Yo no tengo la culpa. ¿Y usted?
Vida sencilla dormida al deseo, desplegada sobre fuego que no consume a cielo abierto. Demonios alborotando sin sentido naciendo de los rostros de la gente para demostrar que estamos vivos, que nos repetimos, asustados entre las callesahogando nombres propios entre las palmas de las manos temerosos de los días que transcurren borrando la realidad que se empeña en desbordar a ver si nos damos cuenta de algo, pensándolo bien deberíamos quemarnos en vez de delegar, posponer o negar lo que nos importa. |