![]() Ella amaba a sus hijos, cada día los contemplaba abrir los ojos al mundo con la satisfacción de estar ahí, pendiente de alimentar esas vidas. Los vio comer desaforadamente, le gustaba que devoraran los instantes vividos con ese placer de tener la boca llena y la vida plena. Los vio elegir su propia ropa, jugar con sus mundos infantiles, crear sus propias historias. En las tardes cálidas los veía revoletear por el patio desde la ventana del segundo piso y se sentía feliz. Esa casa, ese mundo, sus hijos, fueron los elementos que conformaron su felicidad. La vida fue generosa con ella. En la noche, cuando sus caritas descansaban en la placidez del sueño, ella dibujaba corazones de colores chillones y los colocaba entre los bolsillos de la ropa de sus hijos. Mañana se irán de excursión, estarán fuera todo el día, así que si tienen miedo bastará con que metan la mano al bolsillo y toquen los corazones de papel. - Por eso. - Si. Aquí
los tengo. Nunca los conté pero me quedaron muchos. Selvática |
5 de Febrero, 2011, 5:24:
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