Ella se peina los cabellos y se fuma un cigarrillo ante la ventana. Ahora si se siente libre de las obligaciones diurnas. La pequeña brasa va de sus labios hasta el alféizar de la ventana en cortos intervalos. Las volutas de humo ascienden lentamente y su espíritu se va ensanchando, se va regodeando en esa paz  de esas horas robadas a la humanidad. Está sola y le encanta, pero no le gusta estar siempre sola, no,  ella ama  el barullo de su casa, las exigencias de sus hijos y de su marido. Ama su familia, pero huye todas las noches a esa hora. Por un instante se imagina ser la luna,  le gusta sentirse sobre la humanidad,  totalmente aislada de cualquier sentimiento que no sea la universalidad solitaria.

      Una tos en el cuarto resuena al tiempo que una nube se coloca enfrente de la luna. Ella apaga el cigarrillo, una ola de ternura envuelve su corazón.

Selvática