El mundo huele a sándalo, a almendros, madera húmeda exultante de vitalidad, la tierra huele a sexo, el cielo parece satisfecho, justo, como después de un  orgasmo.

     La sombra de una mujer salta de tronco en tronco, sus faldas se enredan entre las ramas de los árboles, la selva abre sus entrañas y la regala con un camino de honor donde el universo se une para entonar un canto de felicidad.

     Pensar en esas cosas le ayuda a dar codazos en medio del autobús atestado.


     Selvática