- Firme aquí, aquí y aquí. Con esto ya está. Ahora a vivir sin hipotecas. No me mire con esos ojos. Ya sé que soy el gerente y que debería estarle vendiendo el seguro de vida que me pide, pero no, mejor cuénteme ¿Cómo le ha quedado? ¿Supongo que ya terminaron las obras?

    - Explíqueme lo de ese seguro por favor.

    - Buenooo. Es un seguro que… pero no creo que le haga falta, vaya y disfrute de su casa, con sus hijos, su marido… mire que son años trabajando y la espalda ya le debe pasar factura, ¿a qué si?

    - Es que a mi me gustaría...

    - No se preocupe señora. Perdone pero a su edad, debe disfrutar de sus nietos, ¿cuántos son? Imagino que varios ya. Si tiene a todos sus hijos casados.

    - Es que…

    - Nada, nada por favor. ¿Ya firmó? Ande. Váyase y disfrute de los años que le quedan, la vida es un suspiro y no podemos darnos esos lujos. Lo digo por mi también, yo ya tengo una edad y me gustaría recomponer los huesos en una cálida playa. Ayayay pero no puedo, estoy atado a esta silla. Sabe, por las tardes me cuesta despegar el culo del asiento, es como si mis nalgas se hubieran convertido en parte de la tapicería, después están los lápices de colores. ¿Ve usted? todos ordenados formando un arcoiris, cada mañana llego el primero y antes de que empiece la jornada ya los he afilado todos, ve, sus puntas largas y finas. Con éste pongo el chulito, este símbolo vea, para las tareas terminadas; éste otro con una P para lo pendiente, todos estos lápices tienen una función vital en mi vida. Si me los llevara a casa quedarían ociosos, se perderían o los hijos los tomarían para sus cosas, aunque creo que ellos ya no usan lápices de colores.

    Los dos se quedaron mirándose a los ojos sin darse cuenta del silencio que los cubría.

    - Ah, me olvidaba de los post it. Los tengo también de todos los colores y las formas. Últimamente las papelerías son muy creativas para diseñarlos, hay de flores, los cuadrados de toda la vida, con forma de coche o de huevo… si un poco como el logo de nuestro banco…

    - Parece un huevo echando humo.

    - Un huevo podrido, jejeje. Que no me escuchen. Oh, me olvidaba de los clips. He conocido gente que son auténticos artistas del arte del clípeo… bueno, perdóneme, no se dice así, no tengo ni idea de como se dirá, pero me inventé el nombre, ¿le gusta? Es que me entretiene inventarme nombres para cosas que, o son muy corrientes o están en desuso. Cuando me jubile voy a escribir un diccionario de inutilidades. Ya verá. Será un best seller . Me forraré, si señora.

    - ¿Lo del seguro?

    - Ya, ya. ¿Usted cree que alguien compraría un diccionario así? Se lo pregunto porque, no sé si esté equivocado, pero si la gente se sienta a ver y escuchar gritos en la tele toda la tarde, bien podría entretenerse con mi diccionario, alguna sonrisa les sacaría yo… eso creo al menos.

    - Mejor vuelvo otro día.

    - Claro, cuando quiera. Aquí estaré para atenderla con el mayor gusto.

    Sale del despacho del director con la impotencia dibujada en los labios. Su hijo, un hombretón de dos metros y millones de horas de gimnasio se le acerca. ¿Qué pasó?

    - Nada, que no me quiso vender el seguro de vida. ¿Y ahora qué hacemos con tu padre?  Va a empezar a oler fatal.

    - Vamos al banco de la esquina, a ver si ahí cuela.


Selvática