Estuve tentada a dejarlo,  me daba vergüenza. Es que tenía una caja de dientes dibujada sobre el capó. Aichh!

            Pero los regalos se aceptan tal y como la vida nos lo da - me decía mi madre y mis manos sintieron el frío de las llaves.

            Lo aparco en frente de mi casa y subo a mi apartamento. Lo miro desde la ventana y lo único que veo son las dos hileras de dientes, me doy la vuelta y me meto en la cama a soñar con la mañana, a soñarme frente al volante, deslizándome por las calles de la ciudad hasta donde yo quiera, por el tiempo que quiera,  sin ver las hileras de dientes.

            La mañana borra los sueños. Mi hijo necesita el coche, me pide que le lleve a hacer sus cosas y yo dejo de ser una mujer con ganas de pisar el acelerador para convertirme en un chofer con ruta establecida.

            En la noche pienso que mañana si podré correr con las hileras de dientes por donde yo quiera, mañana, mañana si...