La primera vez le sucedió cuando estaba en medio de una reunión de negocios, el ponente explicaba un cuadro de ventas con varias líneas de colores, unas ascendentes, otras más bien moribundas junto a la barra horizontal. Su cabeza se estaba llenando de proyecciones aritméticas e ideas para animar esa raya horizontal de color azul que fue adquiriendo cierta transparencia, se desperezó, saltó de la pizarra electrónica y se acercó a ella traspasándola de la cabeza a los pies. Ella sacudió la cabeza pensando que alguna ventana estaba abierta y había sentido un escalofrío.
La segunda vez, estaba contemplando
un par de sandalias ante la vitrina de una tienda mientras pensaba sí podría
comprarlos, pero un sentimiento de vergüenza la invadió. Era mucho dinero por
una suela y tres tiritas de colores alrededor de sus dedos y tobillos. La
tirita de cuero se desprendió de los zapatos, perdió el lustro dorado hasta
hacerse transparente y se estrelló contra su cuerpo de nuevo de la cabeza a los
pies; esta vez sin embargo, se quedó un tiempo más largo sobre su piel, del
centro de su cuerpo rodó a la derecha luego a la izquierda. A pesar de sentir
el mismo escalofrío, ella achacó el efecto óptico a las luces de la tienda y al
maniquí que estaba en frente de ella luciendo las hermosas sandalias. La tirita
tendría unos quince centímetros de ancho y al pasar sobre el cuerpo eliminaba
la ropa mostrando su piel desnuda, que ella confundió con la piel plástica del
maniquí.
Se apartó de la vitrina con una
sensación extraña mientras intentaba revivir la imagen de esa línea
transparente que se movía sobre el cuerpo del m… Se quedó inmóvil un instante,
no era el cuerpo del maniquí, era su cuerpo el que esa línea desvelaba
impunemente. Esa certeza la asustó aún más, porque la línea al pasar por el
centro de su cuerpo no desnudaba su sexo. ¿por qué?
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