Abril del 2015
Después del vendaval y pasadas las primeras alucinaciones, se aferró temblorosa a sus hilos enclenques y desmirriados. Lentamente los recorrió para asegurarse de la magnitud de los daños. Ante cada avería se lamentaba con la rabia girando alrededor de sus ojos, como si de esa manera fulminara al destino, a los hombres o cualquier fenómeno que hubiese sido la causa de su tragedia. Acto seguido se recriminaba, era inútil estar triste después de la catástrofe. Después de esta reflexión se sacudía las patas y continuaba la inspección; con asombro reconoció que había trabajado bastante durante toda su vida, de repente tuvo conciencia de todo lo que había hecho y algo parecido a una sonrisa le calentó el cuerpo un segundo. Reconoció por el camino los esqueletos de amores pasados, los fósiles de palabras y promesas ya caducas, de canciones que le gustaba desafinar e incluso aquellas de las que por un tiempo, pensó que se las cantaban a ella exclusivamente. Otro calor en el cuerpo, parecido a una sonrisa. También encontró restos de cosas ya desfiguradas por el tiempo, a las que no sabía qué nombre, género o recuerdo asignarle. Eran como pelusillas tiritando en un delgado rayo de luz, pero eran suyas o lo fueron en un momento de su vida, por eso estaban allí, aunque no las recordara. Recorrió montañas, se mareó al borde de los abismos, atravesó la oscuridad, tembló bajo la lluvia y se aferró a sus hilos cuando el viento pareció convertirse en huracán arrasando lo que hasta ese día había sido su casa. En cuanto pudo se aferró a la hilacha que colgaba del risco, sintió una cierta seguridad, un cierto placer. La roca era, en su hostilidad, algo recio a lo que aferrarse y podría ser un buen principio. Febril, como siempre, se dedicó a ello con ahínco, se olvidó de los fósiles de su vida y de sus patas brotaron hilos nuevos, brillantes, relucientes y firmes, que se iban extendiendo sobre el abismo intentando alcanzar la otra orilla para construir un puente de doble vía. Todo un experimento, porque sus hilos tradicionalmente, se trenzaban en hexagonales. Quizás esta vez fuera diferente. Haciendo caso a su naturaleza dejó de pensar en todo lo demás, sacó lo mejor de sí, no se rindió; entretanto los hilos crecían, se alzaban ondulantes ante sus ojos, mecidos por la brisa cálida, pero los vientos son caprichosos, a veces van de sur a norte, como de oeste a este, sin fijarse en nada. Así, enredada en su propios hilos pensó que no hay que estar triste, que quizá no sea lo que tenga que ser.
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Borrando los recuerdos uno por uno
Ahí está, con el cuerpo al lado de su cuerpo, con sus pies haciendo un camino paralelo al suyo, con las venas repletas de sangre inundando valles y estepas. Todos los días, todas las noches, todos los minutos y todos los segundos se empeñan, los enamorados, en congelar momentos del pasado. A veces se asombran ante una risa de cuatro años sin dientes, o cuentan las velas de cada tarta que aparece en los álbumes, se ríen de los peinados, las modas, los gestos enfurruñados de una juventud desbordada de hormonas. De los álbumes salen los días, los familiares, los momentos, las risas, los ceños fruncidos o las poses coquetas que llenaron años mutando en cenas de empresa, viajes, paisajes extraños, restaurantes tenuemente iluminados y rostros amorosos, miradas de odio o sabores a besos que se enfriaban en los labios. Cuando todo eso empezó a amenazar con asfixiarles, se miraron a los ojos, sin mediar palabra empezaron a seleccionarlos. En una columna los que definitivamente se quedaban, aquellos sin los cuales sería muy difícil seguir viviendo, en la otra, los que tal vez tuviesen una segunda oportunidad después de la gran criba y el resto ardía en el fuego de la chimenea, a veces con cierto placer vengativo. Así son ellos, antes de llenarse de recuerdos empezaron a deshacerse de los que cada uno traía a sus espaldas. Con esa sensación de libertad se fueron a la cama, arrugaron las sábanas con caricias, ahuecaron las almohadas con ilusiones mientras la noche los dejaba hacer. Cerraron los ojos, cada uno se fue a ocupar su nube particular, mientras algún recuerdo vengativo esperaba pacientemente a que el tiempo hiciera lo suyo. |
Hace tiempo, reemplazó el famoso érase una vez. En realidad nunca lo sustituyó por placebos. Fue un cambio total en su maquillaje vivencial, aunque todavía se dobla, al chocar con las esquinas de sus días. También, aunque ya se acostumbró, aprendió a caminar sobre arenas movedizas. Sí, desde que empezó a hacerlo, la tierra era blanda bajo las plantas de sus pies, por eso tambaleaba, pero su madre creía que tenía una pierna más corta que la otra. No era así. Lo importante, más que la torpeza al caminar, era mantener vivo lo que llevaba en los brazos y eso si que lo ha hecho bien toda su vida. |
