12 de Marzo, 2010, 14:06: JimulGeneral




      Probablemente uno de los mejores escritores del mundo. Tal vez uno de los hombres que más ha amado el campo. Puede que sea el ejemplo de cazador ideal. Quizá sea el prototipo de humano respetuoso con su entorno natural.

      Realmente uno de los hombres que más ha sentido su tierra, sin ser nacionalista. Desde luego, un tipo muy discreto al que le importaba más su pueblo que andar danzando por el mundo en busca de elogios y premios. Zarandajas, diría él, que no llegan a ninguna parte: “yo soy un hombre de Castilla.”


Jimul
12 de Marzo, 2010, 14:04: GladysGeneral

Siempre...siempre...siempre
12 de Marzo, 2010, 13:54: Selváticaminirelatos

          


       Una ultima mirada al espejo y el resultado es una gran sonrisa. Todo es perfecto esta noche. La diversión ya ha empezado su preámbulo.

       Sale a la calle. La noche tiene la temperatura ideal. Será un placer caminar las dos calles que distan de su casa,  hasta la de su amiga, para ir juntas a la disco.

        Unos cuantos pasos…

        ¿Qué raro, no escucho el sonido del mar?

        ¡No importa! Esta noche lo voy a ignorar, por unas horas no va a sentir mi mirada, a lo mejor será un alivio para él no sentir mi mirada como todas las noches y siempre hasta el amanecer.

         Hoy, esta noche es diversión.

         Ha avanzado unos cuantos metros pero empieza a sentirse culpable por no echar una mirada al mar, se extraña de sentirse culpable y por un momento se dice que es una tontería, pero al final termina volviendo la vista hacía las aguas. Una ola enorme, como una pared se acerca hasta ella en silencio.

         Piensa en el traje nuevo, el peinado, el maquillaje… se quita los tacones y empieza a correr, corre, corre, corre hasta tropezar con un anciano.

         Cuando recobra la conciencia se halla en medio de la ciudad, lejos del mar.     

         Recuerda vagamente al anciano y piensa en que le hubiese gustado que él fuera su padre...

         Selvática

12 de Marzo, 2010, 13:41: SelváticaAlaprima

     perspectiva4.jpg Dibujo_calle image by inmediares


     Imagina un área de cien metros cuadrados. Quiero que la veas desde el aire, como si estuvieras ubicada en un lugar por encima de la tierra, pero no muy lejos, no quiero que pierdas los detalles. Que en tu cerebro se dibuje un cuadrado perfecto… sí, vacío.

     Luego traza, como si tuvieras el poder de un pincel de diseñador gráfico. una alcoba grande. En ella una cama cubierta con una manta de esas que acarician, un par de mesas de noche, dos lámparas, un alfombra mullida y un gran ventanal.

     Frente a la alcoba, un pasillo, ancho por supuesto, imagina un salón, sofás como siempre los has soñado, cortinas, adornos y detalles pensados para la satisfacción. También el salón está enmarcado por un gran ventanal. A la izquierda, o la derecha, según de qué lado estés, podrás ver la cocina. Una cocina de esas que invitan a pasar las veladas hablando y comiendo hasta que raya el alba.

      -¿Ya la tienes?

      -Sí. Es lindo. Es… emocionante vivir en una casa así, sin paredes, con tantas ventanas que permiten ver el exterior, es maravillosa esta sensación de libertad.

       - ¿Qué pasa? ¿puedo salir?

       - Ahhh

       -¿Por qué te sonríes de esa manera?

       - No te calles. Bueno, si no dices nada, voy a salir, ya sé que es mi casa imaginaria y todo lo que tu quieras…

       Sale de la cocina, siente que los recuerdos de cenas interminables y el olor a café recién hecho se le desprenden del cuerpo; atraviesa el salón y la tibieza de la alfombra en sus tobillos la abandona; recorre el pasillo y un temblor desestabiliza sus pies. Se detiene en el cuarto, se lanza sobre la cama. Los recuerdos de sus amores aparecen a los lados pero su deseo de salir los espanta.

        Finalmente abre la puerta de su casa imaginaria.

        Avanza unos pasos por la acera y reconoce que su casa es linda, está construida para disfrutarla, en ella las personas que ama podrán ser felices, el secreto está en la mínima existencia de paredes y en los grandes ventanales, son tan enormes que se pueden disfrutar de las mejores vistas del mundo…

        Claro, habrá que esperar a que el pincel termine de dibujar el mundo, piensa mientras camina  sobre las líneas de fuga del plano infinito.

