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La niebla apenas permitía ver el humo de sus bocas al respirar. Ella
pasó a su lado. Le dejó un aroma a rosas blancas que se mezcló con el
de el cigarro que él iba fumando. Ambos cumplieron la cita que el
destino les había trazado, cada uno llegó con un espacio reservado para
el otro y su mundo a cuestas. Se pararon un segundo sin mirarse. El
semáforo cambio. Ella suspira por él, él piensa que quizás más
adelante. Quizás él sienta de vez un cuando un aroma a rosas y ella, que detesta el tabaco, empezará a fumar. |