Fue un amanecer raro, la luna no quería dejar su lugar al sol, sucedía una vez cada mil años, cuando se le permitía avanzar un poco más, y lo hizo. Todo comenzó en un encuentro casual, fue un instante que duró una eternidad, él le contó de su amor por ella y ella le habló del dolor de la ausencia, así que decidió ayudarlos, él al norte, ella al sur, pero por un instante pudieron tocarse, aunque fuesen solo imágenes reflejadas sobre la superficie de sus cráteres. Con eso bastaba para que vivieran un poco más, era la única ayuda que podía brindarles, ella, que al fin y al cabo no es más que un satélite. |
Hacienda vigila cada uno de nuestros movimientos con una lupa gigantesca de alta precisión, de ahí que se haya convertido en ley divina aquello de que "puedes engañar a todo el mundo menos a hacienda". Gracias a su labor, el resto de mortales hemos descubierto los agujeros negros por donde se nos escapó el dinero producto de ahorros de toda una vida, o el que nos descuentan de nuestras magras nóminas, bueno los que tengan la suerte de tenerla. Cada día nos despertamos con nuevas revelaciones, casi no alcanzamos a cerrar la boca ante el asombro e indignación cuando aparece un nuevo caso de corrupción y evasión fiscal. Cuando se trata de dinero el sistema funciona de maravilla, las alarmas retumban amenazando sus cimientos y poniendo en marcha un protocolo de actuación tan certero y efectivo que ya lo querrían muchos para sí mismos - salud, por ejemplo - para cerrar todos los resquicios por donde se pueda escapar un mísero centavo, y que ningún bolsillo particular se hinche demasiado, incluso cuando ese mismo bolsillo haya sido cosido por el sistema para auto alimentarse con créditos e intereses. Se señala la corrupción, se acude a los medios de comunicación para montar el reallity apelando al lado más sensible de los ciudadanos: su economía; se condena en plaza pública a las marionetas que pagaban con las dichosas tarjetas y quizás, si devuelven el dinero o terminen con sus huesos en la cárcel la gente se calme, pero eso será una cortina más de humo, un paño de agua tibia que necesita de chivos expiatorios para esconder lo que verdaderamente está siendo engullido por este sistema, que como Saturno, alimenta su hambre devorando a sus propios hijos: la educación, la seguridad social, las pensiones, la vivienda y hasta el derecho a ejercer el voto, que parecía inamovible. Preguntemonos por un momento, ¿si hacienda no hubiese echado en falta esos dineros, habría tenido tanta resonancia el caso de las tarjetas opacas? ¿Por qué no hay tanto revuelo con los recortes a educación, a salud, a vivienda o el empleo? Y es que cuando se trata de sus intereses a hacienda Saturno le da igual que sea un pobre desempleado o un magnate que no sabe en qué gastarse los millones de los contribuyentes, el dinero es el dinero. Lo social, la educación, la salud el empleo es otra cosa y asunto de otros, no nos llamemos a engaño, a estos pillos, Saturno los ha perseguido por evadir impuestos, no por un súbito sentimiento de honradez y justicia social. |
A veces llegaba a pensar que la vida la ponía delante de sus deseos para explicarle por qué no se le concedían. Parece cosa de locos, pero esa era la sensación que la invadía en este preciso instante, de pie ante la vitrina iluminada de unos grandes almacenes, mientras a su espalda la ciudad dormía indiferente a esa revelación. Ahí estaban, con su piel tan blanca que parecían transparentes. Cada uno de ellos se hallaba en la posición y el sitio que mejor describía su personalidad, en un ambiente - y ahí ella sintió un escalofrío recorriendo su columna - pues ese ambiente describía el hogar que siempre soñó, unos muebles tapizados en sus colores preferidos, los cuadros que siempre quiso tener, los adornos que le gustaban, incluso las flores en el jarrón de cristal azul, en la esquina de la derecha, eran sus preferidas. La familia de la vitrina lucía ropa, accesorios e implementos exactos a los que ella solía usar. El hombre, más o menos de la edad que debería tener su pareja, con el cabello oscuro y un poquitín desordenado cayendo sobre la curva perfecta de su frente, unas cejas espesas enmarcando ojos oscuros pero sinceros y sobre todo, enamorados de ella, de la mujer que unos metros a su izquierda lucía una camiseta con motivos geométricos tipo Pop Art, unos pantalones pitillo, zapatillas de tacón bajo. De su aspecto físico destacaba el cabello, una media melena ondulada, un tanto alborotada e igual que su compañero, una mirada enamorada, segura y correspondida. Sí, ahí estaba presente el amor, atrapado en ese mundo plástico actuando como elemento cohesionador de esa