12 de Junio, 2011, 5:56: Lady papaHablando de...


Neil Postman,(*) The disappearance of childwood.

Sociólogo y crítico cultural Estadoudinense, discípulo de Marshall McLuhan, conocido por sus numerosos escritos sobre el mundo de las comunicaciones, y a propósito de su ensayo sobre la desaparición de la infancia vale la pena reflexionar sobre cómo las lecturas infantiles han marcado la vida desde las generaciones posteriores a la imprenta hasta la aparición de Internet.

Echando un poco la vista atrás, aprendimos en nuestros primeros años, como un lobo se devora a una venerable anciana y de postre se traga a la nieta, un cazador le abre el estómago de tajo y rescata a las dos mujeres sanas, salvas y hermosas.

O una madrastra obsesionada por la belleza, se las ingenia para envenenar a su hijastra, que vive en el bosque con siete enanos.

De la cruda violencia de los cuentos infantiles, los niños pasaron a infancias edulcoradas, prefabricadas por los mayores, donde los osos son más inteligentes que los hombres, los peces demuestran tener sentimientos nobles, y los buenos campean triunfales por las páginas de los cuentos infantiles modernos, hasta que llegan las noticias de la tele y sus ojos inocentes contemplan la exhibición de cadáveres, los rostros de la corrupción o los fuegos luminosos de misiles atacando a poblaciones civiles.

Postman afirma que desde hace treinta años los niños han empezado a estar más informados que sus padres, primero la televisión y luego internet les han enseñado que sus padres no son las buenas personas que controlan la vida que les espera y que sus propias vidas no tienen nada que ver con el mundo infantil creado tras las cuatro paredes de su casa.

Así las cosas, la infancia esta desapareciendo, pero este no es un fenómeno exclusivo de nuestro siglo, ya en la Edad Media ese concepto no existía, los niños compartían el mundo de los adultos al mismo nivel, dormían en la misma cama de sus padres y presenciaban sus juegos amorosos, y en cuanto adquirían uso de razón - los siete años - ya empezaban a trabajar codo a codo con los adultos, fumaban y se emborrachaban.

En nuestro siglo la infancia desapareció por exceso de información, los niños de hoy hablan como hombres, se expresan como tales y presumen de estar al día en cuanto ocurre en el globo terráqueo, han perdido la inocencia y la candidez propia de los primeros años.

Los mayores no tienen tiempo de hablar con sus hijos, las historias cotidianas han desaparecido, los miembros de la familia casi nunca coinciden a la hora de las comidas, que era cuando se solían contar los cuentos y los arrorrós los entona la caja tonta.

Esto no quiere decir que la sociedad vaya a derrumbarse por ello. Las sociedades cambian continuamente y nunca se derrumban, pero si será menos humana. Desde un punto de vista biológico, nuestra cultura nunca olvidará que necesita reproducirse, pero es posible que olvide el significado social de "niño". No olvidará que necesita niños para conservar la especie, pero sí está olvidando que los niños necesitan niñez.

¿Cuál será el mejor método para que los niños se enteren del lado salvaje de la vida? Siguiendo la tesis de Postman habrá que encontrar soluciones diarias e individuales e ir improvisando estrategias particulares como quien aprende a tocar jazz. No hay poción mágica.

(*) Más información acerca del autor en:
http://www.infoamerica.org/teoria/postman1.htm
http://chicosymasculinidades.blogspot.com/2008/11/la-desaparicin-de-la-infancia.html

Lady papa

12 de Junio, 2011, 5:42: SelváticaAlaprima
  



    Inesperadamente una ola de rabia anula mi tranquilidad, en mi mente elaboro argumentos cada vez más disparatados y construyo planes de huidas airosas, de días felices y de triunfos insolentes mientras mis pasos recorren la ciudad, mientras mi cuerpo se tropieza con la gente, mientras mis ojos lanzan llamas a los rostros de esos desconocidos que tienen la mala fortuna de cruzarse en mi camino, golpeo, más que camino, insulto más que saludo, odio más que amo… y estoy tan cansada.


Selvática

12 de Junio, 2011, 5:38: SelváticaAlaprima

    

    La enorme y amenazante figura de un hombre entra a mi cuarto en medio de la noche. Su masa negra es más oscura que la oscuridad. Intento gritar pero la voz no alcanza el tono deseado, no llega a la cavidad de mi boca.

