No sé para que las explicaciones llegan cuando ya es demasiado tarde, tienen esa maldita manía de aparecer cuando ya no hay remedio dejándolo a uno con cara de idiota y cerebro de inteligente.

Eso fue lo que pensé cuando los ví, después de años de olvido, de caminos sin recorrer, países sin visitar, ciudades ignoradas, razonamientos y justificaciones que perdían la validez en cuanto revivía esas viejas y excitantes emociones que imaginaba emprender en su compañía.

Sí, hubiésemos llegado lejos, pero dos zapatos del mismo píe no avanzan nada.