24 de Febrero, 2015, 6:04: GladysGeneral


Colgó los trajes que había escogido en las perchas a su derecha y empezó a desvestirse sin mirarse. Odiaba esos espejos de los vestidores con su luz fría y reveladora de todas las imperfecciones de su cuerpo y su rostro. Ahí, como por arte de una roñosa bruja se dibujaban las arrugas alrededor de los ojos, las manchas rojas de su piel, las pecas en el pecho cada vez más fláccido y las estrías heredadas de partos sucesivos.

 Ese maldito espejo era como la voz ladina de ciertas amigas, que por otra parte, no deberían llamarse así, cuando se reunían a tomar café y mordisquear tartitas.

 Pero el caso es que tenía ganas de comprarse ropa, vestidos, pantalones, camisetas, quizás una falda y por supuesto ropa interior suave y sexi - aunque no tenía amante que se la quitara a besos, o mordiscos -. Una sonrisa iluminó su rostro, además de la coquetería que significa comprar ropa, también lo hacía para huir de ese dolor de tripa constante en que se había convertido su vida, en los últimos meses.

 Ya no recordaba cuando había reído con todo el cuerpo, ni cuanto hacía que no levantaba la cara para recibir los rayos del sol, ni esos instantes eternos en los que se tendía sobre el océano para dejar que las olas mecieran su cuerpo; ya de amor o sexo, mejor ni hablar. También extrañaba el sabor placentero de la pulpa de mango deshaciéndose en su boca o la excitación de leer los libros que habían construido su mundo. 

 Se miró al espejo. Ahora era una estatua de piedra imitando a la mujer real que había sido y no encontraba la rendija por la cual escapó.

 Se puso un vestido ceñido al cuerpo, luego otro y un tercero con desaliento, luego probó con la ropa interior, después con los pantalones, con la falda… parecía que la ropa no estaba funcionando debidamente, o quizás estaba asistiendo a la agonía de un estereotipo femenino. Pero no se dio por vencida. Salió del vestidor con toda la ropa en los brazos para entregársela a la asistenta, dudando en darse otra vuelta por la sección de señoras o las ofertas antes de rendirse y volver a su casa, sentarse a oscuras, a apretarse la barriga con ambas manos, pues ya hasta el recurso de llorar se había deshecho en sus miserias.

 Entregó prenda a prenda sintiendo el tacto suave de aquel vestido que había llamado su atención en la vitrina, era de una seda especial que parecía acariciar más que cubrir zonas de piel sobrevivientes de sus naufragios. Dudando entre darse una vuelta más o huir, atravesó un vestidor más que estaba entreabierto y allí vio el mismo vestido que había desechado pero en color azul turquesa tirado sobre la silla, retorciéndose de tristeza y abandono. Entró sigilosa aprovechando la ausencia de la otra mujer que lo había llevado hasta allí. Rápidamente se desnudó, se probó el vestido y se miró al espejo. Una risa convulsiva explotó desde sus entrañas. ¡Qué bien le quedaba! Se supo guapa, más que atractiva, se gustó a sí misma, mientras veía desintegrarse los monstruos que le retorcían la tripa, su cuerpo era ahora más ligero, la mirada más decidida y unas chispitas de felicidad resplandecían alrededor de sus pupilas.

 Miró el precio del vestido, abrió su bolso comprobó en la billetera si tenía la cantidad precisa, pero cuando quiso quitarse el traje y ponerse la ropa con que había salido de casa, sintió la sensación de que esa no era su ropa. Ella jamás habría usado ese estilo, pero el golpe certero se lo dio la dependienta cuando le agradeció su compra llamándola por el nombre que aparecía en la tarjeta de crédito… bueno un nombre que no era el suyo.


24 de Febrero, 2015, 5:53: GladysGeneral

Aquel lejano día había amanecido muy contenta, sentía que la primavera brotaba directamente de su sexo hambriento y se expandía por todas las venas que recorrían su cuerpo, impulsándola a caminar, moviendo las caderas al ritmo de una música inventada por ella misma, en esos primeros minutos de su día. 

La luz del sol entraba radiante por su ventana - se asomó a contemplarlo y una tibia caricia recorrió su piel - estuvo de pie en el balcón unos minutos -. Entró luego, fue hasta la cocina puso la cafetera en marcha y olisqueó en el ambiente el aroma del café, como cuando era niña y llegaba del colegio sintiendo que se encontraba ya a salvo. 

Lo bebió sorbo a sorbo, paladeó el líquido retardando el placer, mordió el pan con afán, como si llevara siglos sin comer. Y sí, era verdad, el tiempo de tristeza instalado en su cuerpo había sido una eternidad. 

Afortunadamente ese día ya era libre, recordó sus viejas canciones y aunque un sentimiento de vergüenza ajena la acompañaba cuando tarareaba una de ellas, se negó a darle importancia. Esas canciones le habían proporcionado mucho placer en su juventud, con ellas había bailado hasta el agotamiento o había amado de la misma manera, como se debe amar y bailar. Las aguas tibias no sirven. 

Con la taza vacía en la mano, la última miga de pan en el borde sus labios y la música metida en su cuerpo caminó por su casa, se detuvo observando las desconchaduras de la pintura, algún punto sucio del sofá,  el polvo que cubría sus libros,  los lápices con las puntas sin acabar y sintió que el tiempo había sido un concepto muy vago en su vida. No, no se trataba de días, meses o años, tampoco de estrías ni flaccidez en sus extremidades, ni de calores humanos que van y vienen.  ¿Cómo poner el tiempo sobre la mesa para verlo mejor?

 Tiempo era una brizna de polvo, un tono en la pared, un personaje de una novela, el sabor de un beso, el olor a café, tiempo era también el revoloteo de las mariposas en su tripa y el sudor de las manos cuando recordaba aquella sonrisa. La colocó en la palma de su mano y la llevó ante el espejo de su armario, la puso a la altura de su boca, comparó los gestos, la curva de los labios, fijó sus ojos en esas imágenes.  Al cabo de unos instantes, parpadeó. Abrió los ojos, tomo una escoba y se dedicó a recoger los trozos de cristal en que se había convertido el espejo de su vida.  

Se rió con ganas cuando recordó aquello de que siete años de mala suerte por…

24 de Febrero, 2015, 5:34: GladysAlaprima
Resultado de imagen de infiernos

Eso al menos era lo que pensaba cuando se ponía pesimista, pero si de poner las cartas sobre la mesa se trataba, habría que ser sincera, la colección de infiernos ocupaba más cajones en su particular armario de vida.

Los más antiguos, aquellos teñidos ya por el sepia del tiempo, estaban habitados por las burlas de sus amigas en sus primeros años de colegio, los segundos, el amor, los terceros también, vaya con el puñetero Cupido, huésped perenne  de todos sus infiernos.

Qué curioso, se dijo sonriendo a sus recuerdos, todos estos infiernos en algún momento fueron paraíso. 

24 de Febrero, 2015, 5:23: Gladysminirelatos

Ya esta. Los he puesto sobre la mesa formando un puzzle, he juntado las piezas con pegamento invisible, añadido trozos de nubes, paquetitos de suspiros, horas sin sueño, miradas congeladas en el tiempo. Creo que con eso bastará.

 En la fila de correos espero, detrás de los paquetes de realidad sobre la balanza de los salvoconductos al destinatario. Ahí va, directo a tu mundo, regateando indiferencias concretas, que llamarán a tu puerta, se desplegaran ante tus ojos. Te preguntarás que los reyes han perdido el juicio y rasgarás papeles más llamativos. No supe como envolver el  montón de días que te he extrañado.