    Mi cuerpo convulsiona, se revuelve ante la impotencia, al cabo de un tiempo la garganta se rasga produciendo un sonido parecido a un quejido.

    La sombra se asusta, se detiene, parece contemplarme y al cabo de unos minutos levanta suavemente su mano y se despide de mi.

Selvática

12 de Junio, 2011, 5:32: Selváticaminirelatos

        La casa está desmantelada, los recuerdos doblados entre las maletas, mis pasos recorren los cuartos vacíos y mis manos tratan de asir la vida que los años gastaron entre aquellas paredes.

    Allí, una alfombra que acogió mis pasiones repentinas… ¿debo dejarla porque está deshilachada y no me cabe en la maleta?

    En aquella esquina, un cuadro pequeño de mi primer año en la vida, debajo, un adorno lleno de polvo que mis manos limpian mientras la mente viaja hasta el lugar donde lo compré.

   Mi familia ya está en el aeropuerto, están listos, yo en cambio, doy vueltas aunque tengo ganas de subirme a ese avión… una vuelta más, solo una, necesito tener la certeza de no dejar nada importante.  Me quedo bajo el arco de la puerta y la luz amarilla del atardecer sobre la pared despierta las voces y las risas de mi vida, la cortina ondea suavemente. Es la hora. La mujer llena de recuerdos pare una nueva que se marcha a tomar un avión.


Selvática

12 de Junio, 2011, 5:27: GladysGeneral

 


            El diálogo entre entrevistada y entrevistador era fluido, cada detalle de la puesta en escena contribuía a ello, la calidez de la iluminación,  la cordialidad, el tono de las voces, los temas tratados.  Ella estaba contenta con las preguntas y le agradecía al periodista que se las hubiese hecho, ella expresaba claramente los conceptos y sus pensamientos. La filosofía de su obra había sido entendida claramente por el periodista y éste, a su vez, los enriquecía sutilmente aportando experiencias propias y abriendo brechas para que ella pudiera transitar sin peligro por los senderos del plató.

    El programa llegaba a su fin. Dos horas de diálogos, dos horas de comunicación y más que tener la certeza racional de que todo iba bien, intuía que efectivamente era así. Su vida como escritora de éxito era la prueba palpable de que una mujer puede disfrutar del éxito y llevar una vida común, un marido, unos hijos, unos hermanos, los padres, un grupo de amigos que conformaban su mundo imperfecto pero suyo, en cual se sentía muy cómoda y que además, era fuente de su inspiración.

     Las obras que había publicado a lo largo de los años podían hablar por ella. Vidas emotivas, vidas sencillas, rutinas de cada día en el autobús, en las aceras… todo estaba ahí al alcance de la mano no hace falta nada más.

    Las luces del plató se apagaron, por un momento la oscuridad la inquietó sin saber exactamente por qué, pero una espiral de miedo se desenrolló en su barriga, nunca había sentido algo así, por eso se sintió perdida, no había palabras para expresar lo que le mordía por dentro, era como si su cuerpo se expandiera desaforado ante el empuje de millones de cosas desconocidas, de sensaciones que jamás imaginó siquiera que pudieran existir.

    La apacible vida sencilla que había llevado de repente, a un golpe de luz, se había ido por un agujero negro. Sus manos temblorosas intentaron asirse a algo para evitar  hundirse en esa vorágine desconocida. Llevó la mano derecha al fondo de su bolsillo y apenas la punta de sus dedos rozaron el papel del pañuelo, la luz volvió, con ella la tranquilidad, el sosiego, el puzzle de su vida se recompuso en el momento en que el rostro afable y comprensivo del periodista besó su mejilla al despedirse.

   Se detuvo un momento, quiso llamar al periodista, quiso decirle que aún faltaba algo por contar, quizás lo más importante, pero el segundo se había esfumado, los técnicos se apresuraban a guardar sus cámaras, a desenchufar luces y el ajetreo de la vida ya no le concernía a ella.

    Volvió a acariciar el pañuelo y recordó el rostro de su madre: Ella tendría unos cinco años y era su primer día de colegio, no quería ir, tenía miedo, entonces su madre volvió a entrar a la casa y salió un segundo más tarde con un pequeño trozo de tela, se lo puso en el bolsillo, susurrándole que cada vez que tuviera miedo lo tocara con sus dedos, ese era su pequeño talismán para derrotar al miedo.

