Da clases en una pequeña escuela, en un pueblo perdido
bordeado por el mar. Las aulas son bonitas, amplias, iluminadas. No hay cuadros
porque detrás tienen la selva y delante el mar.
Sobre la
pizarra, un ejercicio de matemáticas, a la izquierda unas frases en inglés, la
profesora se despide de los chicos y bajo el marco de la puerta los ve partir.
En su casa,
tirada sobre la cama y con los ojos medio pegados por el sueño, una niña
intenta abrirle los párpados, le enseña sus ejercicios de matemáticas, le lee
un cuento, después, entusiasmada le dice que se lo sabe de memoria y se lo
empieza a contar pero de repente la niña se queda en blanco, se le olvida, los
ojos se le llenan de lágrimas. La mira asustada. Los ojos parecen querer
saltársele de la cara.
Ella parece
acordarse de algo, sale corriendo a la escuela diciendo que tal vez allí… la
voz se le pierde. Ella se levanta, la acompaña a la puerta, la ve irse a la
escuela, desde su lugar, la niña parece caminar sobre las aguas.
Da la espalda
a la imagen de la niña y siente al hacerlo, que ese mismo gesto se ha repetido
muchas veces en su vida y le da rabia sentirse una pieza más de este esperpento
universal.