Haz dibujado un camino, te puedo preguntar a dónde conduce. Ya se, suelo escupir obviedades.

No contestes, si inclinas la cabeza a la derecha será el oriente o (otra vez obvio)

Mientras lo decía desvió la cabeza y no se dio cuenta de que a ese primer trazado le había añadido otro.

Perdona - le dijo - me distraje te ¿puedo repetir la pregunta? ¿Adónde conduce ese camino? (la obviedad lo hizo sentir ridículo)

No, no me mires así, por un momento me distraje, pero podrías reconsiderar tu actitud y empezar quizás desde otra perspectiva, no sé, más ¿tolerante? o más dispuesta a la comunicación ¿no?

¡No, no te vayas! ¡Quédate! Indícame ¿qué hago?

Sabes que necesito que me digan las cosas que ya sé, es como si esperara que una voz desde fuera me ordenara el modo de hacer las cosas que llevo dentro con absoluta certeza.

¿Qué?

¡Paloma estúpida!