26 de Enero, 2013, 8:48: GladysGeneral


           Cuando de niña veía las películas y aparecía la palabra fin, sabía que debía irme a la cama, cepillarme los dientes y todo eso. Cosas que hacía obedientemente pero muy rápido y de forma no muy juiciosa, porque tenía prisa por llegar a la cama y continuar mi propia película. Y era precisamente eso lo que hacía en el momento de apagar la luz - otro fin - me inventaba otra historia a partir de esas letras, tenía el poder de revivir personajes, o devolverles el habla, los amores, las aventuras hasta que caía dormida.
 
            Cuando desperté al sexo y me mandaban a la cama antes de empezar determinadas películas, también ponía imágenes a eso que imaginaba y lo que sentía entre las piernas, mi mente era muy prolija en aquellos avatares y decidí borrar las letras esas hasta que el sueño me vencía.

            Durante muchos años me llevé bien con la dichosa palabrita, incluso a veces la pronunciaba con orgullo delante de los amantes a quienes ya no deseaba más. Yo, ponía mi mejor cara, no muy dura, no me gusta hacer sufrir a los demás y mis labios la extraían de mi cerebro para salir suavemente hasta los oídos de los afectados.

            Iba pasando impunemente por la vida, de espaldas a esas malditas letras, incluso, a veces creía que la naturaleza me había provisto de un caparazón blindado, pues éstas resbalaban por mi piel sin dejar huella.

            Muchas baldosas he pisado, muchos años he vivido en mi crisálida soñando mis mundos imperfectos, tejiendo mis sueños, dando voz y cuerpo a mujeres que ascienden por las sábanas del placer o peldaños de cemento provistas de botas con suelas metálicas, muchos ejércitos de mujeres han salido de mis neblinas y aunque se han ido, de vez en cuando vuelven para replantear mis bocetos iniciales, el tiempo no existe, la vida no sabe de esas letras y ahora mismo me dispongo a replantear…

            Ahora que veo tu cara triste exhibiendo ese maldito cartel con las tres letras me doy cuenta de que ya no soy la dueña de mi final. Has puesto un punto grande, negro y claro ante mi y el mundo desapareció. No tengo cama para huir, no tengo cerebro para inventar nuevos capítulos… te das la vuelta y desaparecen las palabras… desaparezco yo.

 


26 de Enero, 2013, 8:34: GladysGeneral


      A veces me cuesta identificar qué es ficción y qué es realidad, al fin y al cabo, si vivimos fingiendo; esa vivencia, por tanto, puede ser real. Y, si mentimos, esa mentira también puede ser verdad, si nos imaginamos un mundo perfecto, esa perfección existe, aunque sea solo en nuestra cabeza.

     Como ven, un galimatías cerebral que me aturdía mientras contemplaba el rostro de mi mejor amiga, las verdades y las mentiras chisporroteaban en los destellos dorados de sus hermosos ojos, las convicciones se resbalaban por su nariz y se quedaban temblando en sus labios, mientras contemplaban emerger de ellos mariposas de colores portando palabras que se escondían en mis oídos y que anulaban mi inteligencia.

    Mi cabeza empezó a afirmar, mi cuerpo aceptó lo que se me pedía, en algún cajón de  mi conciencia quedó un nombre, una descripción física, una rutina de entradas y salidas, un arma, un callejón, un coche, una puerta que se abre y me libera. Sin embargo, de un resquicio surgió una pregunta, un asombro, una especie de miedo que desapareció cuando la imagen de mi misma se me plantó delante con un letrero kilométrico: no sabes decir no.

     Después de esa pancarta quedó la imagen de una certeza: quiero dar gusto a todo el mundo, sobre todo a mis amigos, y me gusta que les quede bien claro, que haría lo que fuera por ellos, que ellos pueden contar conmigo siempre, pues jamás les fallaré.

     Claro, a veces no estoy muy segura de que eso ha quedado claro, así que repaso el plan dado, lo repito cien veces hasta aprendérmelo de memoria sin pensar, calculo el tiempo, las distancias, la fuerza de mi brazo, la presión sobre el gatillo. Cada movimiento tendrá una duración en el tiempo humano, cada escena queda cronometrada y fijada en el escenario real y con ese libreto entre mis neuronas camino hasta el punto de partida.

