Las sábanas están tibias, la habitación huele a ti, o a él, o a ella, o a ese algo que nos gustaría llamar amor, pero sabemos que no es así.

Dos personas despiertan sobre la almohada, una habla de amor, la otra escucha indiferente, mientras juega con la punta de sus dedos a dibujar las cosas que no se atreve a decir. Una siente dolor de tripa, la otra respira, contiene el aire, cuenta hasta diez para que el dolor esta vez no lo desgarre.

Hoy es domingo y las pelusillas viajan a caballo en un rayo de luz hasta el balcón, llevan enredados entre sus hilachas los rostros amados que ya no despiertan en esa almohada.

Hoy es domingo…

El mundo habla por la ventana internet, sé de sus desgracias, de sus logros, también me pone en contacto con pensamientos de gente que amanece los domingos, pensando en estas cosas.

Hoy es domingo y las palabras se agrupan a mi alrededor, unas forman un ejercito de bravas letras que alguna vez hicieron llorar, otras, las pobres, han perdido al capacidad de comunicar, pero por contraste han desarrollado una maravillosa cualidad, saben transformarse en imágenes que se acercan, llegan al borde la cama ascienden y caminan sobre las arrugas de las sábanas, una de ellas te reproduce a ti, entrando a la habitación con una bandeja en la mano, en la que una fruta abierta, jugosa y excitante espera ansiosa el mordisco…

Sí, hoy es domingo.