8 de Septiembre, 2011
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De repente los pantalones nos quedan cortos, o el mundo da de sí hasta el infinito, de repente se nos cae el pelo y los dientes se tuercen, de repente nos llaman señor o señora, de repente también, el corazón vuelve a latir cuando nos sorprendemos tarareando aquella canción. |
![]() Buceó hasta rozar las anémonas, controló su respiración hasta que su cuerpo se convirtió en una burbuja a capricho de las olas, soñó con caballitos de mar y con sirenos de voz grave hasta que el cruel sol le descubrió un par apéndices llamados piernas. Selvática |
![]() Una débil luz se cuela por la ventana y sin embargo tiene la fuerza suficiente para espantar mis sueños, aunque no tanto para destripar al monstruo que guardo en la barriga desde hace tantos años. Tantos, que ya lo considero un mal necesario, incluso, creo que me hará falta cuando desaparezca. Si, creo que lo hará dentro de poco, creo que está muriendo de inanición, no sé por qué, pero es así. Salí a comprar el periódico, luego el pan, volví a casa y me acosté de nuevo en mi cama aún caliente. Despliego el diario y saltan a mi cama todos los políticos, los artistas, los deportistas, dibujantes, digitadores… casi cuarenta páginas de realidad en los dos con veinte de mi cama. Los leí, los desmenucé y poco a poco empecé a sentir náuseas, sin duda la realidad había entrado en mi ser a través de los poros y me estaba envenenando. Pero no era cosa de un sólo domingo de noviembre, ese fue un trabajo lento y bien calculado. Y yo creía que era el monstruo que se estaba muriendo de hambre. ¡Qué ilusa! Selvática
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¿Dónde se nos fueron los años?
- ¡Por los amores perdidos! - ¡Por las mujeres libres! - ¡Por nosotras! - ¡Porque la noche sea eterna! Me gusta eso, volvamos a brindar por la eternidad de la noche, ¡Salud! Cuatro hermosas mujeres, cuatro elegantes mujeres, igualitas a las protagonistas de sexo en Nueva York. Cuatro adoradoras de carteras Gucci y zapatos Blanhik aunque clientes chinese's shop, reunidas en un rincón de la liguesdisco, brindan con cubatas por lo primero que se les ocurre. Cada sorbo digiere un amor perdido, un trabajo soso, una soledad o una familia respondona, pero la noche es joven, los cuerpos quieren marcha, además es jueves de la mujer y las copas son gratis. Hips don't lie y las melenas se deshacen - tantas horas con la plancha - pero no importa, la noche es joven, las ganas se renuevan. La pista está llena de parejas moviendo las caderas, los cuerpos se juntan para separarse en vaivén, las luces enloquecen, un cañón de humo borra las penas. El tiempo desaparece, los cubatas se agotan y la madrugada las conduce por calles pobladas de gente que vuelve a casa. Las cuatro mujeres emanando humos de diversión avanzan por la calle. Un camión de limpieza las baña con la brisa y ellas corren a proteger sus trajes y sus pelos de los efectos del agua. En su carrera desembocan en una calle conocida por todas y tres de las amigas miran a la cuarta con un interrogante en la boca. ¿No es ahí dónde vive? - Si responde ella - Las amigas se toman de la mano y sin pronunciar una sola sílaba, ya saben lo que van a hacer. Se acercan al portal, una de ellas toma la iniciativa y sin querer su dedo índice se adhiere al botón del ático 6D. Luego echan a correr calle abajo, uno de los tacones Blanhik se rompe, un vestido se rasga, un bolso vuela por los aires y sin embargo no paran hasta dos calles más abajo, lejos de la posible mirada de un hombre asomado al balcón. Un taxi las recoge y ellas no paran de reír hasta que el taxi les pregunta: ¿Dónde van las señoras? Esa frase cortó de un tajo las risas, SEÑORAS y la diversión se fue al carajo. Gladys |
![]() Había una vez un hombre que no entendía nada, un hombre que se perdió una noche en medio de los raíles de un tren, un hombre cuyas orejas escuchaban los gritos de una mujer que adora, un cerebro desconcertado por esa escena, una noche de luna llena, unos árboles susurrando y un rostro hermoso que se fue poniendo rojo, una voz dulce que se quebraba y unas manos que en vez de acariciar saltaban inquietas de un lado para otro. Estaban terminando. Estaban abandonando a ese hombre y las palabras duras golpearon en el acero y rebotaron rompiéndole los talones. Después fue silencio, la silueta se diluyó en la niebla y él dejó un rastro de sangre hasta el bar. Las botellas de cerveza se acumularon sobre la mesa y aunque el cerebro ya estaba donde él quería los talones seguían sangrando. Dos mesas más adelante unas mujeres hablaban y en aquel hombre crecían las ganas de escuchar lo que decían, a través del líquido de la cerveza las veía reír, romper el espacio con sus gestos, dibujar en al aire sentimientos, a veces se centraba en el brillo de sus dientes, otras en la curva de su cuello, y por momentos pensaba que no eran reales, era como si estuviera viendo la tele con el volumen bajo, y empezó a desesperarse, en un fugaz instante su cerebro le preguntó qué hacía observando a esas mujeres, no tenía derecho a… claro que no era mejor irse, pero cómo hacerlo sin entender. ¿Cómo dormir esa noche sin entender qué había pasado? ¿Por qué le habían roto los talones? Las mujeres se marcharon sin que él se diera cuenta, los hombres también, y en esta última escena sólo había un hombre borracho, con los talones rotos que no entendía a las mujeres. Gladys |