perdidas entre
las sábanas, he encontrado como empezar a llenarlas este año nuevo. Abre el
portal, se acerca al grupo de jóvenes y disimulando se quita los zapatos, los
tira contra su propio portal. Los chicos hacen lo mismo y en avalancha se
lanzan contra los cristales. La chica se escabulle con los zapatos en la mano y un billete de cinco euros arrugado en sus manos. Gladys |
Mi
marido y yo entramos a una oficina de bienestar social. Vemos a una niña, un
bebé, dos gemelos, tres niños de uno a tres años, y un par de ellos con rasgos
orientales. La gente hace cola para llevarse unos cuantos. Se habla de rebajas. Tantos
ojitos mirándome. Mi corazón se acelera. ¿Habrá dinero en la cuenta? Yo
le digo que sí a la enfermera y en seguida me siento culpable por no haber
consultado a mi marido. Somos una pareja. Lo
miro a los ojos. Sé que le molesta la situación, pero algo en mi rostro lo hace
cambiar de actitud. No tenemos dinero – me dice – Pero
es que los niños – le digo con los ojos – Fuera llueve, llueve muchísimo, la lluvia diluye nuestra alegría, los niños nos miran desde las estanterías. Selvática |
![]() Miró a sus amigos mientras su
cerebro trabajaba a mil por segundo buscando un brindis original. Por su cabeza
desfilaron vertiginosamente todas las mujeres que deseó, los millonarios a
quienes envidió, los deportistas a quienes intentó imitar, los cantantes
famosos… un segundo especial para Jacko… Sus amigos lo miraban expectantes. -
Ya
voy, ya voy. Todo tiene su tiempo. -
Joder,
a ver si te vas a arrepentir. -
Espera
hombre, déjame pensar. Vale, ya está. ¡Por mí mismo! Oprimió el gatillo.
Un golpe seco estalló en la habitación, y la adrenalina en el recinto de su
cabeza, borrando el mundo a su alrededor. Pasados unos segundos, las figuras
empezaron a recobrar su apariencia natural, reconoció el rostro de cada de sus
amigos- continuaban en la misma posición - mientras su mano abandonaba, sin
fuerzas, el arma. Se levantó de la silla, el sudor caía a chorros calientes por
su cuerpo, avanzó hasta la ventana, la abrió y el frio de la madrugada congeló
sus ropas endureciéndolas hasta que empezaron a cortarle la piel. Pedro, a la cabecera de la mesa, se
incorporó, tomó el arma, la hizo girar sobre la superficie de la mesa. Los
cuatro amigos, Javier había quedado fuera del grupo, fijaron su mirada sobre el arma hasta que
ésta empezó a disminuir los giros deteniéndose frente a Pablo. Pablo dudó en
tomarla. Era demasiado pronto. Le faltaban muchas cosas por hacer, tendría que
terminar algunos temas, hablar con algunas personas, visitar algunos países que
siempre le habían atraído, acostarse con… no eso no, el deseo lo había
abandonado hacía ya varios años. ¡Por el sexo! Dijo en voz alta tomando la
pistola sin dar apenas tiempo a los amigos para dedicarle los últimos minutos
antes de que el sonido los rescatara de sus propios pensamientos. Todo fue un
solo acto, las miradas, el ruido, luego el silencio profundo, después el
renacimiento. Tampoco Pablo los abandonaría. Al menos esa noche. Volvió Pedro a
girar la pistola, que se detuvo en frente de Carlos, éste brindó por “su puta
vida” mientras miraba al grupo fijamente. Afuera el ruido del
año nuevo estalló, las tracas se unieron a los estallidos de la pólvora, las
sirenas ahogaron los aullidos de la humanidad. Un año iba a empezar y cada uno
de los seis mil millones de habitantes de la tierra cumplía su cometido más o
menos con la misma fe de siempre. ESTE AÑO VA A SER MEJOR. Pedro acarició el
arma. Siguiendo el ritual que los unió en la época de la universidad, el último
sería indultado. Él. Indultado. Se ve que aún tenía arena en su reloj particular. Se levantaron de la mesa, guardaron el arma y abrieron la puerta. Afuera sus respectivas mujeres rodeadas de los niños los esperaban. María, la mujer de Pedro se bebió la copa de champan apresuradamente. Volvía a respirar aliviada. Otro año más. Gladys |
![]() Algo debía andar mejor en su vieja
maquinaria para creer que podía empezar algo… aunque fuera impuesto por
designios ajenos, como un nuevo año. Debían ser las manos de los operarios.
Sobre todo, ese nuevo que había venido a reemplazar al viejo encargado. Tenía
unos músculos que…. Es treinta y uno de diciembre, al mirarse por dentro se
asombró del suave accionar de sus intestinos, los engranajes equilibraban las sumas y restas de ese año que moría
irremediablemente. Qué afortunado se sentía de estar ahí arriba, sobre el bien
y el mal, ajeno a todo comienzo o final. Un giro de más... pero de pronto, algo llamó
su atención. Había algo cálido entre el quinto, o el sexto piñón. ¿Qué podría
ser? La imagen del joven relojero, o más bien el recuerdo de la calidez de su
mano al limpiar, se le atragantó justo antes de la doce campanada. Ahí estaba, entre
sus intervalos de segundo se le enredó la angustia de un chico que lloró al ver
la ciudad desde lo alto y que como un loco preguntó a la nada: ¿Cómo saber con
certeza que el final ha llegado? ¿Cuánto tiempo tendremos? ¿Alcanzaremos a lavarnos
los dientes, a dejar nuestras finanzas ordenadas? ¿O simplemente nos
adentraremos en la negrura sin apenas darnos cuenta? Y mañana, cuando llamen
los amigos y nuestro teléfono no responda, ¿qué sentirán ellos? ¿Habrá un lugar
vacío en la mesa de la cafetería que tantos chismes nos escuchó? ¿La señora del
supermercado preguntará por nosotros mientras registra la cerveza que hemos
comprado? Los brazos deberían abrazar, los besos deberían luchar por ganar un espacio en los rostros, las copas se juntarían, las risas escaparían de los labios, la pólvora, los doce deseos con las uvas, el frio de la madrugada… y él agazapado en lo alto de la cornisa, atascado por ese atisbo de calidez empezó a pensar que ¿por qué no? El también quería empezar este año… Selvática |
![]() Antes del 22 de diciembre me pasaba las horas pensando en las cosas que haría con los
millones, que, seguro me iban a caer a mi. ¿Por qué no? Por qué no iba
yo a tener ese montón de billetes, alguien me lo puede decir. ¿A qué no han pensado en serio que harían con los millones? Cuando a la gente le preguntan, siempre dice lo mismo, viajar, pagar la hipoteca, etc. y ¿después qué? No pensamos en más. No queremos pensar en más. Es como si el mundo se acabara justo en el momento en que los niños de San Ildefonso terminan aquello de: "..EUUUUROSSS..." Pero el mundo sigue después de apagar la tele, miramos al frente y pensamos que tenemos que seguir caminando por nuestras propias rutas, dándole patadas a las piedras que nos caigan, corriendo cuando la lluvia se nos eche encima o sentándonos en un banco y mejor si es en un parque donde aún queden árboles que nos den sombra. Mucho mejor al lado de un amigo que nos escuche y nos haga reir y lo máximo, si el amor... Perdón, ya mi imaginación se me está desbocando... L.D. |