pareja y esos niños suspendidos en un minuto cualquiera de sus vidas cotidianas. Frente a ellos la silueta de esa mujer que los miraba fijamente en medio de la noche y tras ella la ciudad durmiendo ajena a las revelaciones trascendentales que se suceden una sola vez en la vida. Así que eso es hogar - pensaba la mujer mientras contemplaba la escena - todo se reduce a una representación, a unos movimientos debidamente planificados y trazados por alguien que sabe aprovechar el espacio que le tocó ocupar en la vida. Se alejó un poco de la vitrina, encendió dos cigarrillos al mismo tiempo porque uno solo no le bastaba para paliar la certeza que le estaba quebrando las rodillas, aspiró con rabia deseando que el humo creara barreras entre la realidad de la vitrina y la que su cerebro se empeñaba en mantener. En medio de esa lucha feroz escuchó una voz grave llamándola, invitándola a tomar la decisión, era una voz que salía de un rostro cálido en el que estacaban dos ojos oscuros que la miraban como si ella fuera la mujer más maravillosa de la tierra, conscientes además des er correspondidos pero terriblemente asustados por lo que estaba apunto de suceder. |
Parece que no va a pasar nada. Camina despacio entre sus hilos comprobando la textura, flexibilidad y dureza. Esto le llevará un buen tiempo - piensa - no importa, tiene todo el que quiere. Nunca creyó que hubiese llegado tan lejos. ¡Vaya! la distancia es más grande de lo que intuía, pero hay demasiados tramos que desconoce y esa sensación le causa un mal presentimiento. A veces, mientras aparto las telarañas del sueño, me entra pánico, creo que soy una araña contemplándome desde la esquina sur de mi cuarto. Por eso no hago nada, quizás un día, tal vez me atreva a caminar esos senderos desconocidos. |
Si usted dedica unos minutos al día a contemplar el azul profundo del cielo, atención; sí de repente suspira sin saber por qué, cuidado; sí siente mariposas revoloteando en la tripa cuando recuerda el rostro de su amor, oi, oi, oi, empiezan asonar las alarmas; y si se empeña en revivir momentos, olores, canciones, palabras o a imaginar posibles reencuentros. Llame inmediatamente a urgencias. Usted está grave. No pierda su valioso tiempo construyendo castillos en el aire, inventando amores imposibles o escribiendo en la arena. Fuera la fantasía si desea vivir un mundo sin complicaciones. Entérese de que todo lo que hay a su alrededor se rige por leyes prácticas, memorice de una vez por todas que solo los prácticos sobreviven. Los soñadores son sombras llorando por los rincones, suspirando, desfalleciendo, languideciendo, levantando la mano para asir el aire y esas actitudes, esos comportamientos actúan como un espanta humanidades, acaso no se ha dado cuenta de que todo el mundo sale corriendo en cuanto lo ve y que le evitan sin ningún disimulo. Objetivos concretos, eso es lo que se pide a gritos, pasos firmes sobre el asfalto, seres que se pueden palpar, voces que pueden responder al instante, lo abstracto, lo emotivo, los sueños son una pérdida de tiempo, suman cero en el orden mundial. Así las cosas, bájese de su nube particular, observe como actúan las personas a su alrededor y sí se da cuenta de que sus amigos ya no le llaman, de que su enamorado sale corriendo en dirección contraria cuando le ve, de que sí por fin sus amigos aceptan comer o cenar con usted a regañadientes, o sí sus "amigos" se pasan las dos horas "de buena educación reglamentaria en cuanto al tema visitas de cortesía" mirando el teléfono, o contestando WhatsApps, despidase o contrate un chaman para que le haga un exorcismo, pues usted se está encaminando peligrosamente hacía el lado sensible y eso no es nada bueno. Pero si ya no hay remedio que valga, resígnese a pasar solo el resto de su vida. Nadie, absolutamente nadie quiere estar al lado de los sensibles, los frágiles, los soñadores o los ilusos. Ellos no son buena compañía y los demás nunca se sentirán seguros, sencillamente porque no saben a qué atenerse con ese tipo de comportamiento, no les gustan las sorpresas, no les gustan los regalos inesperados, las sonrisas o caricias o susurros a horas no adecuadas, por eso se van junto a otros con planes de vuelo establecidos, con rutas demarcadas y horarios que se cumplen inexorablemente. No crea lo que escucha por ahí, o las frases que lee en las redes sociales sobre soñar todos los días, son mentira pura y dura, este mundo esta hecho para seres concretos, duros y resistentes, así que si usted es una burbuja que revolotea sobre el horizonte, resígnese, podrá ser una imagen muy linda, pero vagará por esos paraísos universales absolutamente solo e ignorado por los demás… o quizás tenga un poco de suerte y se convierta en una foto linda con diez me gusta en el Facebook. |