Resultado de imagen de una ardilla en la ventana

Todas las tardes, cuando el frio se hacía insoportable en su pobre casa, se enfundaba el abrigo raído y se iba a la biblioteca.
En ese lugar del universo él se sentía extraño, no le gustaba leer, tampoco la música ni el cine. Prefería los bares, el olor a tabaco y las mezcla de perfumes de las mujeres.
Pero la franja horaria de cinco a ocho era insoportable, nunca sabía qué hacer durante ese tiempo, así, por casualidad se vio sentado ante una mesa en la biblioteca de la ciudad, tenía unos cuantos periódicos a su lado para disimular que no leía, se proveyó de un cuaderno y lápices para hacer garabatos.
Durante una semana, las hojas se fueron llenando de dibujos disparatados, de rayas, cruces, círculos o pequeñas patitas que atravesaban las líneas de las hojas, hasta que una tarde unos golpecitos
en el cristal de la ventana captaron su atención.
Levantó la vista y vio a una pequeña y pelirroja ardilla que llamaba su atención tras el cristal con su pequeña patita.
Empezaron a mirarse, a contarse sus cosas y sin darse cuenta ya se estaban citando todos los días ante esa misma ventana, todas las tardes de ese otoño gélido.
Un día se le ocurrió llevarle comida, algo de abrigo para protegerla del frio y de los peligros que le acechaban en su indefensa situación en aquel enorme jardín de la biblioteca.
Así, llegó esa tarde cargado con sus soluciones. Ella apareció, como siempre, pero cuando vio lo que su amigo tenía entre las manos, sus ojos se llenaron de una profunda tristeza.