        Selvática



12 de Marzo, 2010, 13:19: GladysGeneral


             Ya se había resignado, sin grandes aspavientos, a su vida normal,  incluso era feliz viendo pasar los días con sus atardeceres y amaneceres más o menos iguales. De vez en cuando rompía la rutina dedicando unas horas a hacer algo diferente. El sólo hecho de pensar en variar el día a día le alisaba las arrugas del alma

            Ese día, era sábado, había amanecido exactamente igual al de la semana pasada, el silencio de la madrugada, la luz apoderándose poco a poco de la ciudad venciendo las tinieblas en esa ancestral guerra silenciosa. Le gustaba  descubrir cada mañana como la luz dibujaba el mundo material que era parte de su vida: la pared desconchada, las cuerdas en el patio con sábanas extendidas,  las plantas, hasta los utensilios de limpieza en un rincón del patio le eran gratos. Preparó café y entre sorbo y sorbo la decoración del mundo terminó de instalarse.

            El día continuo ignorándola, éste hizo lo suyo, ella también.          

            Al despertar de la siesta decidió salir a caminar un poco, fue hasta un centro comercial y de regreso, cuando las sombras vencedoras van tiñéndolo todo, se detuvo en una frutería. Le llamó la atención la cantidad de letreros que anunciaban ofertas, aunque esos cartones no dejaran ver las frutas. Entró, miró, escogió. Llenó un pequeño carro con algunos productos y se dispuso a hacer la fila ante la cajera. Fue colocando sus productos sobre el mostrador al mismo tiempo que veía los del señor que la adelantaba; era un hombre mayor, probablemente ya jubilado. Había comprado una gran cantidad de plátanos medio blandengues ya, que estaban en oferta.

            Lo más normal del mundo. Como la vida misma. Se decía mientras, ya en casa, guardaba sus compras en la nevera. Preparó su café del atardecer, mientras lo saboreaba sonó su móvil. El timbre casi la asustó. Nadie la llamaba en la tarde de un sábado. Pensó en no contestar, seguramente serían los de la telefónica para proponerle ofertas, así que lo dejó hasta que se silenció, pasados unos segundos volvió a sonar. Esta vez si que lo tomó rápidamente.

            Esa voz llegó a su vida a los veinte años y se había mantenido dormida hasta ahora. El HOLA rasgó su memoria, las células dormidas empezaron a agitarse por todo su cuerpo. No podía creerlo, después de tantos años. La revolución se apoderó de ella impidiéndole responder.

            Él la había llamado, él surgía de las ruinas para buscarla. Su puerta se abriría y en el hueco de su cama, ya no estaría solo su cuerpo, habría otro rompiendo sus espacios. Las manos le sudaban, iba de un lado para otro sin  decidirse a limpiar el polvo o mirarse al espejo. Por qué cuando el rostro estaba deshecho y el músculo blando tenía que aparecer en su vida. ¿Y si ya no se gustaban?

            Decidió salir. No podía con la ansiedad. Aún faltaban un par de horas antes del encuentro, así que lo único que podía hacer era caminar, respirar el aire de la noche con la esperanza de aligerar el alma. Llegó a la esquina, dobló por una calle menos concurrida y se acercó al parque de la cincuenta y tres. El parque donde le tocaron por primera vez las tetas, se sentó en el mismo banco de siempre, junto al eucalipto.

            Allí estuvo un rato mirando al vacío hasta que un movimiento entre los árboles llamó su atención. Se quedó rígida, esperó a ver que pasaba y como nada sucedió, decidió ir a inspeccionar. Se acercó sin hacer ruido, tras los arbustos encontró al anciano de la frutería, escondido debajo de los árboles rodeado de cáscaras de plátano.

            Su corazón dio un salto mortal, no sabía si ponerse a reír o llorar ante la imagen del anciano, decidió esconderse, si se delataba el placer del anciano se iría al carajo y ella no era quien para… o si el pobre no tendría más que comer que esos plátanos medio podridos…

            Volvió a su casa. Ya su vida se había roto. la imagen del gesto voraz del anciano tragando los plátanos no la iba a abandonar jamás, así que decidió arreglarse, retomó un maquillaje que estaba ya casi resecó y se arregló hasta quedar más o menos contenta.

             Sonó el timbre de la puerta. Su pasado volvía con la cara del único hombre que amó en su vida.


            Gladys