Qué hacer cuando no se puede hacer nada.
Aliviados de los dolores más apremiantes, los convalecientes se enfrentan a algo más desalentador que la enfermedad, y es el tiempo que tienen que pasar lejos de cualquier actividad hasta que el cuerpo vuelva a estar en condiciones de ponerse en marcha de nuevo. Las horas parecen eternizarse, el horario de visitas se hace ínfimo, la televisión aburre, no se puede leer y hasta las sopas de letras resultan tan complicadas que terminan al lado de la cama. Entonces, la vida toma protagonismo, se pone delante del convaleciente sin máscaras, mientras le va dibujando escenas del pasado, y ahí bajo el calor de las sábanas y la esponjosidad de la almohada el convaleciente está obligado a reflexionar sobre las cosas que hizo de joven, quizá se arrepienta por no haber hecho esa llamada a tiempo, por no haber sonreído a la persona que amaba, incluso aquella señora coja a la que no ayudó a cruzar la calle se le aparece como alguien familiar. Sí, es una cosa mala no poder hacer nada, pero no hay que preocuparse, los mecanismos de defensa acuden en su ayuda, empieza a pensar en lo que va a cambiar, desde luego, se propone ser una persona diferente en cuanto se recupere totalmente. Así planea una nueva vida más llena de cosas estimulantes, de risas y amores, y la felicidad deja de ser una utopía, claro que se puede alcanzar, es fácil, basta con sentirse bien con uno mismo y para ello no es necesario hacer grandes inversiones, basta con estar vivos, ese es el gran secreto, se puede hacer, es sencillo. Y con esos nuevos pensamientos el tiempo si que pasa veloz, los días se deslizan más rápidamente, vuelve a sentirse embriagado de proyectos vitalizantes, el mundo ya no es un caos y a su alrededor la felicidad parece brotar como la yerba a la orilla de las autopistas. Ese sentimiento maravilloso le ayuda a mejorar totalmente, el cuerpo ya parece exigir movilidad, y poquito a poco, como un niño cuando empieza a caminar, el convaleciente espera reanimado la fecha del alta médica sintiéndose realmente bien. Ya en casa, todo vuelve a ser como antes, la felicidad se esconde, el optimismo se resbala por entre los dedos y la cara se torna agria en cuanto entra de nuevo a la oficina para asistir a esa reunión, con esa gente tan desagradable que... Pero se está vivo.. |