Una tarde estaba sentada contemplando el atardecer, todo era silencio, tranquilidad y el pasado, el presente y el futuro va y viene a lamerle los tobillos como olas juguetonas.
Algo le despierta de forma súbita, es una pequeña molestia en el hombro derecho, lleva su mano hasta el lugar de origen y atrapa un extraño bichito lleno a reventar de su sangre.
¡Bah! - se dice - un bicho chupa sangre - no pasa nada. le da un manotón y lo aprieta con fuerza contemplando la sangre que surge del animal. Cosas del verano - piensa - y sigue con su día como si no pasara nada.
Sus días van y vienen de acuerdo a sus planes y sus horarios sin mayores contratiempos.
Otro día fue en la biblioteca, otro bicho, otro manotazo y otra mancha de sangre. Nada de lo que preocuparse.
Días más tarde fue en una terraza mientras tomaba una cerveza, luego en un cine, en un restaurante, otra vez en la playa y el colmo, en su propia casa mientras dormía la siesta.
Después de tantos mordiscos en su piel empezó a pensar más en esos bichos que le estaban sorbiendo la sangre.
Tendría que ir a consultar dónde podría comprar un veneno para bichos chupasangre.
Iba a hacerlo a la mañana siguiente, pero justo antes de despertarse y mientras aplastaba otro bicho le llegó la certeza: tendría que seleccionar mejor sus amistades, una putada, pero debía hacerlo.