     Eso era lo más importante de su vida, la base de sus obras, la esencia vital y no lo había contado al mundo, tal vez jamás lo hiciera, su momento había pasado, pero el amuleto seguía existiendo y nunca había perdido efectividad a pesar de los años.

     Gracias mamá - susurró - recogiendo su abrigo.


Gladys

12 de Junio, 2011, 5:20: GladysGeneral

    Aprendió muy pronto a gritar bien alto, su voz tenía que imponerse a ocho voces agudas para que su madre no la dejara sin comer, aprendió a ser ágil para moverse con prontitud antes de que las catorce manos de sus hermanos atraparan las piezas de pollo y dejaran la bandeja vacía, se acostumbró a levantarse de madrugada, para ser la primera en el baño, sobre todo cuando tenía que lavarse el cabello.

  Treinta años después continua levantándose de madrugada, aunque tenga dos baños en su casa y solo vivan tres personas, sigue dando los buenos días en voz muy alta y dicta el menú del desayuno de forma contundente - los vecinos del quinto A ya lo tienen escrito y pegado en su nevera con horripilantes imanes - y treinta años después corre por la ciudad a paso de gacela para llegar la primera a cuanta institución ofrece deporte, entretenimiento o educación artística para su hija, que la sigue riñendo y con la mirada torva fija en su espalda.

   Las palabras se le escapan de la boca en la carnicería, en el supermercado,  en el estanco, donde quiera que va, la sigue un turbulento río de letras que se van superponiendo a medida que avanzan las mareas, algunas veces la fortuna les sonríe y se forman palabras concretas, significativas y hasta hermosas, pero a veces, - debo decir que la mayoría - son consonantes que mueren de asfixia ante la ausencia de una vocal que las signifique, los acentos y los signos que dan sentido son especies en extinción y hasta ahora no hay ONG que se preocupe por ellas.

    A veces, cuando está sola siente un ligero alivio, pero esa sensación no dura un parpadeo, su cerebro le dice que ya no son ocho los rivales de su vida, ya no son catorce manos las que la van a dejar sin comida, y no son ocho puños golpeando la puerta del baño, sino millones, sin exagerar, creo que unos 6.854.196.000, entonces, con esa cantidad impronunciable tratando de hacerse hueco en su cerebro sale corriendo al club para recoger a su hija que esta recibiendo clases de natación, para llevarla en menos de cinco minutos al otro lado de la ciudad donde la espera su profesor de piano, además, no se tiene que olvidar de comprar tinta para la impresora pues mañana mismo vence el plazo para enviar el cuento que escribió su hija y que seguro ganará en primer premio en el concurso literario que organizó la empresa de su marido en la delegación del norte del país.

   Deja a su hija y al empezar a bajar los peldaños de la escalera, oye con placer como gimen las teclas del piano ante la presión de las manos de su hija, sonríe satisfecha y aprovecha el tiempo para ir a la papelería. En dos segundos se planta allí pero hay mucha gente, se acerca a una mujer más o menos de su misma edad, la ve abrir la boca y como si fuera la compuerta de una enorme represa las palabras empiezan a desparramarse por la papelería como una enorme riada. Ella empieza a asfixiarse, siente que le falta el aire, unas manchas rojas empiezan a aparecer desde su boca hasta el borde del escote y un zumbido en los oídos la obliga a sacudir con fuerza la cabeza, hasta que una mano firme se estrella contra su mejilla un par de veces.

   - ¿Qué ha pasado? pregunta al primer rostro que ve en el momento de abrir los ojos.

    - Estaba usted gritando - le dice un caballero a su lado -

   - No, no gritaba, era una mujer, una mujer que estaba a mi lado.

   - Lo siento señora, aquí no había nadie más que usted, pero no se preocupe, ya vienen los paramédicos, ellos la examinarán.

   - No tengo nada, me siento bien, fue aquella mujer. Estoy segura, no paraba de hablar, parecía que no necesitara respirar.

    - Tranquila señora, ya llega la ambulancia.

   - Que no tengo nada, no me entiende, no me duele nada, no siento nada, no necesito una ambulancia, no necesito un medico, estoy perfectamente bien, se lo aseguro.

           

   El dueño de la papelería se dio la vuelta al sentir la presencia de los médicos, les digo que la señora había tenido una especie de perdida de consciencia y ahora no recordaba nada… habla de otra mujer que hablaba mucho.

    - Déjenos a nosotros caballero. Sabemos lo que hay que hacer.

Gladys