     Me coloco junto a una farola, cuento los barrotes de las rejas, observo que han podado los árboles de una manera cómica, como setas en Liliput y personajes con libros en la mano, desfilan con el hambre royendo las entrañas, luego la puerta del fondo se abre, aparece la víctima y se dirige a la parada del autobús. Es una mujer mayor, tiene el pelo muy liso, rubio, casi blanco y en el craneo deja ver retazos de cuero cabelludo y sin embargo parece una lolita manga. Una vez identificada, me acerco lentamente y veo que lleva en las manos un tambor de tonner para una fotocopiadora.    
     Lolita manga se convierte en bibliotecaria, saca fotocopias de libros, de apuntes, de chuletas para aprobar exámenes, los dedos de uñas negras apilan hojas, las grapan y las entregan sonrientes a jóvenes que guiñan el ojo pidiéndole complicidad, aunque en realidad quieren decir si te chivas al dire, vamos a por ti.

     Las campanas de la iglesia rompen la imagen de la bibliotecaria Lolita manga y la conciencia del tiempo ido quiebra el plan. Ha pasado la hora.  

     Lolita manga vivirá un poco más.

     Vuelvo sobre mis pasos, repaso lo sucedido y cargo un letrero sobre mis hombros: imposible.
    

     Camino hasta el callejón, veo el coche con la puerta abierta y en el fondo el rostro de ella. 

     La imagen desaparece y ahora solo palabras salen de mi boca apretadas por el deseo de que me entienda, de que sepa que si le fallé no fue culpa mía, saco de mis bolsillos el sobre con el dinero y dos bananas que me habían dado por adelantado y lo lanzo sobre su falda. Sus manos lo toman, sus labios me sonríen, pero siento que todo ha cambiado entre nosotras.

    

 

 

26 de Enero, 2013, 8:16: Selváticaminirelatos

       

             Creo que me está mirando, debo ser tan horrible que le produzco espanto y lo único que puede hacer el pobre es dar alaridos en medio de un puente a ninguna parte.

            Empiezo a sentirme mal, me duele el estómago, mi cerebro no alcanza a formar palabras de disculpa o al menos palabras aspirina para que se calme y deje de gritar. Cómo inventar un lenguaje ajeno a las personas que nos rodean en el museo y poder hablar a solas, cómo saber que las palabras que uso entran en su cerebro significando lo mismo que cuando salen de mis labios.

            La gente empieza a rodearnos, llega un guarda de seguridad, lo siguen otros y otros, parece que mi cuerpo se ha vuelto de piedra y no pueden conmigo, finalmente me dejan tranquila, pero es una ilusión, tardan solo unos segundos y traen ahora unos tapones en los oídos. Parecen avispas. Yo me dejo llevar. La garganta me sangra, pero en mis manos tengo tus ojos. Quizás luego nos entendamos.

26 de Enero, 2013, 7:57: Selváticaminirelatos


              Mira ya es hora de sorber esos mocos y salir a la calle de una buena vez. Que me estoy quedando sin sábanas y las que quedan están tan empapadas que tendría que mandarlas al desierto a ver si se secan.

            Nada, sigues sin hablar, sin salir, sin comer, sin ducharte, ay hija que por más que esto sea un cuento de hadas, tienes que dar ejemplo o por lo menos oler bien.

            Ya, ya, me echas a mi la culpa. Bueno y porque me siento culpable, te dejo mis sábanas para que llores lo que te de a gana, pero es que a veces las cosas no salen como pensamos. La imaginación es cosa jodida, en mi defensa, debo decir que te la regalé porque te creía sensata, inteligente y pensé que la usarías para … bueno para lo que usan las personas la imaginación, por eso te dije que entraras por aquella pequeña puerta, te invité a tomar el té pero cuando abriste la boca me di cuenta que eras un poco cándida pero nunca una ilusa.

            Anda ya, ahí te dejo las sábanas y cuando tengas la nariz echa trizas, ya empezarás a darte cuenta de que no se puede amar lo que no se ha tenido. Me voy.